El enigma de la vara de ciervo perforada
Hallado en la cueva de Aizkoltxo de Mendaro uno de los tesoros del Paleolítico de Gipuzkoa, un bastón decorado cuya función intriga a los expertos
Durante un tiempo se creyó que era un símbolo de poder, el equivalente al cetro que portaban los reyes medievales. Las últimas interpretaciones de ... los expertos, sin embargo, apuntan a que las varas de ciervo que utilizaban los habitantes del Paleolítico tenían una función más práctica: herramientas para reparar las puntas de las lanzas, trenzar cuerdas a partir de fibras vegetales o fabricar cestas. El bastón perforado hallado en la cueva de Aizkoltxo, en Mendaro, no ha proporcionado nuevas pistas para resolver el enigma aunque se trate de uno de los ejemplares más singulares localizados en la península. La vara, que acaba de ser restaurada en Gordailua, el centro de conservación del patrimonio que la Diputación tiene en Irun, se ha convertido en uno de los tesoros del arte Paleolítico de Gipuzkoa.
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Aunque no son demasiado habituales, los bastones perforados han terminado por convertirse en una de las señas de identidad de la cultura magdaleniense, que comprende la parte final del Paleolítico. «El magdaleniense abarca el periodo del fin de la última glaciación y es cuando el ser humano empieza a dejar de vivir en cuevas», resume Carlos Olaetxea, director de Gordailua. Se trata de piezas realizadas a partir de cornamentas de ciervos o renos sobre cuya función no hay consenso entre los especialistas. «Al principio se les llamó bastones de mando porque su ornamentación llevó a pensar que eran un símbolo de poder, pero las últimas investigaciones apuntan más bien a que se trataba de herramientas», señala Olaetxea.
En Europa se han localizado cerca de 400 varas de ciervo perforadas pertenecientes a ese periodo, la mitad de ellas con decoración. Las multiperforadas, es decir, las que tienen más de tres perforaciones, son mucho menos abundantes y no pasan de la decena. Entre ellas se encuentra la de la cueva de Aizkoltxo, que además es la primera que se halla en la península. «Es un pieza realmente singular», reflexiona el responsable de Gordailua, que apunta a renglón seguido que se sitúa entre las más valiosas del arte Paleolítico localizadas en Gipuzkoa.
El hallazgo es fruto de la colaboración de un equipo de arqueólogos del Grupo Munibe de Azkoitia e investigadores de doctorado de la Universidad del País Vasco dirigido por el profesor José Antonio Mujika Alustiza que han contado con la colaboración de Blanca Ochoa, experta en arte prehistórico que también forma parte del Grupo de Investigación de Prehistoria de la UPV/EHU. Todos ellos firman un artículo en la revista 'Complutum', especializada en arqueología, en el que se da noticia del descubrimiento. El texto recuerda que Aizkoltxo forma parte del conjunto de asentamientos del Paleolítico Superior y el Holoceno que salpican la cuenca del bajo Deba, con cuevas como Ermittia, Urtiaga, Agerre, Aldatxarren, Praileaitz I y II, Zerratu y Kiputz IX. La primera noticia sobre el yacimiento data del año 1909. Barandiaran lo dio a conocer en 1927 después de realizar una cata en la que se recogieron algunas piezas poco significativas. Los arqueólogos regresaron a Aizkoltxo en los ochenta y en 2003, pero tuvo que pasar más de una década hasta que en unas nuevas excavaciones se consumó el hallazgo de la vara.
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«El bastón se halló a unos diez metros de la boca de entrada de la cueva, en un sector que quedaba al abrigo de una visera de piedra que había colapsado», explica el profesor Mujika, quien prefiere no dar muchas más pistas sobre el momento y el lugar de la localización debido a que hay constancia de que los furtivos –personas que realizan excavaciones sin autorización– han visitado la cueva en más de una ocasión. La vara perforada estaba a unos 2,4 metros de profundidad en la base de una grieta, circunstancia que ha llevado a los investigadores a pensar que pudo ser ocultada de forma voluntaria por razones desconocidas. La pieza fue sometida a una prueba por radiocarbono que ha confirmado que tendría entre 14.000 y 15.000 años, la época del Magdaleniense Superior-Final.
Más largo
El bastón está fabricado sobre una ancha y espesa varilla de un asta de cérvido, probablemente procedente de desmogue (cuando se desprenden de su cornamenta para renovarla). La pieza principal mide 31,5 centímetros de largo por 4,3 de ancho. A su lado se encontró un segundo fragmento de 4 centímetros que parece corresponder a la misma vara. «En realidad no sabemos si el bastón original era el doble de largo porque algunos de los dibujos que tiene grabados nos invitan a pensar que el soporte se prolongaba bastante más», apunta Mujika. Más allá de las cuatro perforaciones que presenta, la pieza destaca por su decoración. Son en total 24 grafías, cinco de ellas figurativas (animales) y el resto signos. Se trata de motivos muy característicos del Magdaleniense que corroborarían «las estrechas relaciones entre los grupos que ocuparon los yacimientos de la cornisa cantábrica y los del Golfo de Bizkaia, el Pirineo Occidental y Central e incluso la Dordoña».
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El minucioso análisis de la vara de Aizkoltxo, sin embargo, no ha conseguido desentrañar el principal enigma que plantea: para qué servía. «Diferentes investigadores –se lee en el trabajo del equipo del profesor Mujika– han propuesto hasta 40 utilidades para los bastones perforados: enderezadores de puntas, tensores de cables, picos de tiendas, soportes de armas, objetos para la fabricación de cestería o cuerdas, armas e incluso funciones simbólicas. Tampoco podemos descartar que se tratase de objetos polifuncionales. Su uso a día de hoy es todavía un enigma debido a que son escasos los que conservan evidencias de uso o son pocos lo que han sido estudiados desde ese punto de vista». Menos dudas tienen los expertos respecto a los propósitos de los propietarios de la vara. «El hecho de que se hallara en la base de una grieta nos induce a pensar que se abandonó de manera intencional. Es decir, que podría haber sido objeto de una amortización. La pieza habría dejado de cumplir su función, se perdió o se abandonó con algún objetivo desconocido o de carácter simbólico», enumera el equipo del profesor Mujika.
El bastón ha sido restaurado en los últimos meses por un equipo de Gordailua encabezado por el especialista Giorgio Studer. Ahora luce espléndido a la espera de que empiece a ser reclamado para ser exhibido en público. Más allá del enigma que plantea, la certeza es que la vara de ciervo perforada de Aizkoltxo ha pasado a ocupar un lugar de honor en la colección de piezas del arte paleolítico de Gipuzkoa.
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Representación de ciervos y de caballos o conejos
La vara de Aizkoltxo está profusamente decorada con representaciones de animales y signos. Dos de los animales que aparecen no son fáciles de identificar porque el autor de los dibujos dejó sin completar la parte del hocico. «A primera vista podría ser un équido, más concretamente un caballo», se lee en el trabajo del equipo encabezado por el profesor José Antonio Mujika. Sin embargo, los expertos también apuntan que «por las largas orejas, la cabeza redondeada, el cuerpo compacto y la curvatura de la pata trasera podría tratarse también de representaciones de lepóridos (liebres o conejos), si bien son escasos en el arte paleolítico. También se grabaron dos cornamentas de ciervo y un ciervo mirando de frente, quizás escondido entre la vegetación». Se trata de representaciones similares a las que se han encontrado en piezas de cuevas de Aquitania y Pirineos.
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