Yo pisaré la Trini, nuevamente... (elogio de nuestros festivales y de Ismael González Pellicer)
La Agenda Portátil ·
Celebrar los festivales de verano, aunque sea en versión txikita y siempre que el Coronel Virus lo permita, es un símbolo de resistencia / Adiós a un pionero de la radio y la teleDicen quienes estaban ahí que flotaba el mismo espíritu que animó a los reconstructores de Donostia tras el incendio de 1813. Es probablemente una exageración, aunque bien sabemos que vivimos otra vez bajo un incendio voraz, en forma de virus contra la salud y contra la economía.
Situémonos: martes por la mañana, sala de la Comisión de Gobierno del Ayuntamiento donostiarra. Bajo la presidencia del alcalde Goia mandos culturales públicos y privados de la ciudad se conjuran para resistir frente a la pandemia. Y en el horizonte, tres citas especialmente simbólicas: los festivales de Jazz y de Cine y la Quincena Musical.
Damos por sentado que las precauciones sanitarias impedirán que sean festivales normales: no viajan las estrellas, no se permiten concentraciones multitudinarias de público. Pero frente a la tentación de caer en la cancelación directa se apuesta por esquemas de resistencia. Habrá festivales, aunque sean txikitos y simbólicos, siempre que el Coronel Virus lo permita. Porque si la situación sanitaria se recrudece, no habrá nada que hacer: llegará la Comandante Prudencia mandará parar.
Pero si la desescalada mantiene el resquicio, algo habrá. El Jazzaldia prepara una edición de circunstancias, sin sus fiestas populares en la playa pero con la Plaza de la Trinidad abierta, aunque sea a un tercio de aforo. Versionando el «yo pisaré las calles nuevamente» de Pablo Milanés podremos cantar el «yo pisaré la Trini» como resistencia frente a la pandemia. Lo mismo pasará con una Quincena Musical más de solistas que de orquestas, y con un Zinemaldia que confeccionará el mejor menú posible con los mimbres que permita septiembre.
Los tres grandes festivales son una seña de identidad con lo mejor de esta ciudad y del territorio. En origen fueron pensados más para atraer turistas que para satisfacer a los indígenas, pero con el paso del tiempo se han convertido en cócteles que dan una estupenda imagen exterior de ciudad culta y divertida, atraen gente y los disfrutamos intensamente los locales. Son maquinarias que cada año podrán funcionar mejor o peor, pero que representan la mejor Donostia. Y Donostia resiste.
Agur, Ismael
Esta Agenda Portátil parece a veces un parte de bajas, pero recordar a quienes se van me parece el mejor elogio a la vida: somos gracias a quienes fueron. El jueves murió en Donostia Ismael González Pellicer, pionero de la radio y la tele en Gipuzkoa. Aragonés de origen, fue una de las voces clásicas de Radio Nacional y director de TVE en el País Vasco. Los más veteranos recordarán sus programas dedicados a la jota, por ejemplo, con ironía locuaz. Yo era un crío. Veía reír a mi madre en la cocina escuchando a Ismael y luego me lo encontraba al ir a comprar el pan. Éramos vecinos, y saludar por la calle a la voz del transistor me parecía como 'La rosa púrpura de El Cairo' de Woody Allen. Mi amigo Koldo Torres me pasa una foto: es la fiesta de San Sebastián de 1963 y están Ismael y Ángel de Torres López (padre de Koldo) retransmitiendo la izada de la Consti desde la furgoneta de RNE. Toda una época.
Cuenta la leyenda que el primer año que se dieron las regatas de la Concha en directo por TVE el locutor cayó en el famoso error de llamar «oriorratas» a los «oriotarras». El año siguiente González Pellicer tomó el relevo: conocía mejor el terreno. Al frente del Centro Regional de Bilbao, de 1977 a 1980, vivió de todo. «Estábamos en un tercer piso de la Gran Vía. Un baño era laboratorio y otro sala de maquillaje. Yo era director pero más de una vez me tocó maquillar a Garaikoetxea o Telesforo de Monzón«, me contaba. Decía que la radio y la tele hoy tienen libertad y medios, ¿pero son mejores? De él se dijo que con Constantino Romero tenían las mejores voces del país. Agur, vecino.
mezquiaga@diariovasco.com