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Bob Dylan con la armónica que usaba habitualmente en sus comienzos.
La canción que cambió el rock para siempre

La canción que cambió el rock para siempre

'Like a Rolling Stone', la pieza que dio un vuelco a la carrera de Bob Dylan, cumple medio siglo

Antonio Paniagua

Miércoles, 20 de enero 2016, 10:33

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'Like a Rolling Stone', quizá la canción más hermosa del rock, concitó en su nacimiento críticas iracundas. Cuando Bob Dylan la quería interpretar en el Reino Unido un admirador despechado le injurió llamándole «¡judas!». Han pasado cincuenta años desde su creación y el tema no pierde ese aire afilado. La canción rezuma el sabor del mejor blues cuya onda expansiva arrasa con todo: un golpe de baqueta y el sonido del bombo abren la conjunción perfecta entre una guitarra, un órgano Hammond y el rastro de una armónica, con la voz nasal de Dylan reinando e imponiéndose con un acento cínico. En 59 versos Dylan cuaja un difícil matrimonio, el de la poesía simbolista con la jerga callejera y los vientos de ruptura que soplaban en los sesenta. Estamos ante una de las piezas que más han influido en la música popular y que propulsó la carrera de Bob Dylan para elevarlo al Olimpo de los mitos.

Por su duración, de algo más de seis minutos, Like a Rolling Stone hizo añicos todas las convenciones artísticas de la época. La grabación, que aconteció entre el 15 y 16 de junio de 1965, era mutilada sin piedad por las emisoras de radio, impacientes por lo que juzgaban excesiva duración del tema. Pero 'Like a Rolling Stone' no es revolucionaria por su formato temporal, sino porque un cantautor con un recorrido folk detrás marcaba el paso por primera vez a los Beatles y a la propia banda comandada por Mick Jagger. Con esa composición Bob Dylan abjuraba de su papel de cantante de folk, un rol que le estaba asfixiando. Para disgusto de los puristas, el discípulo aventajado de Alan Lomax y Pete Seeger rompía con la tradición, con el encasillamiento de profeta de la denuncia, y se amistaba con el enemigo: el rock. Y para colmo usaba instrumentos eléctricos.

Corría 1965 y las cosas estaban convulsas. Estados Unidos exhibía su poder militar sobre el pueblo vietnamita, la segregación racial campaba a sus anchas, hasta el punto de que en doce Estados americanos seguía estando prohibido el matrimonio interracial. El mundo se tensaba bajo la psicosis de la Guerra Fría, mientras norteamericanos y rusos pugnaban por el liderazgo de la carrera espacial. En lo musical, el soul, el jazz y la música country experimentaban también sus propios big-bang, al tiempo que los Beatles y los Rolling contribuían al estallido de creatividad con los lanzamientos de 'Hel' y 'Satisfaction'. En medio de todas esas turbulencias, Dylan apostaba por un cambio de rumbo y sacaba al mercado 'Bringing It All Back Home', publicado unas semanas antes de la grabación de 'Like a Rolling Stone'. Con ese el disco el autor de 'Blowin in the wind' se rebelaba contra su propio destino. No fue un paso en falso ni una epifanía con dolor. Los seguidores de Dylan no comprendían su traición y destilaban odio. Tanto es así que Levon Helm, que luego llegó a ser baterista de The Band, abandonó la gira en que se estrenó la canción apabullado por la ira del público.

