El valor de la ópera de 'kilómetro cero' y la apoteosis de Anduaga y Sancho-Pereg
Fue una de las grandes noches de esta Quincena. Ahora llegará el desembarco de las grandes orquestas y de batutas de culto como Semyon Bychkov, ... pero la cita de ayer estaba revestida de un encanto especial, y ese ambiente flotaba desde el momento en que el público entraba al Kursaal en una calurosa tarde de agosto. Las continuas ovaciones durante la función certificaron el 'glamour' cercano de una noche marcada por el talento de los paisanos que triunfan por el mundo.
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Alguien ha llamado a 'La fille du régiment' «ópera de kilómetro cero», como esa gastronomía que consume de las materias primas propias. Las voces de Xabier Anduaga y Elena Sancho-Pereg eran el mayor reclamo. Anduaga, pese a su juventud, ha ganado ya los más prestigiosos concursos internacionales, ha debutado con éxito en los grandes templos y prepara su estreno en el Metropolitan de Nueva York. Pero su frase ya emblemática con la que titulamos hace unas semanas una entrevista en este periódico, «me hace más ilusión que me vea mi amoña en el Kursaal que debutar en el Met», ha sido como un eslogan que resume bien el espíritu de ayer. Y vaya éxito. Dicen los veteranos de la Quincena que nunca en la época reciente un cantante había repetido un aria por petición del público. Fue la apoteosis.
Anduaga había lanzado en DV un titular que era un eslogan: «Me ilusiona más que me vea mi amoña aquí que debutar en NY»
Anduaga volvía a casa (profesionalmente, porque su residencia sigue siendo Donostia, como base de operaciones de sus vueltas por el mundo) con otra donostiarra habitual en los teatros europeos, Elena Sancho-Pereg. Curiosamente actuaban juntos por primera vez. Había más voces locales emergentes en los circuitos internacionales, como Paula Iragorri, Juan Laborería o Luken Munguira, el valor seguro de la Euskadiko Orkestra y el siempre solvente coro Easo. Y el conjunto resultó estupendo, aunque los detalles los aporta aquí al lado el juicio musical de María José Cano.
La Quincena ha hecho de la necesidad virtud. En el mundo de la lírica, aún complicado por los coletazos de la pandemia, apostó por volver a la ópera representada y hacerlo con un enorme guiño a la cantera. Eso ha terminado siendo uno de los momentazos de esta edición que cruza ya su ecuador. Mañana hay segunda función.
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