Las pinturas desenfocadas de Richter
El Guggenheim expone nueve marinas del artista alemán, que parecen fotos corrientes hechas a pincel con una técnica impecable
¿Van en broma o en serio las marinas de Gerhard Richter, que esta mañana se han presentado en el Guggenheim? La respuesta es que ambas cosas y mucho más. Crecido en la Alemania de la órbita soviética, había dado el salto al otro lado, al occidental, en 1961. Allí se encontró con los sumos sacerdotes de la rebelión artística, Joseph Beuys y el grupo Fluxus, que aspiraban a unir arte y vida a través de performances e instalaciones de vigencia aún visible. En este contexto de cambiarlo todo con la ayuda de la práctica artística, ¿qué hacía Richter resucitando un género, el de las marinas, tradicional y conservador, más muerto que vivo? ¿Por qué inicia esa variante de su trayectoria en 1968, año del Mayo francés y de las protestas estudiantes en su país? ¿Una provocación?
Que nueve marinas susciten tal número de perplejidades es un indicio de que el artista ha pulsado en una tecla bien afinada. Richter desafía en la exposición del Guggenheim, comisariada por Lucía Agirre, modelos y formas de representar la realidad y lanza preguntas sobre nuestra percepción en unas marinas que parecen fotos con sus partes desenfocadas, como las sacadas por cualquier inepto con un móvil en la mano y un mar encrespado o calmado delante, cuando realmente son óleos realizados a pincel por una muñeca experta, con mucho oficio.
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Título 'Gerhard Richter. Marinas'
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Lugar Museo Guggenheim Bilbao.
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Fecha Hasta el 9 de septiembre.
«Ilusionismo»
El Guggenheim acoge esta exposición que, como recordó Juan Ignacio Vidarte, director general del museo, gira en torno a una de las obras de la colección propia, la última marina que pintó Richter, en 1998, de las 23 que ha realizado a lo largo de su trayectoria. La comisaria abundó en los juegos que propone el artista al espectador y a su percepción. Miradas de lejos parecen pinturas realistas, en coherencia con la concepción de que la foto refleja lo real con mayor fidelidad que otros medios, pero a medida que la distancia de la visión se acorta, se vuelven formas abstractas. La comisaria se refirió a estas transformaciones de la imagen percibida como «ilusionismo».
Por si fuera poco, las primeras marinas tienen un formato rectangular semejante a las pantallas del cinemascope y se realizaron en la misma época del apogeo de este formato. Juegos, desafíos y reflexiones sobre los modos de representar y de percibir, sobre las mediaciones de la tecnología en la visión de la realidad, que confluyen en esta pequeña gran exposición.
«La foto en la que se basa la marina de la colección la sacó en Tenerife. También hace referencia con esta serie sobre la poca atención que prestamos a lo que tenemos delante», explicó Agirre. El mar aparece en la obra de Richter desde sus primeras fotopinturas de principios de los sesenta. En 1964 realizó 'Renate y Marianne', una escena de playa con su mujer y su cuñada como protagonistas sobre la arena.
En esa época estaba fundando en Dusseldorf junto a Sigmar Polke, que había sido alumno de Beuys, lo que llamaron realismo capitalista, un anti-estilo que respondía críticamente al pop estadounidense sin salirse de la cultura popular. Basándose en aspectos de la publicidad, el cine o los cómics, buscaba caricaturizar distintos aspectos de la sociedad de posguerra y de sus costumbres, como las vacaciones en la playa con la familia.
A pesar de la complejidad y variedad de la obra del alemán de Dresde, en muchas de sus obras conserva la ironía característica del pop, o al menos deja la puerta abierta para que el espectador la utilice. Es el caso de las marinas del Guggenheim. Como artista conceptual, a Richter le interesan más las reflexiones críticas sobre las formas de representación de la realidad que el reflejo de los estados emocionales y sus turbulencias a través del paisaje.