Cuando la maternidad y la vida cotidiana se transforman en terror

Antes de terminar de leer 'Distancia de rescate', la primera novela de Samanta Schweblin, Claudia Llosa ya sabía que quería trasladarla al cine. Le llamó y le propuso escribir de forma conjunta el guion. El resultado es un filme que, en palabras de la realizadora peruana, «habla de los horrores de la vida cotidiana» y que compite en la Sección Oficial.

Como en el libro, el argumento indaga en los miedos de la maternidad que acaban derivando en un terror donde la frontera con la subjetividad y lo extraño se difumina. Llosa no enmarca su filme en el género de terror sino que considera que lo trasciende. «Todo lo que ocurre está enraizado con lo real y puede ocurrir en cualquier momento. Lo que sucede es que es aterrador que lo familiar se convierta en extraño». Si la maternidad está muy presente, también trata temas como los agrotóxicos o el destrozo del planeta.

Amanda, interpretada por María Valverde, se traslada junto a su hija a una casa en el campo argentino. Enseguida congenia con Carola, papel encarnado por Dolores Fonzi, que tiene una complicada relación con su hijo David después de que este estuviera a punto de fallecer. A medida que la relación entre las dos mujeres se va a estrechando, en Amanda crece el miedo a que le suceda algo a su pequeña y piensa constantemente en la distancia para rescatarla que le separa de ella en caso de que corriera peligro. Pero la verdadera pregunta es dónde se encuentra ese peligro. «Es una historia en la que ocurre muy poco pero que arrastra a una situación de urgencia y peligro inminente», explica la directora que ganó el Oso de Oro en Berlín con 'La teta asustada' (2009).

Uno de los recursos utilizados tanto en el libro como en la película es una voz en off que otorga al relato una sensación febril y de confusión y a la vez «da un tempo y tensión a la película». Autora y directora tenían claro que debía mantenerse y para ello desmenuzaron la novela para hacer «una película con muy poca voz en off y sensación de relato constante. Hasta en el montaje seguíamos moviendo cosas».

Los silencios también juegan un papel en la narrativa para «ir acrecentando una sensación de sensualidad envolvente que acaban ahogando», comenta Llosa. También buscaba con ellos crear la tensión de que algo va a ocurrir, no se sabe cuándo o si ya ha ocurrido. «El universo sonoro es muy emotivo y, a veces, las palabras se pierden en el espectador, por eso hemos cuidado mucho los silencios» que generan tensión desde los más mínimos elementos».

Para lograr ese efecto trabajaron durante más de un año, primero en desmenuzar la novela para ver qué más se podía añadir. «Hubo momentos en los que pensaba que por qué no había ido yo por ahí», confiesa Samanta Schweblin. Después el siguiente paso fue limpiar para que solo quedara lo imprescindible. «Ha sido un trabajo de mucho rigor».

El rodaje fue un tanto especial. El equipo permaneció durante casi dos meses casi aislados en una zona de la Patagonia chilena. Se interrelacionaban solo entre ellos e incluso se aislaban. Por ejemplo, Dolores Fonzi cuenta que llevaba una vida muy espartana «entrenaba, estudiaba y rodaba, era una manera de entrar en mi personaje que sufre tabti». Por su parte, mientras el equipo vivía en un hotel, Valverde se refugió en una pequeña cabaña «para sentir las mismas sensaciones que mi personaje». Confiesa, que ha sido uno de los trabajos más intensos de su carrera: «Me aterraba un poco un personaje así por los propios miedos que uno tiene, estás con tus emociones y todo a flor de piel».

La película, producida por Netflix, llegará a las salas de cine el 6 del mes que viene y una semana después se podrá ver en la plataforma. Parece que Llosa ha cogido gusto a streaming porque ahora trabaja en una serie de acción para Apple TV.