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La escritora Luisa Etxenike, junto al mar, uno de los escenario de su última novela. USOZ
Luisa Etxenike | 'Cruzar el agua'

«Pensar que el inmigrante siempre se quiere volver es una forma de xenofobia»

La escritora donostiarra teje en 'Cruzar el agua' un relato a tres bandas sobre la posibilidad de iniciar una nueva vida sin los lastres del pasado

Alberto Moyano

San Sebastián

Domingo, 6 de marzo 2022, 09:01

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Luisa Etxenike (Donostia, 1957) levanta en 'Cruzar el agua' (Ed. Nocturna) un relato en el que las vidas entrecruzadas de una inmigrante colombiana, el niño que ha perdido el habla a consecuencia de un trauma y una mujer que ha perdido la vista en un accidente luchan por deshacerse de los lastres del pasado. En su novena novela, la escritora donostiarra reafirma su apuesta por las ficciones nacidas de la imaginación, frente a las corrientes literarias de autoficción.

– La novela es estilísticamente coherente con el resto de su obra. ¿Y la temática?

– Estilísticamente, sí, desde luego. Voy hacia una escritura muy esencial, muy concisa, en la que construyo las tramas uniendo escenas en las que verdaderamente pasa algo. En cuanto a la temática, creo que también lo es. Me interesa una literatura que dé una visión esperanzada del ser humano. Vivo en un mundo en el que se insiste de muchas maneras en degradar la naturaleza humana. Yo tengo otra visión: me parece que la naturaleza es también capaz de grandes cosas y en este sentido, esta novela da una visión alta del ser humano.

El ángulo ciego

«El terrorismo nos colocaba en un estado de hiperatención y de alerta de la mirada permanente»

– El hilo que sí une quizás toda su obra es la realidad inmediata: el aquí y el ahora.

– Efectivamente. El terrorismo nos colocaba en un estado de hiperatención y de alerta de la mirada permanente. Y la literatura siempre debe mirar detrás de las fachadas y de las cortinas, debe mirar el ángulo ciego que no se ven. Vivir en Euskadi me ha entrenado ese mirada hacia lo que nos rodea.

– En la novela aborda la inmigración desde una perspectiva original: el desarraigo como liberación.

– Hay muchas formas de xenofobia. Algunas, muy evidentes y otras, más sutiles. Éstas son las que indican profundamente nuestra dificultad para aceptar la llegada de otros. Diría que el hecho de imaginar que el inmigrante siempre es nostálgico es una forma de xenofobia casi inconsciente. La idea de que siempre querrá volver, por lo tanto, marcharse... Pero yo creo que no, que inmigrar es la posibilidad de empezar una nueva vida en un nuevo territorio al que pueden tener deseos de pertenecer, sin estar necesariamente vinculados con el pasado. La nostalgia es muy incómoda, como andar por la calle mirando hacia atrás.

Las palabras

«El lenguaje tiene mucho poder y con él se puede hacer mucho daño. La palabra puede herir»

– ¿Es opresora?

– Lo es y además, fija tu identidad de una forma predeterminista. Tú ya estás hecho, ya perteneces... Me parece muy importante abrir otras posibilidades. La mujer inmigrante de mi novela quiere pertenecer. Lo que ha dejado atrás forma parte de ella, pero está ya en otra vida.

– El personaje de Irene ha perdido la vista. Cuando va a nadar necesita una voz que la guíe. ¿Como a todos en la vida?

– Sí, es una metáfora muy buena porque ella también es una inmigrante, en este caso, a otra vida en la que es ciega. Necesitamos balizas y puntos de referencia que cuando se pierden, hacen falta otros. La mejor compañía es la de otro y la mejor fuerza, la que podemos compartir con el otro.

– Finalmente, el tercer personaje de la trama es el niño Juan Camilo, que guarda un secreto.

– A veces el secreto es nuestro, forma parte de algo que no queremos decir a los demás. No sé si es más fácilmente negociable que otros de los que somos depositarios. La noción más importante que Camilo aprende es que el lenguaje tiene mucho poder y que con él se puede hacer mucho daño. Hoy, que recibimos tantos mensajes y tantos discursos, vemos hasta qué punto con la palabra, que libera, también se puede herir. No sólo tiene un secreto, que le incumbe pero no es suyo: tiene que conservar un lenguaje inofensivo y quitarle el principio de violencia activa a ese secreto.

