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Juan Sebastián Elcano: primera vuelta al mundo a bordo la nao ‘Victoria’

De la gloria a la tragedia en cuatro años

El legado (1522-2019) ·

Elcano y su familia perdieron la vida y casi todo su patrimonio en la segunda expedición a las moluscas

Borja Olaizola

San Sebastián

Sábado, 6 de julio 2019, 07:43

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Juan Sebastián Elcano era la viva imagen del triunfador después de completar la primera vuelta al mundo a bordo de la nao 'Victoria'. Recibido en Valladolid por el emperador Carlos V y agasajado por la corte, el marino de Getaria se convirtió en una de las figuras más reconocidas de su tiempo. Elcano era el hombre que tenía la llave de la puerta de las especias, el que sabía cómo llegar a las Molucas sin tener que rodear África violentando el reparto del mundo pactado con los portugueses en el Tratado de Tordesillas. La extraordinaria revalorización que alcanzaban la canela, el clavo, la pimienta o la nuez moscada en los mercados europeos explica el prestigio que le había proporcionado su viaje. «Elcano podía con su experiencia de navegación convertir un maravedí en dos mil, que era la proporción del beneficio que procuraba el comercio de las especias», explica el catedrático y paleógrafo (experto en documentos antiguos) Manuel Romero Tellafiga, que ha estudiado a fondo la biografía del marino para preparar un libro sobre su testamento.

Aunque Carlos V tenía apenas 22 años cuando se completó la primera circunnavegación del globo, fue desde el primer momento perfectamente consciente de la relevancia del descubrimiento. El monarca no titubeó a la hora de reconocer los méritos de Elcano y sus hombres, a los que cedió una parte de los beneficios que reportó la expedición (la 'Victoria' llegó a Sanlúcar con quintales de clavo en sus bodegas) atendiendo a los ruegos del navegante de Getaria. El emperador ordenó también que se le concediese una renta anual de 500 ducados de oro, además de honrarle con el escudo de armas que lucía el lema 'Primus circumdedisti me' (el primero que me diste la vuelta).

Pese a que sin duda agradeció los gestos del rey y se deleitó con los placeres de la corte, Elcano era sobre todo un hombre de acción y participó de forma activa en los preparativos de la nueva expedición a las Molucas que promovía la Corona. Carlos V llevaba tiempo acariciando la idea de abrir una ruta comercial directa con la Especiería, nombre que recibía entonces el archipiélago, para alimentar las voraces arcas reales y el nuevo paso descubierto por la flota magallánica le ofrecía una oportunidad que no podía pasar por alto. La nueva armada estaba en principio mejor pertrechada para la misión que la expedición de la vuelta al mundo. Eran siete barcos de mayor tonelaje con una tripulación de 450 hombres, algunos de ellos supervivientes de la circunnavegación. A su frente se situó García Jofre de Loaysa, un noble que encabezaba al principal grupo de inversores que financiaban la aventura.

Con dos hermanos

Elcano fue nombrado piloto mayor y segundo de la armada, que zarpó de La Coruña en 24 de julio de 1525. De esa forma, tres años después de haber dado la vuelta al mundo, el navegante de Getaria regresaba a la mar. Sin embargo, esta vez no lo hizo en solitario, sino acompañado de una parte importante de su familia. Además del propio Elcano, en la expedición embarcaron dos de sus hermanos - el piloto Martín Pérez de Elcano y el contramaestre Ochoa Martínez de Elcano-. Otros estudios sitúan a un tercero, Antón Martín de Elcano. También están su cuñado Santiago de Guevara, su sobrino Esteban de Mutio, su primo político Hernando de Guevara y hasta su paisano Andrés de Gorostiaga. El éxito del primer viaje y las formidables perspectivas comerciales que abrió la nueva vía a las especias llevaron a los Elcano a apostarlo todo en la expedición. «La madre de Elcano, Catalina del Puerto, vendió toda la fortuna de la familia para invertirla en el viaje», indica el historiador Romero.

Pese a que sobre el papel la armada de Loaysa tenía más probabilidades de alcanzar su objetivo que la de Magallanes, los problemas no tardaron en aparecer: tres de las siete naves no lograron atravesar el estrecho descubierto en el primer viaje y otras dos se perdieron en la inmensidad del Pacífico. La desaparición de la sexta embarcación tras el estallido de un motín a bordo dejó a la capitana, la 'Santa María de la Victoria', como única superviviente un año después de que la flota hubiese zarpado de La Coruña. En el interior de la nao todo iba de mal en peor: Loaysa, el comendador de la armada, enfermó y murió el 30 de julio de 1526. Elcano tomó su relevo en precario estado de salud y murió apenas una semana después, el 6 de agosto. Se cree que tanto su fallecimiento como los de Loaysa y otros mandos de la flota se debió a una intoxicación por alimentarse de una barracuda portadora de una bacteria. La suerte de sus hermanos y parientes no fue mejor, ya que ninguno de ello sobrevivió a la expedición. Se pude decir que el fracaso de la armada de Loaysa fue también el fin del linaje de los Elcano.

La deuda del rey

La mar, que había proporcionado gloria y una posición social envidiable al navegante cuatro años atrás, se lo arrebataba todo de golpe. Elcano, no obstante, tuvo tiempo de hacer testamento, un documento que ha llegado milagrosamente hasta nuestros días y que constituye el mejor retrato de su personalidad. Romero Tellafiga, que está a punto de publicar un libro después de haber analizado con detenimiento los doce folios del escrito, señala que Elcano debió ser una persona decidida y previsora dotada de gran capacidad de liderazgo.

Aunque su hazaña náutica le había sacado del anonimato, el testamento revela que Elcano distaba de ser un hombre rico. «En el documento -explica el historiador andaluz- no constan bienes inmuebles ni haciendas, solo remuneraciones del rey, en su mayoría sin cobrar, y una serie de mercancías de tejidos, hierros, clavos y bagatelas, que si se hubieran cambiado por especias hubiera supuesto un buen capital para él y la familia. Después todo fue muy triste, pues las deudas del rey con Elcano se pagaron con cicatería y el negocio de las especias se fue por la borda».

El emperador Carlos V adeudaba al navegante de Getaria las rentas que le había concedido en compensación por la vuelta al mundo -500 ducados de oro anuales- y su salario como capitán en la armada de Loaysa. Ambos conceptos sumaban unos 2.750 ducados a su muerte.

Dos hijos naturales fallecidos de forma prematura

El testamento de Juan Sebastián Elcano revela que tuvo dos hijos naturales de otras tantas mujeres. El marino nombra en el documento heredero universal a su hijo Domingo Elcano y deja a su madre, Mari Hernández de Hernialde, 100 ducados de oro. También lega otros 40 ducados a María de Vidaurreta, con la que tuvo una hija. Aunque hay documentos que acreditan que la madre de Domingo llegó a percibir lo establecido, se cree que los dos hijos del navegante murieron de forma prematura. En su ausencia, la heredera universal fue la madre de Elcano, Catalina del Puerto, que pleiteó durante 30 años con la administración para percibir las rentas que el monarca había prometido a su hijo . Al final solo cobró unos 150 ducados de los 2.750 que se le adeudaban.

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