Noemí Sabugal, que interviene hoy en los Cursos de Verano de Donostia, recupera en 'Hijos del carbón' la memoria de las cuencas mineras. SARA SANTOS
Noemí Sabugal | Autora de 'Hijos del carbón'

«En las cuencas mineras hay una sensación de ingratitud y olvido porque se sienten expoliadas»

La escritora leonesa recuperará este miércoles en Donostia la memoria colectiva de los trabajadores de las explotaciones mineras

Alberto Moyano

San Sebastián

Miércoles, 6 de julio 2022, 08:00

Han pasado casi dos años desde que Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) publicó 'Hijos del carbón', acta de defunción de la minería ... en España. Hija y nieta de mineros, la autora recorre en su inclasificable libro para hablar poco de sí misma y mucho de un país que se hizo a golpe de pico y pala en las galerías subterráneas de las cuencas mineras. Ahora los acontecimientos se han precipitado y ayer mismo Francia se sumaba a otros países europeos que han decidido recurrir de nuevo al carbón como fuente de energía. Sabugal participará este miércoles en el Curso de Verano 'La domesticación de la energía' (11.05 horas, Palacio de Miramar).

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– El contexto energético ha cambiado radicalmente desde la publicación de su libro.

– Ha cambiado, pero es una cuestión puntual. Durante la ola de calor del 17 de junio se alcanzó un 5% de producción de energía con carbón, cuando hasta abril era un 3%. Tanto Alemania como Austria como los Países Bajos han reactivado sus centrales de carbón, pero es algo puntual determinado por la circunstancias. En España, el carbón fue la base de la industrialización del país.

– 'Hijos del carbón' es la autopsia, no sólo de la minería, sino de todo un mundo vertebrado a su alrededor. ¿En Europa se desmanteló de forma menos devastadora?

– Depende del sitio. La potencia del carbón ha sido tanta, incluidas las empresas ligadas a su extracción, que todas cuencas mineras se han visto perjudicadas en mayor o menor medida. En Alemania han alargado la transición hasta 2038, pero en España eso no se ha hecho. En 2018 se acaban las ayudas europeas al carbón y las empresas que hubieran querido seguir hubiesen tenido que devolverlas. En España cerraron todas, la mayoría de malas maneras y con procesos concursales, menos Hunosa, que es pública. Se pasó de que un día hubiera algo y al siguiente, absolutamente nada.

Patrimonio

«Las ruinas industriales de la minería atraen a la gente porque al ser humano le gusta la destrucción»

Microcosmos

«La empresa minera mezclaba los papeles de 'padre' y de 'patrón': daba empleo y también vivienda e infraestructuras»

– Las cuencas mineras eran un universo, en el que el economato, el ocio, la vivienda y todos los aspectos de la vida estaban vinculados a la empresa.

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– Hay que entender el microcosmos de la cuenca minera para comprender por qué era ese agujero negro en torno al cual orbitaba todo lo demás. De ahí surge ese modelo de paternalismo industrial, que se da en otros sectores, en el que la empresa mezcla los papeles de 'padre' y de 'patrón'. Eso es un arma de doble filo porque solventa el problema de la necesidad de vivienda.

– Pero neutraliza la contestación obrera...

– Claro. Tú vives en una casa que es de la empresa y si te despiden, te quedas sin casa y sin trabajo. En las huelgas mineras, los economatos cerraban para que los trabajadores volvieran al trabajo. Hay que conocer este sistema de paternalismo industrial para entender que la estratificación social es muy visible: tienes las colonias para los trabajadores, las casas pareadas para los cargos intermedios y el chalé del ingeniero. Esa estratificación social provoca una conciencia de clase muy clara: sabías perfectamente para quién trabajabas y esa conciencia social provoca la capacidad del carbón para movilizarse y la fortaleza de sus reivindicaciones.

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– En el imaginario social, los mineros cuentan con todas las simpatías, pero el carbón se ha convertido en el diablo del cambio climático.

– Ambas cosas son ciertas. Qué duda cabe de que necesitamos otras energías, pero quería que se conociera algo que ha sido importantísimo para miles de personas, y hacer un acto de justicia con la vida y la memoria de toda esa gente. Aquí los trenes no funcionaban sin carbón, igual que los barcos. Ni la gente comía caliente sin carbón.

– ¿Hay un sentimiento de ingratitud entre los habitantes de esas cuencas mineras hoy abandonadas?

– Yo creo que sí. Ahora el desconocimiento sobre lo que supusieron es mayor y por eso este ejercicio de memoria es importante. Los habitantes de las cuencas sí tienen ese sentimiento de ingratitud y de olvido por parte de la sociedad porque allí trabajaron los pobres: te jugabas la vida y la salud, y no era un trabajo bien pagado en su momento, con horarios de diez horas. Eso cambió con el tiempo y los salarios acabaron siendo muy buenos, pero sí tienen la sensación de lugares expoliados.

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– ¿Cree que, aún con buenos sueldos, habría hoy en día mano de obra dispuesta a bajar a la mina?

– Por lo menos los últimos mineros, que eran jóvenes, hubieran seguido. Hubiera habido relevo generacional.

– Y las mujeres, ¿qué papel jugaron en todo este universo?

– Fundamental porque quise abrir el foco para mostrar territorios cohesionados. Durante muchas décadas, las mujeres y los niños se encargaron de la limpieza y el escogido del carbón en los lavaderos y ahí también cogían silicosis. Sin embargo, no estaba reconocido, como en el caso de los mineros. También se encargaban del transporte del carbón y además, al ser las cuencas lugares de aluvión, se ocupaban de llevar todo un sistema de fondas y hostales que dieron alojamiento a los mineros: cocinaban, limpiaban las ropas de trabajo y, en épocas más recientes, volvieron a las minas.

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– ¿Cómo interpreta esa fascinación de los urbanitas por el patrimonio industrial abandonado, con sus museos de la minería y sus visitas guiadas?

– Atrae la estética de la ruina porque el ser humano siempre le gusta la destrucción. Lo que ocurre con las ruinas mineras es que son patrimonio industrial y en muchos casos se está cayendo. Y sus habitantes lo viven de una forma muy amarga. Me he encontrado con empresas mineras, que cerraron de mala manera, que tienen la documentación de los trabajadores tirada por los suelos y ahí ves expedientes médicos, nóminas, datos personales... Cuando se recupera el patrimonio industrial es muy interesante y la gente acude a verlo porque es parte de nuestra historia.

– De cuantos participan en este Curso de Verano de la UPV/EHU, seguramente usted es la única con una implicación biográfica.

– Sí, yo no hubiera escrito este libro si no fuera una 'hija del carbón', hija y nieta de mineros. No tengo interés en que mi familia sea protagonista, voy de lo particular a lo colectivo, que son esas voces que cuentan sus experiencias. Tenía miedo de estar demasiado cerca, pero vengo de ahí y esa vida colectiva no se debe olvidar porque hablamos de economía, de ecología, pero lo más importante es lo que ha supuesto para miles y miles de personas en este país.

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