Falsificar lo real

«La realidad es cada vez más simple, lo que pasa es que está manipulada y cargada de mentiras»

– ¿Es importante ficcionalizar los recuerdos de nuestras propias vidas?

– Porque la ficción supone una organización, resuelve el caos. Tú puedes sentir de forma caótica, pero no puedes contar caóticamente. Por otro lado, requiere un distanciamiento. Eres tú, pero no eres tú. Te da la oportunidad de verte a ti misma como un personaje y esa distancia puede ser liberadora. Al ficcionarlizarse, el personaje queda fijado en el relato, pero él no. Sale del relato y puede emigrar de su vida. Ese principio de poder cruzar hacia otro lado se ve en la ficción y digamos que para mí es un principio poético.

– ¿Sigue siendo útil el realismo para abordar la realidad?

– Yo creo que sí. De dos maneras: instaurando la sinceridad en el realismo. El problema que hay hoy no es que la realidad sea difícil de aprehender por su complejidad. La realidad es cada vez más simple, lo que pasa es que está manipulada y cargada de mentiras. No es tanto una superación del realismo, sino que aquí simplemente hay una falsificación. Creo que el realismo sigue siendo válido creando las condiciones de una autenticidad. El principio de cualquier ficción es ser creíble. Pero además, hace falta un realismo con ventanas que permita mestizarse con otros niveles: el sueño, la convivencia de planos distintos, las perspectivas múltiples...

'Cruzar el agua'

Autora: Luisa Etxenike.

Estilo: novela.

Editorial: Nocturna.

Páginas: 190.

Precio: 16 euros.

Fecha de lanzamiento: mañana, lunes.

– Y la propia narrativa literaria, ¿puede competir con otros formatos, como series o videojuegos?

– La literatura exige una reflexión formal estética. Escucha lo que se ha hecho antes y mantiene la corriente cultural que une tiempos y lugares, hombres, mujeres y generaciones.

– ¿Corre riesgo de romperse esa cadena?

– Creo que sí porque hay una pobre transmisión del conocimiento literario a las nuevas generaciones. Se ha hecho eco la prensa del centenario de la publicación del 'Ulyses' de James Joyce, pero ¿quién lo ha leído? Pocos, incluso entre la gente mayor, pero la joven no tiene referencias ni del Ulises de Homero.

Imaginación literaria

«Hay una autoficción que exhibe la vida privada, que a mí me interesa muy poco y hacia la que tengo algunas reservas»

– ¿Se sitúa en algún eslabón de esa cadena?

– En la literatura de la imaginación. Yo no escribo literatura autobiográfica, estos personajes son completamente inventados. Eso no quiere decir que la realidad en la que viven sea extraterrestre, pero hoy se tiende a una literatura de autoficción, autorreferencial y memorística.

– ¿Le gusta?

– Tengo ciertas dificultades con la autoficción.

– ¿Por qué?

– Porque la veo algo encerrada. Me interesa cada vez más el cine documental y la literatura de testimonio. Ahí sí encuentro interés, pero hay una literatura de autoficción que es de exhibición de ciertas cosas que, además, implica a otros y que se suma a ese impudor generalizado en el que vivimos. Veo en las redes lo que otros comen, se ponen, dónde han estado y hay una literatura de exhibición de la vida privada, que a mí me interesa muy poco y hacia la que tengo algunas reservas. Me interesa más una literatura en la que los horizontes siempre están abiertos y cualquier cosa es posible.

– De hecho, lo que finalmente la literatura deja en el imaginario colectivo son personajes de ficción.

– Claro. La autoficción necesita el contexto de referencia y cuando desaparece, bien porque cambias de país, bien porque cambias de época, ya no tiene interés. En cambio, los personajes de ficción están sujetos a su tiempo y a su espacio, pero cuando están bien construidos, representan al humano en general. No es la vida de alguien, sino la vida de cualquiera o de todos. De algún modo, nos representan en cualquier momento.

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