Lo dijo Diego Martin-Etxebarria al comienzo del concierto. La de este sábado era una velada «histórica». Y cabría añadir que también notable. La lectura ... que realizaron todos de 'Amaya' de Guridi fue sobre todo expresiva. Es como si los pentagramas se hubieran ofrecido con el corazón en un ejercicio colectivo de recuperación y divulgación de un patrimonio que cien años después de haber sido creado aún es casi desconocido. Por eso, el público, que no llenó el Kursaal, pudo conocer la imponente partitura de un Guridi maduro con la seguridad de recibirla con trabajo, conocimiento y pasión. Sin embargo, habría sido deseable ver esta ópera representada para degustarla con todos sus elementos.
El director fue el principal artífice de que todos los elementos confluyeran con acierto. Funcionó con oficio en el podio, regulando el sonido de la poderosa orquesta y cuidando a los solistas. Consiguió un buen equilibrio tímbrico, a pesar de lidiar con una escritura no siempre cómoda para los cantantes, que tuvieron que enfrentarse a tesituras poco brillantes –especialmente Marifé Nogales como Amagoya, que hizo un magnífico trabajo–. La mezzo, que tuvo una gran presencia, sobre todo en el primer acto, destacó en toda la obra por su cuidada dicción, su emisión siempre regular y su hermoso color, luciéndose incluso en registros muy graves.
'Amaya' de Guridi
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Intérpretes: Arantza Ezenarro, Gillen Munguía, Juan Laborería, Marifé Nogales, Lucía Gómez, José Manuel Díaz, Darío Maya, Luken Munguira, Ainhoa López de Munain y Julen García; Easo Abesbatza; Euskadiko Orkestra.
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Director: Diego Martin-Etxebarria.
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Ópera: 'Amaya' de Guridi en versión concierto.
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Fecha: 9-8-25.
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Lugar: Kursaal.
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Asistencia: 1.300.
Arantza Ezenarro como Amaya sedujo con su precioso timbre, muy apropiado para la protagonista, para la que Guridi escribió un canto evocador y lleno de dulzura que la soprano defendió con técnica, sensibilidad y buenos matices. Destacó la limpieza, vocalización y claridad del barítono José Manuel Díaz, que fue la primera voz masculina en intervenir como El Mensajero, y pudo lucirse aún más como Miguel en el segundo acto.
Gillen Munguía regaló un torrente de voz bien timbrada en su rol de Teodosio. El tenor donostiarra convenció por su proyección, su musicalidad y su claridad. El barítono Juan Laborería, que tuvo que enfrentarse a un amplio registro, defendió todas sus intervenciones con flexibilidad. Lucía Gómez y el resto de los solistas cumplieron con sus papeles.
El coro Easo fue sólido. Regaló brillantez en la cuarta escena del segundo acto, tras la elocuente interpretación de la orquesta en la 'ezpatadantza' y transmitió el esperado sentido de voz colectiva cargada de intensidad emocional y solemnidad. La Euskadiko Orkestra, por su parte, cumplió con su función de crear atmósferas y comentar la acción dramática con una gran gama dinámica.
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