La letra pequeña de la historia de Gipuzkoa
Viaje al pasado ·
La publicación de los procesos del Archivo Diocesano de Pamplona, un extraordinario retrato del territorio desde el siglo XVI, entra en su recta finalHubo un tiempo en que la Iglesia tenía sus propias cárceles. Eran celdas que solían estar en dependencias de las catedrales y en las que ... purgaban sus penas los condenados por los tribunales eclesiásticos. Por ellas pasaban sacerdotes borrachines o con líos de faldas, maridos que engañaban a sus esposas o abandonaban a sus familias, artesanos que inflaban sin justificación la factura de sus trabajos... Los tribunales eclesiásticos convivían con los civiles y se encargaban de juzgar todos aquellos casos relacionados con instituciones, personas o asuntos religiosos. El enorme protagonismo que hasta hace bien poco tuvo la Iglesia en la sociedad explica que a los integrantes de esos juzgados, en su mayoría seglares, nunca les faltase trabajo.
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Al menos una tercera parte de los 90.000 procesos que figuran en el archivo están relacionados con Gipuzkoa
Gipuzkoa no fue ajena a la actividad de los tribunales eclesiásticos. Los documentos que se conservan en el Archivo Diocesano de Pamplona revelan que la justicia de la Iglesia trabajó a destajo en el territorio desde su implantación. La provincia, que no tuvo diócesis propia hasta 1950, formó parte del Obispado de la capital navarra desde el siglo XVI hasta 1862 (luego pasó a depender de Vitoria). Los papeles que guarda el Archivo Diocesano de la capital navarra constituyen por tanto un auténtico filón para indagar en los usos y costumbres de la sociedad guipuzcoana entre 1559 y 1862. Son documentos que dibujan un retrato inédito de nuestros antepasados, una descripción minuciosa de su vida cotidiana que apenas tiene reflejo en los libros de historia, que siempre miran más hacia los grandes acontecimiento. Lo que en realidad se adivina en los archivos diocesanos es la letra pequeña de la historia de Gipuzkoa entre los siglos XVI y XIX.
EN CIFRAS
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44 son los volúmenes que tendrá la obra completa. De momento se han publicado 42, el último la semana pasada, y se espera que los dos restantes vean la luz el próximo año.
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90.000 Es la cifra de procesos que se han resumido para llevar a cabo la obra.
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5,3 millones son los documentos que se han analizado para realizar el catálogo.
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1550-1870 Los años entre los que tuvieron lugar los procesos que se encuentran en el Archivo Diocesano de Pamplona.
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1862 Es el año en que Gipuzkoa dejó de depender de la diócesis de Pamplona y se incorporó a la de Vitoria. El territorio solo tuvo diócesis propia a partir de 1950.
Los papeles se guardaban inicialmente en la catedral de Pamplona, pero luego pasaron primero al seminario y más tarde al palacio episcopal. Son más de cinco millones de folios que se encuentran en buen estado de conservación a pesar de que las condiciones de almacenamiento no eran las más idóneas. En ellos se reflejan por escrito los cerca de 90.000 procesos judiciales que dirimieron los tribunales dependientes de la diócesis de Navarra entre los siglos XVI y XIX. «Cerca de un tercio de ellos son procesos que tuvieron lugar en Gipuzkoa», aclara el donostiarra José Félix Asurmendi, un ingeniero ya retirado que se reconoce fascinado por la riqueza del archivo. «Es una fuente indispensable para conocer cómo fue realmente la sociedad en la que vivieron nuestros antepasados», sostiene.
Los jueces eclesiásticos dirimían toda clase de asuntos vinculados a la religión: matrimonios, conductas, herencias...
Tarea descomunal
Asurmendi se siente en deuda con el sacerdote navarro José Luis Sales, que ha dedicado al menos cuatro décadas de su vida a catalogar los procesos del archivo para que puedan ser consultados por historiadores, estudiantes o simples curiosos. «Ha hecho una tarea ingente, algo que merecería un reconocimiento institucional. Además de estudiar todos los casos analizando uno por uno la totalidad de los folios, los ha resumido y los ha catalogado en una colección de 44 volúmenes que está al alcance de cualquiera que tenga un mínimo interés por el pasado». Hace ya más de una década que Sales, que realizó el trabajo con la ayuda del también cura navarro Isidro Ursúa, ya fallecido, y la colaboración de Antonio Prada, archivero municipal de Zumarraga, culminó su descomunal tarea.
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Los volúmenes que resumen ese trozo de la historia empezaron a publicarse en 1988 de la mano del Gobierno de Navarra y han ido viendo la luz de forma espaciada desde entonces. «Han salido de imprenta 42 tomos, el último hace unos días, así que solo quedan por publicarse los dos últimos», apunta Asurmendi, que ha hecho una selección por pueblos de todos los procesos que tuvieron lugar en Gipuzkoa para facilitar la tarea de posibles investigadores. «Calculo que cuando se publiquen los tres volúmenes que faltan estaremos hablando de unos 30.000 casos que se desarrollaron en territorio guipuzcoano», precisa.
La singularidad de Gipuzkoa con respecto al resto de los territorios que entonces dependían del Obispado de Pamplona salta a la vista. «En una conversación que tuve con Sales hace unos años me contó que Gipuzkoa tenía poblaciones más grandes que el resto de los territorios y también que el nivel de vida era más alto», revela Asurmendi. La presencia además del mar como fuente de recursos en una época en que la pesca, la grasa de ballena o incluso la actividad corsaria generaron grandes riquezas otorga un sello peculiar a los procesos. Hay asímismo fenómenos vinculados a la religión que son genuinamente guipuzcoanos, caso de las seroras o de las ermitas, que adquirieron una pujanza sin parangón en el que era el más septentrional de los territorios de la diócesis.
