Menos diversidad en el ecosistema de Tabakalera
Ayer se cerró la librería Tobacco Days, una de las tres iniciativas culturales privadas asentadas en el Patio del centro cultural
La semana terminó con fiesta en Tabakalera. No fue una fiesta organizada para celebrar que el Centro Internacional de Cultura Contemporánea y los organismos ... que cobija en sus 37.000 metros cuadrados divididos en cinco plantas reanudan poco a poco su actividad. Más bien al contrario, ya que fue una pequeña fiesta de despedida para decir adiós a Tobacco Days, la librería «y punto de encuentro» que Inés García Azpiazu ha mantenido abierta durante casi tres años en el Patio de la antigua fábrica de tabaco. «No desaparece Tobacco Days, se muda», escribía hace unos días.
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La marcha de la librería deja un poco más solos a sus vecinos, Arteuparte y Läntoki, que de momento apuestan por seguir en un espacio en el que, a lo largo de cinco años, han asistido a bastantes inauguraciones y despedidas. «Que en cinco años hayan pasado tantos proyectos que no se han podido consolidar es bastante significativo», apunta Niko Iturralde, de Läntoki, que combina los proyectos fotográficos, la formación y las actividades más experimentales, a menudo vinculados con otras disciplinas artísticas.
También Arteuparte aborda su vinculación con el arte desde una visión bastante multifacética. «Desde que nos instalamos en Tabakalera hemos ido evolucionando como proyecto. Funcionamos como galería de arte y plataforma de proyectos artísticos, como estudio de diseño gráfico y también desarrollamos proyectos de comisariado. De hecho, tenemos cerrado un proyecto con Tabakalera para septiembre, y ya está prácticamente terminado», indica Paul Lataburu, que en el recuento de actividades no olvida el txoko en el que tienen a la venta ropa con un toque especial.
«Durante estos últimos meses, que han sido muy duros para todos, hemos sentido una gran falta de empatía»
Niko iturralde
Cada uno en su ámbito, proponiendo al visitante un recorrido complementario en uno de los laterales del Patio -el otro está dedicado a los negocios de restauración- Tobacco Days, Arteuparte y Läntoki ha sido en los últimos años las tres «iniciativas privadas» asentadas en Tabakalera con establecimientos abiertos al público. Ese es el epígrafe bajo el cual figuran en la web del Centro Internacional de Cultura Contemporánea inaugurado en 2015, que se autodefine como un «ecosistema cultural» en el que conviven las actividades y la programación propias con instituciones como el Festival de San Sebastián, Instituto Vasco Etxepare, Filmoteca Vasca, Fundación Kutxa y Zineuskadi y las «iniciativas privadas que desarrollan sus propios proyectos». Eso da lugar a un centro de «naturaleza polífónica» que ayer perdió una voz. También el ecosistema perdió una pizca de su diversidad.
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Un «recorrido cambiante»
Inés García Azpiazu, Paul Lataburu y Niko Iturralde comparten las preocupaciones de todo el que, a causa de la pandemia, haya tenido cerrado un establecimiento comercial o parada una actividad profesional durante semanas. Y, como otros tantos, hacen cuentas para ver cómo pagarán los alquileres que se han seguido girando a pesar de la inactividad. Podrán aplazar los pagos gracias a una moratoria, pero ahí seguirán los importes pendientes.
En su caso se advierte también una capa extra de desilusión, de expectativas que no han terminado de cumplirse. «Cuando decidimos instalarnos en Tabakalera presentamos un proyecto acorde con su línea de trabajo» recuerda Lataburu al referirse al proceso por el que fueron seleccionados para ocupar uno de los 'espacios de oportunidad' que, con esa denominación, se abrieron en el centro. La idea que animó a los que dieron el paso fue justamente integrarse en un proyecto en el que parecía real la posibilidad de que un término tan manoseado como 'sinergia' cobrara sentido.
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«Cuando les comuniqué que había tomado la decisión de marcharme, todo lo que me dijeron fue '¡qué pena!»
Inés García Azpiazu
Sin embargo, aunque incorporan sus actividades a la agenda de Tabakalera y participan en proyectos vinculados a las innumerables líneas de trabajo que se desarrollan en el CICC -«la mayoría de las veces porque tenemos relaciones e intereses comunes con los trabajadores de Tabakalera», precisa García Azpiazu-, las interacciones, los intercambios de proyectos y experiencias, no han alcanzado la intensidad que inicialmente esperaban.
«Hemos desaparecido, estamos totalmente al margen. Creíamos que iba a ser una relación más cercana, pero no ha sido así», afirma Niko Iturralde, e Inés García Azpiazu siente que han estado «en una burbuja», bastante aislados de lo que ocurría en el resto del centro cultural. Un centro que, como destaca Lataburu, «ha tenido un recorrido cambiante con respecto al proyecto inicial» lo que se ha traducido, entre otras cosas, en un cambio palpable en el perfil de los visitantes, sus potenciales clientes.
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Ellos, sin embargo, han mantenido en lo sustancial sus proyectos. «Hemos seguido nuestra línea, nos hemos mantenido como independientes, actuando según nuestros criterios», afirma Iturralde, que se siente más un mero inquilino que partícipe de una dinámica compartida. «A veces pienso que si no estuviéramos aquí les daría igual», reconoce.
Los caminos de los 'privados' más pequeños -«los proyectos más vulnerables»- y los de esa gran estructura que es Tabakalera, lejos de ir confluyendo, han desembocado en una serie de desajustes que se han acentuado con motivo de la situación excepcional provocada por la pandemia, así como por los problemas de comunicación e interlocución que ninguno de los tres pasa por alto.
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Sensación de desamparo
Paul Lataburu afirma que «durante estos meses, que han sido muy duros, hemos sentido una gran falta de empatía» por parte de Tabakalera. «Nos hemos sentido desamparados», resume Niko Iturralde. Inés García Azpiazu también cree que «pensábamos que iba a haber un mayor nivel de comunicación y de apoyo, pero no lo hemos sentido». Ella lo ha resuelto mudándose «para evitar que los alquileres se siguieran acumulando», pero le costará olvidar la respuesta que recibió cuando comunicó su decisión: «Todo lo que me dijeron fue ¡qué pena!».
«Nosotros hemos seguido actuando según nuestros criterios. A veces pienso que si no estuviéramos aquí les daría igual»
paul lataburu
Inés, Paul y Niko comparten su última mañana juntos sin que nadie les requiera. Tabakalera abrió el 1 de junio -lo que, por cierto, les obligó a abrir veinte días más tarde que los establecimientos a pie de calle-, con estrictas medidas de seguridad que aun se mantienen y una programación atenuada que tardará en volver a los buenos tiempos. El Patio, casi vacío, parece más grande, y la mayoría de quienes lo cruzan parecen trabajadores de Tabakalera y los organismos con sede en el edificio.
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Läntoki y Arteuparte, de momento, no tienen previsto moverse. Iturralde, no obstante, se ha puesto de plazo el verano para tomar una decisión. Lataburu, dispuesto a mantener su apuesta por un espacio tan singular, admite que «quedarse aquí solos transmite una gran tristeza».
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