Entró en escena con ademanes de niño travieso, correteando y dando saltitos, las manos a la espalda; una actitud desenfadada que, como demostraría a continuación, ... se contagia también al modo que Salvador Sobral tiene de encarar el arte. Volvía el portugués al Jazzaldia después de su debut de hace dos años en la plaza de la Trinidad, «uno de los días más felices y penosos» de su vida. Feliz por el prestigio del festival, penoso porque terminó su actuación con 40 de fiebre y una aparatosa gastroenteritis: «Yo creo que nunca el hotel María Cristina, que es tan chic, había...» La frase quedó inacabada, pero a buen entendedor, pocas palabras bastan.
El Kursaal recibió ayer a un Sobral transmutado en un bolerista despreocupado por cuestiones tan tediosas como el pasaporte o la apropiación cultural. A su favor tiene, además del desparpajo y la voz, un sobrio manejo del español –por primera vez ha grabado un disco íntegro en ese idioma- y un trío de jazz efectivo y competente al que dio siempre su espacio: Alma nuestra. Durante hora y media larga, los cuatro fueron desgranando casi al completo los temas de un proyecto que da una vuelta a boleros de autores cubanos y latinoamericanos en clave de jazz.
Comenzaron con 'Silencio', un clásico de Rafael Hernández María que en la película 'Buena Vista Social Club' quedó inmortalizado en las voces de Omara Portuondo e Ibrahim Ferrer, y siguieron con 'Oh vida', del gran Benny More, en la que el cantante empleó boca y manos para imitar un largo solo de trompeta asordinada. Aunque esta vez no versionó el 'Txoria txori' como en 2018, sí hizo varios saludos en un más que correcto «euskera de Lisboa» y presentó a sus músicos. «No son los mejores pero sí los más baratos que encontramos», bromeó al hablar de Cascais y Sousa Machado, los jazzmen que reclutó junto al otro ideólogo del proyecto, el pianista cubano Víctor Zamora: «No sé si es un jazzero que hace música cubana o un cubano que hace jazz».
Salvador Sobral abundó en su gusto por la exageración, el aspaviento y cierto histrionismo
Su elástica voz sonó mejor cuando más contenida estuvo, como en 'No me platiques más' o 'Alma mía'
Un sinuoso solo de contrabajo inauguró 'Si me comprendieras' (José Antonio Méndez), mientras que en la conocidísima 'Tú mi delirio' (César Portillo de la Luz) Sobral osó rapear y terminar con unos 'ayayay' flamencos que, según recordó entre risas, enojaron a un crítico andaluz que cubrió su reciente concierto de Sevilla. También interpretaron algunos boleros que no aparecen en el álbum como 'He perdido contigo' (Luis Cardenas Triana), tras el que insistió en sus dotes para la stand-up comedy al meterse en jardines que vincularon la consanguineidad y Eurovisión, el concurso que ganó en 2017 con una canción que ayer no sonó.
Durante el grueso de la función matinal, Sobral abundó en su gusto por la exageración, el aspaviento y cierto histrionismo, algo que, en ocasiones, puede desviar la atención del hermoso material lírico y musical con el que trabaja. Su elástica voz sonó mucho mejor cuando más contenido estuvo, por ejemplo, en el bellísimo pasaje que fundió 'No me platiques más' (Vicente Garrido) con 'Alma mía' (María Grever), en la que sólo se escucharon la voz del portugués y el piano del cubano. Pero el exceso regresó en 'Si me supieras querer' (Bola de Nieve), en la que antes de soltar una carcajada digna de Raphael y poner a cantar al auditorio, confesó su gustó por la «teatralidad» del bolero: sus letras desgarradoras dan pie a una interpretación más visceral frente a la mayor rigidez de los standards de jazz. Cuando llegó el single 'Tú me acostumbraste' (Frank Domínguez) siguió con las travesuras y pidió al público que le ovacionara como cuando en los conciertos de Bon Jovi suena el hit, y la entregada audiencia, como hizo en todo momento, le siguió la corriente.
En 'La gloria eres tú' (José Antonio Méndez) fingió haber llegado a la «azkenengo abestia» con mucho swing, otra ración de trompeta imaginaria y un explosivo solo de batería, pero enseguida regresaron cantante y pianista para protagonizar uno de los instantes más bellos: al margen del bolero, pero sin dejar América Latina, derrocharon toneladas de sensibilidad en su adaptación de 'La felicidad' (Pablo Milanés). Y con la banda ya al completo, la fiesta concluyó en clave sandunguera con el enmascarado auditorio cantando a pleno pulmón 'Vereda tropical' (Gonzalo Curiel).
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