Crónica sentimental de la última visita de Joan Manuel Serrat
El 'agur'. Recibió un regalo de la alcaldesa de Villabona, comió en el Urola, paseó por La Concha y gozó de dos conciertos «íntimos». Ahora sigue la gira en América
Se ha ido este lunes a casa «cansado pero muy feliz». El último paso por Donostia del Serrat cantante ha sido intenso y, sobre ... todo, emocionante. Lo principal han sido sus dos conciertos en el Kursaal, con el aforo completo de un público entregado. Pero también ha habido tiempo para saludar a viejos amigos, como Josean Larrañaga 'Urko', comer en el Urola, pasear por La Concha, levantarse a la mañana en el hotel Londres con vistas a la bahía y revivir su pasado.
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Porque si Serrat no fue a Villabona, Villabona fue a Serrat. El autor de 'Mediterráneo' quería regresar al pueblo donde hizo prácticas de joven como obrero fresador, pero la exigencia de una gira tan larga le aconseja tomar los tiempos libres con calma y no moverse demasiado, según explican en su entorno. Así que la alcaldesa de la localidad, Beatriz Unzue, se acercó el domingo hasta los camerinos del Kursaal, antes del concierto, para entregar al artista un regalo en memoria de su tiempo en Villabona en 1958, cuando estudiaba en la universidad laboral de Tarragona y pasó un verano de prácticas en la empresa Sacem de Villabona, ese tiempo en que «iba en bici hasta Tolosa o subía hasta Zizurkil». «No mejoré en el manejo de la fresadora y el torno, pero aprendí a pescar truchas con tenedor y a jugar a pelota con cesta, y otras cosas que me dejaron el amor por esta tierra».
«Relajado y disfrutón»
Roberto Ruiz, del restaurante Hika, amigo también de Serrat por sus comunes veraneos en la localidad navarra de Viana, ofició de mediador con la complicidad de Iñigo Argomaniz, el responsable de Get In, que ha acompañado al músico en este 'finde' donostiarra. «Joan estaba feliz, relajado, disfrutón», revela Argomaniz.
«El sábado fuimos de paseo desde su hotel, el Londres, hasta el Urola, el restaurante de la Parte Vieja, y estuvo muy amable con las personas que le pedían fotos». En el local del cocinero Pablo Loureiro disfrutó de un buen menú. «Siempre que viene a Donostia nos visita y para nosotros es un honor», explica Loureiro. Al salir el cantante posó con todo el equipo de cocina y sala del restaurante, y se retiró pronto a descansar porque esperaba la gran cita del Kursaal.
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«En esta gira de despedida, 'El vicio de cantar', está actuando en grandes espacios, para más de 6.000 personas, como ocurrió en el Navarra Arena, y Bilbao y San Sebastián son las únicas ciudades donde ha cantado en auditorios, de manera más íntima», relata Argomaniz. «Esta semana hemos tenido ese lujo», añade.
El músico quiso ir a Villabona a recordar sus años de prácticas, pero necesitaba descansar. Y Villabona 'fue' al músico
Y así lo paladeó el público, en comunión con el artista, el sábado y el domingo. Guiños del músico a la ciudad (con homenaje al Orfeón y la Euskadiko Orkestra), con llenos absolutos los dos días, muchos amigos suyos en las butacas (desde Urko hasta Pedro Subijana o Iñañi Salvador) y una media de edad elevada. El sábado, aunque la cita terminó en apoteosis, quedó un último bis en el tintero. Serrat y sus músicos habían preparado 'Fiesta' como cierre, pero un público mayor que quizás ya estaba más pendiente del horario de autobuses en ese momento, las once de la noche, nos privó del broche final.
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Serrat descansó el domingo, no acompañó a sus amigos a la comida prevista en Rekondo para estar en forma por la tarde y repitió el éxito con sus amigos guipuzcoanos. «El estilo se mantiene, siempre encantador, en escena y fuera de ella», decía Subijana a la salida del auditorio.
El tramo final
Este lunes el 'noi' ha vuelto a casa, porque la agenda aprieta. La larga gira de despedida de 'el vicio de cantar' pasa ahora por Zaragoza, con dos fechas en plenas fiestas del Pilar, y después Serrat vuelve a América para despedirse de sus fieles aficionados de aquellos países en nada menos que 16 conciertos.
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La traca final llegará en diciembre con tres grandes conciertos en Madrid (tres llenos consecutivos con 11.000 espectadores cada día en el Wizink Center) y otros tres en Barcelona, a 14.000 personas la noche, en el Palau Sant Jordi. Será la despedida final, en casa, tras casi 60 años de carrera, los mismos días de diciembre en que Serrat cumple los 79 años.
«Pienso que es la despedida de verdad», remata Argomaniz. «Quienes le hemos visto este fin de semana en el Kursaal podemos decir que es la última vez que ha actuado en San Sebastián... y que lo ha hecho con unos conciertos en plena forma y llenos de emotividad».
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