«La música clásica ha salido de la UCI, pero aún sigue en atención de urgencias»
Tras presentar el programa completo de la 84 edición del festival donostiarra de música clásica, el gerente cumple 15 años al frente y hace un repaso de su momento actual
La venta de entradas para la programación completa de la 84 edición de la Quincena Musical arrancó el jueves a muy buen ritmo: «Me acaban ... de decir que hemos llegado ya al 60% de la taquilla vendida». Y eso, para el director del festival Patrick Alfaya, supone haber cubierto ya «un 20% más de lo que tenemos que recaudar». Tan solo ocho horas tardó en agotarse el aforo para disfrutar el próximo 18 de agosto de la joya del programa: la 'Octava' de Mahler. «Creo que es la primera vez en la historia de la Quincena que se agota un concierto tan rápido». Con estos precedentes, Alfaya no puede mostrarse más que optimista, aunque reconoce que siempre lo ha sido.
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– La última vez que se escuchó la 'Octava' en el Kursaal fue con la Orquesta Sinfónica de Galicia, de la que usted era entonces gerente.
– Es muy extraordinaria por sus dimensiones, por lo que apenas se llega a interpretar. Aquí creo que no se hace desde hace 18 años.
– ¿Y cómo se la vendería a alguien que no sabe de qué se trata?
– Es todo un despliegue de producción y, para alguien que nunca ha venido a un concierto, solo el aspecto estético de ver a 400 personas actuando a la vez, ya supone un impacto. Además, no hay un momento de descanso porque continuamente está pasando algo en el escenario. Hay instantes en los que están cantando a la vez los ocho solistas, los tres coros y las dos orquestas. ¡Como para echar a volar!
– 'El plan que mejor suena'. ¿Qué buscan con este nuevo eslogan y el cambio de imagen?
– Lo hemos planteado como una propuesta más veraniega porque este, al fin y al cabo, es un festival de verano y queremos conectar con él. También viene bien de vez en cuando cambiar la estética de lo que planteas, aunque el contenido no cambie, es música clásica. En esa idea de verano está el ir a la playa, salir, pasear, estar en una terraza... y ver un concierto. Esta es una posibilidad más y se puede hacer todo.
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«Hay cientos de ciudadanos en Donostia que no conocen la Quincena, a los que no les suena ni el nombre»
– Es decir, que el festival no quede fuera de los planes de ocio ni de cierto perfil de público.
– Hay cientos de ciudadanos en Donostia que no conocen la Quincena, a los que no les suena ni el nombre. Recuerdo a un acomodador del Kursaal, era un chico joven que, durante el descanso de un concierto de música barroca, estaba casi como bailando. Me puse a hablar con él y me dijo: 'tengo una banda y, oye, esto del barroco mola'. Así que le dije que había conciertos de barroco en Quincena y me contestó: '¿Quincena? ¿Eso qué es?'. Luego le he vuelto a ver y me ha dicho que ahora suele escuchar música barroca en algún programa de radio.
– ¿Quizá haya que hacer un mayor esfuerzo en comunicación?
– Sí, porque también sobrevuela el miedo a escoger mal. Y ese concepto como de algo elitista que por desgracia se sigue utilizando mucho: hay grandes teatros y artistas que aún juegan con una idea de exclusividad que dispara los precios. El Ministerio de Cultura debería dar un tirón de orejas. La Quincena es una opción más del verano donostiarra que nosotros intentamos popularizar lo más posible, además, nuestras entradas no son nada caras.
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– A quién no conozca lo que es la Quincena Musical pero tenga curiosidad, ¿por dónde le recomendaría empezar?
– Le recomendaría empezar por un concierto sinfónico. Creo que un recital le puede resultar más difícil meterse en él, sin embargo, un concierto como el del día 3 con música de Shostakovich y Tchaikovsky tiene de todo. Shostakovich es casi jazz, con esos cambios rítmicos alucinantes... y Tchaikovsky es el romanticismo más bonito jamás escrito, además de que a la gente ya le suena porque es música que se ha utilizado muchísimo. Estoy convencido de que alguien que no ha ido nunca a un concierto de música clásica, ahí, se lo va a pasar bien.
– ¿Y para los más entendidos? ¿Alguna rara avis?
– Pues quizá el de Hilary Hahn, que estrena un concierto de una compositora uzbeka ('Labyrinthe du temps', de Aziza Sadikova). Aunque en la primera parte interpretarán a Mozart, por si acaso (ríe). También el 'Edipo Rey'... es una música tan poderosa que en el momento en que la escuchas te embelesa. Nos habla de los mitos, de los tabús de la sociedad y del pobre Edipo que nace con una condena terrible de la que no puede huir.
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– Ahora que ya se pueden ver las cosas con cierta perspectiva, ¿en qué estado diría que se encuentra la música clásica tras la pandemia? ¿Ha salido de la UCI?
– Creo que ha salido un poco, pero aún sigue en atención de urgencias. Pero es que las cosas van a cambiar y tienen que cambiar, por ejemplo, en el tema de los nombres. A todo el mundo le suena Daniel Barenboim, pero tiene 80 años y después de él... ¿quién quedará? Aún tenemos a Sokolov, Uchida y Pollini, pero el público general no conoce a las próximas generaciones. De Barenboim a Simon Rattle aún son populares pero, más allá del público especializado, ya a otros como Petrenko no los conocen. Y con esto no digo que sea peor, sino que en el mundo de hoy ya no existen esas fuerzas privadas que empujaban por crear estrellas a través de los discos. Ya no hay casas de discos de música clásica. Por eso cuando negocio cachés con agentes de ciertos artistas les digo que tenemos que buscar otro gancho, no vale con haber cantado en el Teatro Real.
