Lluvia, fuego y Fermin
Pablo de León
Domingo, 15 de junio 2025, 00:18
Fermin Muguruza congregó en Anoeta a 30.000 almas entregadas, en una noche en la que demostró que el paso del tiempo no ha hecho ... sino afilar su mensaje, renovar su energía y ampliar su repertorio de himnos militantes. El concierto fue más que una retrospectiva: fue una celebración combativa del mestizaje musical, la resistencia política y la memoria colectiva.
Desde los primeros compases de 'Maputxe', el estadio vibró con una tensión eléctrica. Muguruza apareció entre luces rojas e imágenes de pueblos indígenas en lucha. Sin pausa, enlazó con 'Urrun' y 'Eguraldi Lainotsua Hiriburuan', estableciendo desde el inicio esa alquimia única entre dub, punk y conciencia que lo ha definido durante cuatro décadas.
Fermin Muguruza
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Intérpretes: Fermin Muguruza (Voz principal), Lide Hernando (Guitarra), Miryam 'Matah' (Coros), Víctor Navarrete (Bajo), Gerard Casajús (Percusión y dub), Xabi Solano (Trikitixa), Jon Elizalde (Trombón), Aritz Lonbide (Trompeta), Igor Ruiz (Saxo) y Gloria Maurel (Batería).
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Lugar: Anoeta.
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Asistencia: 30.000 personas
La banda no sólo acompañaba: incendiaba cada arreglo, cada puente, cada breakdown. Una máquina perfectamente engrasada y efectiva a la hora de transicionar de un género a otro. El cóctel perfecto para servir a la audiencia un setlist que fue un viaje transversal por su dilatada carrera. A nivel sonoro, el concierto fue una exhibición de cómo una homogeneidad bien entendida puede convertirse en una forma de lucha. Cada estilo fue utilizado como vehículo para un mensaje más grande, pero también como medio para la comunión colectiva.
Los pogos en primera fila y los puños en alto no faltaron entre tema y tema. Un ambiente en el que el cantante irundarra aprovechó la oportunidad para denunciar la represión en Gaza y las desigualdades en la muga con Francia. También recordó la figura de su hermano Iñigo. El final fue un estallido convertido en un carnaval insurrecto y en un guiño perfecto a los orígenes. A sus 62 años, Muguruza no baja el puño ni el volumen. Lo suyo no es un revival: es una trinchera sónica que sigue abierta. En un mundo que parece cada vez más hostil a la disidencia, su música resiste, vibra, y arde.
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