Fusión de calidad

La fusión ha sido la tónica general de la 79 Quincena. El recital de Alexandre Tharaud supuso una original fusión de épocas y países. Innegable fue la fusión de estilos que propuso Jordi Savall junto a Carlos Núñez, con una clara reivindicación de la música 'popular' y de sus intérpretes, con el acercamiento del repertorio folk a territorio 'clásico'. Y, por supuesto, debemos hablar de fusión al recordar el primer concierto de la Budapest Festival Orchestra, en el que no solo fuimos testigos de la influencia de la música tradicional zíngara en el repertorio 'serio', sino también de la reunión de dos violinistas de formación muy dispar -padre e hijo- en un escenario marcado por la reunión de instrumentos propios del folclore húngaro con los habituales de la orquesta. Por último, también se pudo disfrutar de una cierta fusión en Hondarribia con el cuarteto de saxofones Sigma Project y la magnífica violinista Cecilia Berkovich en el expresivo homenaje al 'West side story' de Bernstein.

Esta aparente atención a la fusión ha venido acompañada, además, de una notable calidad por parte de sus protagonistas. Y ésta se ha dado también en otras propuestas. La oportunidad de escuchar música checa del periodo Barroco no es habitual. Y fue muy bien servida, además, por Inégal Ensemble en el ciclo de música antigua. Igualmente destacables fueron los dos conciertos de música de cámara que The Brahms Project y el dúo formado por Lina Tur Bonet y Judith Jaúregui ofrecieron en San Telmo.

No podemos dejar de citar a las orquestas que han pisado el Kursaal y que nos han acercado a grandísimos maestros y solistas. Además de Budapest e Ivan Fischer, hemos disfrutado de un hipnótico Nézet-Seguin, en su gira de despedida con la Filarmónica de Roterdam con el pianista Yefim Bronfman -magnífico su Liszt- y de la Orquesta de la Radio de Colonia, con un expresivo concierto y un pianista, Igor Levit, que sustituyó el virtuosismo de Bronfman por el intimismo de un inspirado Brahms.