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Basta echar un vistazo a algunos de los volúmenes del catálogo para apreciar su valor. Por sus páginas desfilan pequeños fragmentos de la historia cotidiana que no tienen cabida en los relatos del pasado que han llegado a nuestros días. Es un mosaico que, en palabras de la navarra Concepción García Gainza, catedrática emérita de Historia del Arte, compone una «historia antropológica que suele estar ausente de la historia de reyes y batallas a la que indudablemente completa». El fondo, añade la erudita en un artículo, «resulta excepcional si tenemos en cuenta la escasez de este tipo de documentación en otras diócesis».
Vino versus «chacolín»
La lectura de la obra sorprende por lo que tiene de entretenida. Salen a relucir líos de faldas, pleitos por herencias y disputas por asuntos tan cotidianos como la venta de alimentos, corridas de toros, parrandas, peleas, partidos de pelota o compromisos matrimoniales incumplidos. El abanico es tan amplio como la vida misma.
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En uno de los volúmenes se lee, por ejemplo, que en 1747 la villa de Aizarnazabal acusó al rector de su parroquia de quebrantar una ordenanza que prohibía la venta de vino de origen navarro «mientras dure su propia cosecha de chacolín». Lejos de asumir la norma, el religioso, «acompañado de varios vecinos, sacó un pellejo de vino de la casa del tabernero y lo bebieron públicamente en la plaza con gran ostentación y ruido».
«Dice tan mal (el religioso) las oraciones que mueve a risa y mantiene relaciones con una mujer, motivo por el que le dan cencerradas»
Al también rector de Itsasondo se le abrió en 1630 un proceso «acusándole de no cumplir con su obligación de declarar el santo Evangelio y la doctrina cristiana; además dice tan mal las oraciones que mueve a risa y mantiene relaciones con una mujer, por cuyo motivo le dan cencerradas y hasta le pusieron una sarta de cuernos delante de su puerta». Otro rector, en este caso de Zegama, es procesado en 1814 porque «se dedica en exceso al deporte de la caza, hasta el extremo de salir a cazar en los días festivos , regresando a la iglesia para la misa mayor sin haber atendido al confesionario. Gusta de andar en comilonas y ha tenido trato sospechoso con personas de otro sexo».
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En la cárcel por corsario
Pero donde realmente salen a relucir los detalles más reveladores de la vida cotidiana de la época es en los asuntos que tienen que ver con las relaciones de pareja. Hay un mozo de Erregil que es obligado a comparecer ante el tribunal porque cortejaba a una monja de Azpeitia dejándole notas de amor en la cuerda de la campana de su convento, un proceso que bien podría haberse convertido en el punto de partida de una versión guipuzcoana de 'El Decamerón'.
O una pareja de San Sebastián que en 1741 pide que se disuelva el matrimonio que la mujer había contraído años atrás porque su marido «se había embarcado al corso en un navío que fue apresado por los ingleses, quedando prisionera la tripulación». Los dos solicitantes, entretanto, «se conocieron carnalmente bajo promesa de matrimonio». Pese a la oposición de los padres del desaparecido, que declaran en el juicio que «su hijo será puesto próximamente en libertad», el tribunal accede a la petición de los amantes y declara disueltos los esponsales.
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Son pinceladas que dibujan un perfil muy poco frecuentado de la sociedad guipuzcoana y que constituyen un tesoro documental de incalculable valor para reconstruir la historia cotidiana de nuestros antepasados. Los volúmenes que conforman el catálogo han tenido de momento poca repercusión en Gipuzkoa, probablemente más por desconocimiento que por falta de interés. Solo una ínfima parte de las instituciones guipuzcoanas, entre ellas media docena de ayuntamientos, se han interesado por la obra y la han incorporado a sus fondos. Los tomos se pueden encontrar en la Librería Diocesana de Pamplona a razón de 22 euros el ejemplar.
Un tesoro para los investigadores
Ingente, titánica, ciclópea... Quienes conocen la labor llevada a cabo por José Luis Sales en el Archivo Diocesano de Pamplona no escatiman elogios a la hora de hablar de ella. Han sido cuatro décadas dedicado a escudriñar y clasificar viejos documentos –ha analizado más de cinco millones de manuscritos– que han dado como resultado un catálogo que además de resumir de forma clara y eficaz todos los procesos –en torno a los 90.000– es una hoja de ruta indispensable para cualquiera que quiera emprender una investigación. Una tarea realizada sin contrapartida económica alguna y que le ha llevado a asumir labores asociadas como montar con sus propias manos más de 2.800 metros de estanterías metálicas para depositar cajas de documentos.
La edición del catálogo ha tenido una buena acogida entre especialistas extranjeros. Son varias las universidades americanas y japonesas que disponen de la colección actualizada. Algunas de ellas incluso envían estudiantes a Pamplona para llevar a cabo trabajos de investigación a partir de los fondos del archivo. La profesora estadounidense Lu Ann Homza, por ejemplo, suele acudir todos los años a la capital navarra con cinco discípulos de una universidad de Virginia.
Esas estancias han dado como resultado interesantes trabajos de investigación, entre ellos uno que vincula a las seroras, las guardianas de las ermitas, con las diaconisas de los primeros tiempos del cristianismo. El estudio, titulado 'The Basque Seroras: Local Religion, Gender and Power in Northern Iberia, 1550–1800', es obra de Amanda Scott y está basado en su mayor parte en los procesos relacionados con las seroras, un fenómeno prácticamente circunscrito a los límites de Gipuzkoa, que la autora halló en el Archivo Diocesano de Pamplona a partir del catálogo elaborado por Sales.
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