A veces, entras en el cine y cuando sales, la atmósfera ha cambiado. El tono con el que has vivido los últimos fotogramas de la ... película se mantienen al salir y durante unos minutos o unas horas todo lo que ves alrededor está bañado por cierta aura de la obra que acabas de ver. En San Sebastián esa sensación se intensifica por el clima cambiante de la ciudad. ¿Puede una película alterar la meteorología de una ciudad? Hay una conexión especial, eso sí, entre San Sebastián, el Zinemaldi, sus películas y sus climas. Me apropio de un recuerdo de un amigo de la primera generación de la EQZE, Patxi Burillo, que siempre me cuenta. Un día viniendo de Pamplona llovía tanto, que al pasar caminando por el puente del Kursaal, me quedé empapado. Entré en la sala bien mojado, afectado por el aire acondicionado que me secaba la ropa poco a poco, intentando no pensar en el posible resfriado, iba a ver la nueva película de Hou Hsiao Hsien.
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Recuerdo una vez, al salir de ver Cold War de Pawlikowski del Teatreo Victoria Eugenia, unas nubes negras recubrían toda la ciudad y San Sebastian era tan gris como el blanco y negro de la película. Una ligera niebla manchaba las luces de la ría, Atocha se veía monumental. Subí hasta Villa Ayala, en Egia, poco a poco saboreando la sensación de estar dentro aún de la película. El poco entusiasmo que me generó el film, se intensificó de tal forma al salir, que sigo agradeciendo ese momento y al director polaco. Si hay una cineasta que admiro profundamente es Mia Hansen-Løve, no solo por su cine, sino también por su persona y su visión ética. El festival, ese año, nos regaló un momento precioso. Al salir de ver 'Un beau matin' en los Antiguo, donde nunca había estado, la luz dorada de la tarde con la que terminaba el film de Mia, se prolongaba en todo el paseo de la Concha y yo saboreaba ese trayecto subido a una bicicleta como si formase parte de su mundo.
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