Marta García, profesora y cantante de coro
«Se vende el canto en coros como un sacrificio, cuando en realidad es algo que se disfruta»La coautora del informe sobre los coros infantiles y juveniles vascos lamenta que el canto se vea «como un sacrificio, cuando los que participan lo hacen muy a gusto»
La profesora de la UPV/EHU y componente del Coro Easo Marta García es, junto a Nuria S. Fernández, la coautora del 'Informe sobre Agrupaciones ... Corales Infantiles y Juveniles de la Comunidad Autónoma Vasca'. En su opinión, «hay un fallo de comunicación en la forma de 'vender' la actividad coral porque no podemos hacerlo como si fuera un producto -un concierto, un viaje, un concurso...-, sino que lo importante es el proceso» que implica participar en este tipo de agrupaciones.
- ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Parece larvada durante muchos años...
- No solamente en el País Vasco, sino en toda Europa, la tendencia a participar en actividades artísticas y musicales es a la baja.
- Sobre todo, en las colectivas.
- Eso es, las que requieran un compromiso con un colectivo. En la postpandemia, surgieron grupos, pero de actividades abiertas a las que uno va cuando le apetece, pero en un coro lo que cuenta es que estemos todos. Ésas son las que han ido a la baja y de hecho, en el estudio del Observatorio Cultural del Gobierno Vasco se veía que entre 2008 y 2018 había bajado un punto la participación.
- ¿Se ha tardado en reaccionar?
- Tal vez la pandemia lo ha vuelto todo más explícito y eso nos ha hecho más conscientes, pero el runrún llevaba tiempo en el sector. Se sabía que había que hacer algo, por eso queríamos tener primero unos datos para luego plantear propuestas. Por lo menos se ha reaccionado, que no es poco.
- ¿Se puede revertir la situación?
- 'Revertir' es una palabra muy fuerte.
- Lo preguntaré de otra forma: ¿nos podemos olvidar de volver a la situación coral de hace diez años por ejemplo?
- Tampoco sé si sería deseable porque la sociedad también ha cambiado. Hay que adaptarse a los tiempos, pero colectivamente todavía no estamos en el punto prepandemia en el ámbito del compromiso social. Arrastramos algunas tendencias generadas entonces y que se han mantenido. Creo que sí es posible retornar a una situación previa, pero no tenemos datos sobre cuántos chavales cantaban en los años noventa. Lo que está faltando es volver a valorar el trabajo en común que implica un coro.
- Parece una proeza conseguir que un niño o un adolescente elija apuntarse a un coro, con las obligaciones que conlleva.
- No sé por qué, desde fuera se focaliza en el esfuerzo que hay que hacer, pero realmente el que va lo hace muy a gusto. Desde muy pequeña, he participado en coros y parece que desde fuera se ve como un sacrificio que no refleja el ambiente en los coros. Están ahí porque quieren. Puede ser más incordio para los padres que tienen que organizarse, como con cualquier actividad extraescolar, pero los que participan lo hacen encantados.
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- Quizás para los jóvenes se trata de una actividad poco instagrameable...
- Ése es un problema y ahí hay un trabajo muy importante que hacer: buscamos un producto final, sea un concurso, un concierto o un viaje, que está presente en los coros, pero en realidad, lo que hacen estas agrupaciones no es el concierto, el viaje o ganar un concurso, sino todo un proceso en el que entran lo social, lo emocional e incluso el bienestar físico: el organizarse, el ensayar, el 'yo te llevo a casa'... Ahí radica lo que un coro vale. Hay un fallo de comunicación en nuestra forma de 'vender' la actividad coral porque no podemos vender un producto, algo acabado.
- Incluso hay quien lamenta que los coros juveniles e infantiles se consideren 'cantera' y no un fin en sí mismos.
- Los coros infantiles no son 'coros para'... pensados para los adultos. En parte son de cantera, pero no solamente. Y en todo caso, tienen que tener un tratamiento específico para que se sientan protagonistas.
- Llama la atención que la mayoría de los coros se limitan a actuar en su propia localidad.
- Y curiosamente se tienen que buscar el concierto, es decir, son autogestionados. Ni siquiera el Ayuntamiento o la casa de cultura los programa. Podrían recurrir a ellos para que cantaran en los actos institucionales, en las fiestas y no lo hacen. Eso sí me parece más preocupante a nivel político-social. También se podrían crear redes municipales para organizar pequeñas giras.
- Se incide en la importancia del liderazgo a la hora de captar cantores, aunque también hay quien es crítico con los personalismos.
- El liderazgo se puede ejercer de dos formas: un director guía al coro y se queda ahí, pero hay otro tipo de liderazgo que se encarga no sólo de asentar su propia figura, sino de delegar en otros. Y que se ocupa de formar a otros para que su legado se mantenga. Eso en los años ochenta se hacía mucho.
- Dicen que lo complicado es atraer a los chavales para que prueben en el canto...
- Lo difícil es hacerlo conocer. Por ejemplo: cuando se buscan voces, se trabaja con colegios haciendo una pequeña prueba. Claro, es un embudo, no todos se van a apuntar, pero cuanto mayor es, son más los que se quedan. Otro aspecto muy curioso es que un alumno de una escuela de música que tenga como asignatura obligatoria el canto, se queda colgado si quiere seguir y no hay un coro infantil o juvenil en su municipio.
- Otra derivada de su estudio es el desequilibrio territorial: Gipuzkoa tiene más coros que Bizkaia y Álava juntas.
- Hay más coros y más numerosos. En Gipuzkoa la dispersión poblacional es mayor que en Bizkaia y no digamos en Álava. Hay muchos centros, como Eibar, Irun, Zarautz, Tolosa, Arrasate... Y los servicios de escuelas de música son más amplios en Gipuzkoa que en los otros dos territorios.
- Como conclusión: no se puede esperar a que los niños se acerquen a los coros, sino que hay que ir a buscarlos.
- Sí, hay que darlos a conocer. Es un proceso que gusta. La barrera es que a veces se vende como un sacrificio, cuando en realidad es algo que se disfruta.
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