Fue un puro goce, una delicia que disfrutamos tanto el público como los que estaban en el escenario. El homenaje a Falla que Euskal Barrok ... Ensemble ofreció ayer tuvo ingredientes para gustar a todos, porque supuso una declaración de la universalidad de la música fuera de estilos, tópicos o fronteras, en un espectáculo interpretado con una altísima calidad.
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La agrupación se presentó para este proyecto con un sexteto instrumental de gran nivel, unos músicos excepcionales en lo individual y perfectos compañeros de aventura. Enrike Solinís hizo una verdadera exhibición de dominio de guitarras, laúd y tiorba, con momentos realmente virtuosos y complicados, dirigiendo desde su silla a un conjunto que parecía entenderse con sólo mirarse de reojo. Fue el perfecto cómplice de un contrabajista y un percusionista, ambos extraordinarios, que regalaron pasión. Sólidos, siempre afinados y con el color apropiado para cada obra, funcionaron el violín, las flautas y el sacabuche. Completaron el elenco la cantaora María José Pérez, de preciosa voz, exquisita en matices y con una personalidad cautivadora en escena, y la bailaora María Moreno, pura raza en su danza e hipnótica con su movimiento de manos.
Con estos artistas y un repertorio muy variado que nos transportó por músicas de todo tipo, vivimos una velada seductora en la que todo estuvo ensamblado con naturalidad. Es imposible quedarse con un solo momento, pero quizá el paso de la 'Canción del amor dolido' de Falla a la 'Chaconna- Guajira' de Sanz, Matteis y música tradicional fue un ejemplo de su manera de construir nuevas obras y emociones en un grato maridaje.
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