Estudios de Columbia

Lo peculiar de esta canción, que forma parte del álbum 'Highway 61 Revisited' es que, como dijo aquel, empieza con un terremoto para ir a más. Y ¿cómo nació esta pieza que conserva envidiablemente la juventud y el punto ácido que el compositor le imprimió? Dylan grababa en los estudios de Columbia en Nueva York acompañado a las guitarras por Mike Bloomfield, con quien fue directo al grano: «no me toques ninguna historia blues a lo B. B. King». Paul Griffin estaba a cargo del piano, Joe Macho Jr. al bajo, Bobby Gregg a la batería y Bruce Langhorne a la pandereta. Todos ellos se afanaban por salvar un tema que se les escurría de las manos. Por alguna razón desconocida no le insuflaban el tono adecuado. Tuvo que llegar el día siguiente, 16 de junio, para que se obrara el milagro. Esta vez a la banda se incorporaba el guitarrista Al Kooper, invitado por el productor Tom Wilson. Kooper, un joven guitarrista de 21 años que se mostraba intimidado ante músicos mucho más experimentados, especialmente ante su colega Bloomfield, se decidió a tocar el órgano que Griffin había abandonado para abordar la batería. No era teclista ni mucho menos, pero su impericia fue proverbial. Kooper se acercó a Wilson para hacerle escuchar un pasaje de órgano que había compuesto. Bob Dylan lo oyó y ordenó que aquel riff debía sonar más fuerte en la mezcla, pese a las reticencias del productor, que objetaba que Kooper no era un organista.

En cuanto a la letra, Dylan tuvo que cribarla y acortarla, pues llegó a ocupar veinte folios en su versión más extensa. Son muchas las hipótesis que se formulado sobre sus versos. Parece ser que el cantante actuó movido por la venganza. Bob Dylan suelta vitriolo. La destinataria de sus pullas, a la luz de algunas especulaciones, es Edie Sedgwick, actriz y musa de Andy Warhol que pudo haber tenido una relación con el músico. El tema cuenta la caída en desgracia de una mujer que se había paseado por altivez por aquel Manhattan de los sesenta en plena ebullición, de exaltación de las drogas y la libertad sexual. Puede ser que Dylan hablara solo de sí mismo. Lo cierto es que sus estrofas supusieron para él todo un desahogo. El propio autor definió el texto como «una vomitona». Es una paradoja que la canción que encarna el espíritu de los sesenta, con sus postulados de paz, amor y libertad, sea un grito de venganza.

Ahora esas estrofas se cotizan como el oro. Un manuscrito original de apenas cuatro folios de la canción se vendió en 2014 por dos millones de dólares en la casa de subastas Sotheby's. El encargado de la venta encontraba en esos papeles garabateados una naturaleza casi divina. «Este es el Santo Grial de las letras de rock», proclamó.

Gracias a un DJ

La canción no fue publicada como disco sencillo inmediatamente debido a esos seis minutos de duración que volvieron locas a las emisoras de radio. Pero desde que un DJ puso la grabación en un club el tema comenzó a ser solicitado cada vez con más frecuencia. Shaun Considine, que coordinaba los lanzamientos de Columbia Records, llevó una versión de 'Like a Rolling Stone' a una discoteca de reciente apertura, concurrida por famosos y gente de la industria musical. El público enloqueció cuando la escuchó. De esta forma se allanó el camino hacia la radio y entonces, sí, se publicó como sencillo.

El crítico musical Greil Marcus, que ha glosado la historia de esta pieza del rock en el libro 'Like a Rolling Stone. Bob Dylan en la encrucijada' (Global Rhythm), aduce que los abucheos que sufrió Dylan en la gira que hizo por el Reino Unido en 1966 no tenían nada de espontáneos. «En el Reino Unido, el Partido Comunista controlaba una red de clubes de folk estalinistas donde había un estricto control sobre qué canciones se podían cantar, quién las cantaba y de qué manera», apunta el escritor. El periodista alega que «además de los fans de Bob Dylan decepcionados, confusos o airados con su nueva música, se reclutaba a gente en los clubs de folk para ir a sus conciertos y boicotearlos; es decir, se les pagaba por marcharse».

'Like a Rolling Stone' cumple medio siglo con inmejorable salud. Muchos años después de su creación, con otro milenio en el calendario sigue sonando rotunda. Conserva intacta su magia. Nadie mejor que Bruce Springsteen para explicarlo. «La primera vez que escuché a Bob Dylan estaba en el coche con mi madre escuchando WMCA y luego siguió aquel golpe de caja que sonó como si alguien hubiera abierto la puerta de tu mente de una patada. (...) Cambió la cara del rock and roll para siempre».

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