Las máscaras de Sílvia

Ella fue, en todo el Victoria Eugenia, la única sin el tapabocas de rigor, pero a cambio lució infinitas máscaras musicales, comenzando por la flamenca, con una sobrecogedora versión a capella del 'Que me van aniquilando' de Enrique Morente, y siguiendo con 'Plumita', con guiño de celesta a 'Txoria txori'. Insistió en su amor por la naturaleza con 'Els dracs busquen l'abril' y 'La flor', alumbradas en el confinamiento, y tras 'Grito pelao', cambió la guitarra acústica por la eléctrica.

De esa colaboración con la coreógrafa Rocío Molina también rescató las poderosas 'The Womb' y 'The Fatherless', versos de Sylvia Plath cantados con pregrabados y electrónica que la liberaron de tocar para actuar con cada centímetro de su cuerpo, así como el 'Tango de la vía láctea' y 'Par coeur', arrabalera y sacra, respectivamente. Sonaron 'Man of the Trees', temas de obras de Lluís Homar ('Estimat', 'Ensumo l'abril', 'Pena salada'), la revisión de 'The Sound of Silence', 'Tres locuras' y dos poemas sublimes: 'Mañana' (Ana María Moix), con aires mexicanos, y 'Todas las madres del mundo' (Miguel Hernández), con el extasiado público de corista.

Tras cerrar el círculo con los tangos del maestro Morente –salpicados ahora de distorsión eléctrica–, hizo dos bises al borde del escenario, de pie y frente a un micro suspendido en el aire: 'Intemperie, el tema del filme homónimo, lo cantó a pelo con percusión ibérica, y 'Gallo rojo, gallo negro' de Sánchez Ferlosio, guitarra en ristre, cual trovadora antifranquista, la última de las máscaras que vistió ayer Sílvia. Si consiguen entradas para hoy y mañana, no se pierdan su deliciosa y emocionante farsa.