Buen balance de la feria taurina de Semana Grande

Ya han pasado unos días desde la última corrida de Semana Grande y todavía está en nuestra retina esa foto de Guillermo Hermoso de Mendoza y Andrés Roca Rey saliendo a hombros de Illumbe tras su triunfo rotundo. Algunos poco podían imaginar esa situación, cuando en vísperas del primer festejo solo veían un desastre irreparable. Pero esos agoreros se equivocaron, ha sido una gran feria de plaza de toros de primera categoría.

En cuanto al ganado no comenzó demasiado bien la feria. Los toros de la ganadería de Zalduendo formaban un encierro justo de trapío y cómodo de cara, aunque muy parejo y rematado; ninguno fue protestado de salida. Cumplieron en el primer tercio, aun con una pelea más de bravucones que de bravos. El cuarto, 'Poderío', pareció engañar al público apretando en varas en lo que pudo parecer una pelea de bravo. En banderillas fueron incómodos y para el tercer tercio casi resulta difícil encontrar el calificativo más adecuado: descastados, desrazados, huyendo de la pelea, en resumen, imposibles para la lidia y por lo tanto para el torero.

Cambio total de panorama con la corrida del domingo. Juan Pedro Domecq envió a Illumbe una gran corrida de toros. Bien con el hierro de Domingo Hernández o con el de Garcigrande, los toros de esta ganadería son en una gran mayoría un seguro para el empresario, para el torero y para el espectador. De los cuatro lidiados, la lidia del sexto, 'Romano' tuvo su punto de emoción para el respetable: codicioso en el capote, derribando por dos veces a los picadores, haciendo hilo en banderillas y galopando en el inicio de la faena de muleta para finalizar entregado, pero sin perder un ápice de su bravura.

Los dos toros de rejones llevaron el hierro de Carmen Lorenzo. Dos ejemplares puro Murube en sus hechuras, pero totalmente distintos en su comportamiento: noble, repetidor, muy encastado el primero y más receloso en la embestida, que esperaba a tener ventaja y se paraba a mitad del encuentro el segundo.

Quizás a Morante le esté empezando a pesar el esfuerzo que está haciendo esta temporada. En Azpeitia el toro respondió y en Illumbe no. Y vimos a un Morante, voluntarioso, cumplidor y honesto. Que no toreó mucho, pero lo que hizo fue de enorme calidad, categoría, pinturerismo y arte. Alejandro Talavante, estuvo en Illumbe como en el resto de las plazas, salvo honrosas excepciones, dando un paso adelante, echándole ganas pero sin llegar al objetivo; retazos de ese toreo de mano baja, displicente y tan personal es lo poco que quedó en la retina de los espectadores de la tarde del día 14. Pablo Aguado no se entrega como debiera. Un torero de arte no puede estar absolutamente ausente; no basta con ser voluntarioso, hay que expresar el toreo que uno siente, no puede pasar de puntillas porque sin triunfos no hay contratos.

Cayetano realizó un toreo aseado, profesional, sin brillo en su primero y quizás espoleado por el triunfo de sus compañeros estuvo mucho más en torero en su segundo enemigo. Ginés Marín está llamado a ser una figura importante en los próximos años. Entendió a la perfección a sus dos toros. Leo Valadez, es un joven matador mejicano, bullicioso, valiente y que sabe llegar al público. Juega con la variedad, con la insistencia y mata bien.

Dos toreros, dos formas de entender la lidia, dos conceptos totalmente diferentes. La elegancia y la pureza de José María Manzanares frente a la modernidad en el concepto de Andrés Roca Rey. Pero lo que está claro es que pueden complementarse perfectamente. El cartel del día de la Virgen en Illumbe fue un cartel redondo. Manzanares sentó cátedra.

Guillermo Hermoso es un jinete extraordinario, que domina las técnicas de doma para poder desarrollar un toreo cada día más propio.

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