Una dama en el banquillo, una Gipuzkoa con canas

Ese es un dato. Y en el papel donde apunto cosas de las que escribir se me junta con la llegada de la joven periodista catalana y ex futbolista Natalia Arroyo, de 34 años, como entrenadora de la Real femenina para el próximo año. Son noticias que no tienen que ver. ¿O sí?

En el 'who is who' guipuzcoano, en el casting de nuestra sociedad y de nuestros periódicos, hay una serie de puestos que conforman nuestro imaginario colectivo, más allá de los cargos institucionales. El entrenador de la Real, los directores del Festival de Cine o del Orfeón Donostiarra, los cocineros en punta o el escritor y cantante consolidados constituyen una especie de entramado que supone el selfie del momento, o algo así. Uno puede recordar los años de Martín Lasarte, la era de Pilar Olascoaga o la época Mikel Laboa.

Hubo años en que el basket también salía en primera línea del retrato, con Miguel Santos o Porfi Fisac, y ojalá vuelva pronto si se gana ahora la guerra de los despachos. El actual entrenador del Gipuzkoa Basket, Marcelo Nicola, es argentino pero parece del Goierri: habla poco, trabaja mucho y logra resultados. Eso es conectar con el 'gipuzkoan way of life'.

No sabemos cuál será el estilo de Natalia Arroyo. El fútbol femenino sigue ganando espacios deportivos y sociales y resulta saludable la irrupción en Zubieta de esta joven dama que que fue futbolista de Barça y Espanyol, es periodista, ha sido comentarista en la tele y tiene una poderosa personalidad, según quienes la conocen. Sustituye a otro icono, Gonzalo Arconada, que forjó nuestra última Copa.

Aire fresco. Viene bien a una sociedad en la que pertenecer a la quinta del 63 es ser aún joven. Kepa Korta, otro 'mister' discreto en el banquillo de los cambios sociales, fue de los primeros en avisar que cada vez somos más sabios, sí, pero también más viejos. Necesitamos mas jóvenes que dinamicen la 'plantilla' de Gipuzkoa. Ongi etorri, Natalia.

Ya sé que me repito, pero debo terminar las 'tramas' iniciadas en esta propia página. Hace unos sábados conté que había comprado 'A propósito de nada', la autobiografía de Woody Allen, en la misma librería Donosti donde rodó una secuencia de su comedia donostiarra (José Luis Rebordinos ya ha visto la película, dice que está muy bien, que San Sebastián sale estupenda y que trabaja a fondo para que se estrene en el próximo Zinemaldia).

Quedaba por contar que he disfrutado enormemente el libro, sutil, irónico y altamente informativo para quienes somos woodistas. Solo me cargó el exceso de páginas dedicado a contar su peripecia frente a las acusaciones de Mia Farrow: a otros lectores es lo que más interesa, pero yo prefiero la visión de Allen del humor, del cine y de la vida.

También quedaba por contar la lectura de 'Los últimos románticos', de Txani Rodríguez, certero pero triste relato de fábricas y soledades. Aunque no tiene nada que ver, la Irune de esta novela se emparienta en mi cabeza con la Björk de 'Bailar en la oscuridad' de Lars Von Trier. Llodio y el norte de Europa no están tan lejos.

Vivió los años de la 'vieja cocina', el tiempo duro y sin 'glamour' de estar al pie del fogón, aunque fuera en lugares como Londres y París. Luego fue patriarca de 'la nueva cocina'. Ahora es aitona de la nueva generación de chefs. Luis Irizar es uno de los grandes del oficio, y tras haberlo cocinado todo, y muy bien, apostó por formar a las nuevas generaciones. Acaba de cumplir 90 años y ha encontrado el mejor regalo: el cariño y respeto de toda su profesión.

mezquiaga@diariovasco.com