Juancho, de Sidecars: «En nuestro barrio, quien tenía una guitarra molaba y quien no, era un 'pringao'»

En un soleado día de San Isidro paseamos virtualmente desde Chueca hasta las Vistillas y ahí nos surge la primera pregunta. ¿Es Madrid más de chotis o de rockanroll? «Obviamente, Madrid es rockanroll, eso es lo que he mamado», dice Juancho sin un ápice de duda. Aunque a Sidecars le pega más ir a la Siroco que a la Pradera tampoco les ha sentado mal versionar el clásico 'Madrid' de Agustín Lara aprovechando las fiestas. «Nos han dejado adaptar la letra para hablar de 'nuestro' Madrid, porque es verdad que la original está un poquito desactualizada. Hemos intentado hacerlo con todo el respeto y el cariño».

Sin embargo, la boina de Juancho poco tiene que ver con la del chulapo con clavel en la solapa. La suya huele a barrio, a las vías del tren que pasan por la Alameda de Osuna y al polvo del parque de El Capricho, cuna de bandas de rock como Buenas Noches Rose, Mala Hierba, Pereza o Cabeza de Canoa. ¿Será algún germen en el aire? «Pienso que tiene que ver un poco con la imitación», explica. «En nuestro barrio, los más jóvenes veíamos que las generaciones más mayores nos contagiaban la necesidad de agarrar las guitarras. Molaban, estaban rodeados de chicas y el que no tenía una banda era un 'pringao'. Además teníamos unos locales de ensayo al lado en los que estaban todos los grupos, así que te asomabas ahí a escucharlas y te nutría mucho de su talento».

Su primera guitarra se le apareció un verano que pasó castigado por catear en el colegio. «Me la regaló mi hermano porque debió pensar: 'Menudos meses le van a tocar pasar a este pobre'. La empecé a hacer sonar prontito, tocando acordes con 'quintas' y me di cuenta que se me daba bien».

Con el tiempo se curtió en los garitos, una 'mili' con esa cuadrilla de amigos que hoy le siguen acompañando siete discos después en esta gira de teatros. «En ellos ocurren cosas que no suceden en otros recintos. Por ejemplo, y aunque parezca muy evidente, hay silencio. Es algo a lo que no estamos acostumbrados. Al final los músicos dedicamos mucho tiempo a arreglar los pequeños detalles de las canciones y en los teatros hay espacio para escuchar, para cantar y para emocionarse. Hay aplausos en momentos en que no suelen ocurrir, como después de un solo. Reivindico los teatros como recintos para hacer rockanroll».

Hace 16 años, Sidecars vinieron a Donostia a tocar en el FNAC, luego visitaron Le Bukowski, y más recientemente actuaron en Tabakalera... Esta será su primera vez en el Victoria Eugenia, al menos que Juancho recuerde. «Tengo la duda», dice tras unos instantes. «Llevo tantos años dando vueltas como una noria que juraría que ya he tocado en este lugar increíble pero, desde luego, con Sidecars seguro que no. Es una buena manera de desvirgarse».

Será el concierto que cierre la gira lo que lleva implícito «un grado de emoción extra» y el que servirá para comenzar el asalto al verano con la vuelta el formato eléctrico y la 'tournée' por los festivales. «Estamos en un momento especialmente dulce, sonando mejor que nunca, y el hecho de cambiar de escenario supone una inyección de energía. Te renueva la ilusión después de mucho shows porque en estas giras tan largas, aunque intentas que no, hay cosas que se vuelven un poco mecánicas y viene bien cambiar al modo 'rock'».

Porque con 'Trece' vienen sumergiéndose en un pop ligero que encaja bien con el espíritu de teatro, pero que ahora necesitan compensar con la electricidad y la grasa rockera. Un álbum cuya acogida les ha sorprendido y que ha servido para renovar parte de su público. «Por primera vez –y es algo que no me parece ni bien ni mal– se nos ha ubicado en un lugar en el que no habíamos estado antes que es el de una banda asentada, incluso clásica si me apuras. Cosa que me hace gracia porque hemos pasado de ser la eterna 'banda revelación' a de pronto ser un clásico de un día para otro», cuenta con cierta ironía. «En el fondo es bonito porque lo que nos quieren decir es que hemos peleado muchos años y nos hemos asentado».

Dice que ahora cuando la gente le para por la calle le habla de Sidecars, y que por fin parece que se ha despegado de encima la etiqueta de 'el grupo del hermano de Leiva'. «Por supuesto que acabé agotado de que me recordaran en todas partes de quién soy hermano, a veces con mejor intención y a veces con peor. En realidad, no creo que la etiqueta se me vaya a quitar del todo nunca». Y aún y todo se muestra agradecido de todo lo aprendido junto a su hermano, de las cosas buenas que le han llegado y de quienes se acercaran a escuchar la banda a través de Leiva.

Con él comparte escenarios por todo el mundo, como parte de su 'crew' musical. «Debo de ser de los músicos más pesados de España y de los que más giran porque voy enganchando de liana en liana desde hace muchos años». Labor que compagina con su proyecto en Sidecars como buenamente puede y que le ofrece una perspectiva diferente de la vida sobre el escenario. «Me encanta tocar con Leiva porque es como quitarme el disfraz de Sidecars y ponerme el uniforme de trabajo, de escudero, sin el peso de tener que llevar el timón de la banda. Me sirve como aprendizaje porque no tengo mucho tiempo para estudiar mi instrumento y cuando toco con mi hermano siento que es mi momento para mejorar».

En las últimas semanas se ha hablado mucho en redes de una publicación tras su concierto en Girona en el que no llenaron el aforo del Auditori. Una «realidad del oficio» que lejos de esconder decidieron mostrar en un vídeo y proclamar que también hay grandes grupos tocando en aforos vacíos. «Nos pone los pies en el suelo», decían en un alegato que fue muy aplaudido.

«Es que la imagen que transmiten las redes sociales es siempre muy tramposa, lo que pasa es que nos hemos inmunizado y estamos acostumbrados a ver que la vida de todo el mundo es acojonante y que todos se sacan fotos con los auditorios llenos». Una imagen que considera «peligrosa», sobre todo para los músicos que empiezan, «que se levantan por la mañana, abren Instagram y solo ven los súper éxitos del resto. Así que me pareció sano decirle al mundo que, ojo, en todas las giras hay algún pinchazo y no tenemos por qué esconderlo».

El oficio del músico, ese en el cual uno siempre ha de demostrar, en el que cada concierto es un examen diario y en el que tan rápido subes como vuelves a bajar. Con la serenidad de una trayectoria en la que le ha tocado bregar a contracorriente, hoy Juancho habla de sueños cumplidos. «Soñaba con poder pagar el alquiler haciendo música y lo conseguí, así que todo lo que ha llegado extra es un regalo y soy súper consciente del privilegio que tengo. ¿Que si estoy donde quería estar? Estoy mucho más arriba de donde pretendía estar».

Antes de despedirnos de este día de San Isidro por el centro de Madrid parece obligado dejarle caer una última pregunta a quien pueda ser una fuente de primera mano:

– Es que igual nos da la exclusiva... ¿Cree que volverán algún día los Pereza?

– Buf, no tengo ni idea tío, se me escapa. En eso tengo la misma información que los demás... Diría que no tiene pinta, pero nunca se sabe porque la vida da muchas vueltas. A todos nos gustaría, pero como también me encantaría ver a Platero y Tú otra vez. Entiendo los motivos por los que ya no están y los motivos por los que es difícil conseguir su vuelta, pero nunca se pierde la esperanza.