– ¿Y cuál es ese gancho?
– A veces es la historia, a veces es la obra, pero fundamentalmente es el repertorio. Luego otra cosa es que consigas que tu nombre se asocie a poner sobre el escenario algo de mucha calidad, porque tampoco vale tocar una 'Octava' de Mahler con la mitad de violines y un solo coro. Hay gente como Mutter, Sokolov y Uchida que todavía atraen mucho público, pero de aquí a diez años...
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– Por ejemplo, Sokolov no se prodiga mucho en concierto. Tiene una personalidad especial.
– Sokolov siempre deja un día entre medias de sus conciertos y se niega a viajar haciendo escalas. Es curioso porque cuando venía a tocar solía desayunar con él y el tipo me hablaba de la obra de Valle-Inclán, de Pío Baroja... La última vez que tocó en San Sebastián fue en el Victoria Eugenia en plena Semana Grande y tocó como ocho bises. El concierto se alargaba y en un momento dado empezaron los fuegos artificiales. Así que al terminar el concierto, en su camerino, se nos acercó muy cabreado a pedir explicaciones pero siempre con una sonrisa en la cara. Es tremendamente educado. ¡Pero cómo íbamos a conseguir parar los fuegos! Así que para este verano me preguntó en qué escenario iba a tocar y le tranquilizó saber que iba a ser en el del Kursaal.
«Hemos tenido una bajada a los infiernos pero creo que nos recuperaremos. Lo que no tengo claro es hasta dónde lo haremos»
– Parece que está costando volver a llenar las salas, incluso en citas que antes no fallaban como las de Euskadiko Orkestra. ¿A qué se debe?
– La oferta musical de esta ciudad es una barbaridad: festivales de verano, orquesta, Kursaal Eszena, Victoria Eugenia, coros... Es que somos 180.000 habitantes y, lo digo con todo el respeto, eso es un barrio de Madrid. Claro que es diferente porque esta es una sociedad con una tradición cultural armada. Pero hay una caída profunda en todas las artes escénicas, la Euskadiko Orkestra y la Quincena hemos tenido una bajada a los infiernos pero creo que poco a poco nos recuperaremos. Lo que no tengo claro es hasta dónde lo haremos, porque la transición entre las generaciones de artistas va a ser dura.
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– ¿Y podrá contar la Quincena con usted para esa transición?
– Depende de todo el mundo, no solo de mí.
«En Galicia estaba muy a gusto pero llegó un punto en que me empecé a aburrir. Tenía ganas de hacer otras cosas»
– ¿Por su parte?
– Vamos a ver, creo que sí. También te digo que en Galicia estaba muy a gusto pero llegó un punto en que dije 'me quiero ir'. No había tenido ningún problema, al revés, todo funcionaba bien solo fue que me empecé a aburrir. Tenía ganas de hacer otras cosas e incluso me llegó una oferta de la Orquesta Nacional que rechacé, no por una cuestión económica, sino porque puse como condición una menor dependencia burocrática que no se cumplió a la hora de firmar. Dejé Galicia y me fui a Barcelona donde estuve muy bien, pero donde se desperdició la posibilidad de renovar la orquesta.
– Con lo cual seguirá hasta que se aburra.
– ¡O hasta que se aburran de mí! Siempre he sido honrado en ese sentido. Con el 60% de la taquilla vendida este año estoy más tranquilo, ahora el reto es captar el interés por uno u otro concierto, porque una 'Novena' de Beethoven sabes que se va a llenar así que hay que empujar el resto de citas.
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«La Quincena me ha enseñado que un festival no puede vivir de espaldas a su ciudad, y aquí está muy enraizado»
– Ya son 15 años los que lleva al frente de la Quincena Musical. ¿Qué le aconsejaría al Patrick que comenzaba en julio de 2009?
– No sé lo que le aconsejaría. Cuando estaba en Galicia era gerente de un consorcio que gestionaba la orquesta, los coros y el Festival Mozart, que ya desapareció. Ahora con perspectiva veo todos los fallos que cometimos y uno de ellos era el de vivir completamente a espaldas de la ciudad, que nunca se sintió identificada con el festival. Todo tenía que ser la excelencia artística, pero luego no venía público. ¿De qué sirve hacer un 'Don Giovanni' en un auditorio de 1.600 butacas y tener solo 300 vendidas? En cambio aquí eso fue un logro que alcanzó José Antonio Echenique y probablemente los anteriores directores, que también dejaron muy enraizado el árbol. La Quincena Musical me ha enseñado que un festival no puede vivir al margen de su ciudad.
– En un plano más personal, ¿cuáles son los otros 'planes que mejor le suenan' a Patrick Alfaya?
– A mí posiblemente lo que más me guste es leer, aunque también soy muy de cine y de ir a andar con amigos al monte. Eso de subir, sudar y comer en cualquier caserío. Esta ciudad es muy sociable y aquí tengo muchos viejos amigos, pero también me gusta mucho estar solo. Y me encanta ver piedras y con eso me refiero, por ejemplo, a visitar joyas del Románico. Disfruté mucho del arte normando en Sicilia y hace poco vi un documental sobre el tacón de la bota, la zona de Lecce, que debe ser una maravilla porque durante mucho tiempo debió de ser bizantina. La playa me gusta pero aquí la tenemos todo el año así que, en cuanto termine la Quincena, me iré a ver piedras.
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