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La fragilidad como nexo de una muestra con ocho obras, repartidas por la segunda sala de exposición de Tabakalera «que se funden y confunden con ... el espacio». 'Eremu magnetiko lehor bat (Un campo magnético seco)' es la primera exposición del año en Tabakalera y recorre, de forma individual y personalizada, el arte del madrileño Santiago F. Mosteyrín. Una propuesta comisariada por Garazi Pascual (Bilbao, 1987) e Iván Gómez (Irun, 1984) que forma parte de la convocatoria de residencia de comisariado de Tabakalera –el espacio de creadores que se puso en marcha hace ya diez años– cuyo objetivo es «fomentar la escena artística local y apoyar a artistas y comisario/as, mediante la integración de sus proyectos en el programa expositivo anual del centro».
Ambos responsables han sido los encargados de escoger las obras y organizarlas en el espacio expositivo dedicado al artista, que ya visitó Donostia hace algunos años con una propuesta colectiva, «lograr el consenso y el diálogo». «Buscábamos abordar la fragilidad y su relación con el arte contemporáneo», comentaron minutos antes de que la sala abriese sus puertas al público. Iván Gómez, cuya actividad ha ido progresivamente preocupándose por la relación con los objetos, la práctica artística y el comisariado, reconoce haberse entendido a la perfección con su compañera en este proyecto, Garazi Pascual, «más próxima a la filosofía, al debate y al pensamiento crítico en el arte, y esa premisa, centrada después en la obra de Santiago define lo que es esta exposición», relató Gómez.
«Ha sido un proceso largo, de nueve meses, y muy intenso, pero el apoyo, tanto de Iván como de Garazi en el proceso ha sido fundamental, y creo que es una muestra que valida y representa a la perfección mi trabajo», añadió el artista sobre el versa la muestra. Por su parte, Pascual destacó que «el diáologo con el creador ha sido fundamental y se muestra feliz de recibir el apoyo tanto del propio Mosteyrín como de Tabakalera», en su esfuerzo por ayudar a las nuevas generaciones de futuros profesionales en el campo y mercado del arte.
La exposición, que abrió sus puertas ayer, permanecerá abierta hasta el próximo 30 de marzo. Una actividad que supone un altavoz en el que el artista ofrece «su visión sobre la debilidad humana, desde lo sensorial, lo técnico y temático», por lo que Mosteyrín invita a adentrarse en las ocho obras escogidas –dos hechas ya anteriormente y seis que han sido puestas en común mediante el trabajo de los jóvenes comisarios– y percibir y relacionar lo ambiguo y lo sutil a través de los «vacíos donde acechan violentas sensualidades, cuerpos explosionados que vulneran nuestras barreras protectoras y puntadas que nos imbuyen en paisajes distorsionados en una geografía alucinante».
Son sus urdimbres descosidos los que sirven como lienzos, sus figuras visibles desde todos los ángulos, los que aportan una especialidad, un sello distintivo a su trabajo pictórico y escultórico, en el que el propio artista destaca «el dibujo» como su disciplina estrella. Son las formas, las que deben impactar con el cuerpo del público que se acerque a «escuchar y sentir los efectos de las erosiones y roces que desgastan y transforman las telas». Mosteyrín busca «que reconozcamos en ellas heridas, paisajes desérticos y cuerpos fragmentados, resistentes y sensuales. En sus rasgaduras reside la fuerza, el conocimiento y la técnica del creador» que presenta, por primera vez en Tabakalera, una muestra que reconoce, de forma personalizada, «la mejor definición de sí mismo».
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