
Borja Cobeaga
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Borja Cobeaga
A Borja Cobeaga se le acumula el trabajo. Hace tres semanas el director donostiarra estrenó 'Su majestad', la serie que ha creado junto al irundarra Diego San José y de la que también ha dirigido algunos capítulos, y este viernes llega a las pantallas, tras su paso ayer por el Festival de Málaga, 'Los aitas', que define como una comedia melancólica. En ella, cuatro padres del conflictivo Bilbao de los años 80 deben acompañar a sus hijas a un campeonato de gimnasia rítmica en Berlín justo el día que cae el muro que separaba la ciudad.
– Tras ver 'Los aitas' da la sensación de que ha hecho una película para usted, no pensando tanto en el público.
– Totalmente. Es muy personal, en un tono que me gusta mucho, el de la comedia triste.
– Los espectadores que piensen que van a ver una película dentro del 'estilo Cobeaga' igual se llevarán una sorpresa.
– Uno no puede estar condicionado por cumplir las expectativas de alguien. Si me asocian a 'Vaya semanita' u 'Ocho apellidos vascos', verán que no es una comedia loca sino más realista. En cambio, si ha seguido la serie 'No me gusta conducir' o 'Negociador', sabe que me gusta mucho este tipo de comedia. La película se centra en la paternidad y en la ternura, en el aspecto nostálgico al ambientarse en los años 80. De saque, cuando comencé a escribirla había un equilibrio entre la ternura y la búsqueda de la risa. Según avanzaba la película constaté que el punto fuerte estaba en lo melancólico.
– ¿Comedia dramática, pero también familiar al estilo de las que hace Santiago Segura?
– Es una película que se puede ver en familia, pero apela más a aquellos que somos padres ahora o estamos en la edad de serlo y cómo eran nuestros padres antes. Me estoy encontrando con reacciones de gente que me dice «mi padre era igual» o «no expresaba sus sentimientos nunca». De hecho, el papel de Juan Diego Botto es mi padre tal cual. Puede que a los más jóvenes les falten referentes. Yo la he hecho también pensando en mi hijo. Todavía es un poco pequeño para entender algunas cosas. Le ha encantado y también le gustan mucho las películas de Santiago Segura. Si se estrena uno de los títulos de 'Padre no hay más que uno' tenemos que ir a verla el primer día. De hecho, su ídolo es Leo Harlem. Y es muy crítico, me dijo que 'No me gusta conducir' no tenía ninguna gracia. 'Su majestad' le ha gustado algo más.
– Además del Muro de Berlín, en 'Los aitas' también caen otros muros más emocionales.
– La productora Velérie Delpierre, que también había producido '20.000 especies de abejas' y 'Las niñas', me planteó la idea de unos padres que acompañan a sus hijas a un campeonato de gimnasia rítmica. Yo tenía claro que no quería entrar en la típica comedia familiar de padres haciendo supuestamente lo que no querían hacer, como acompañar a sus hijas, Al trasladarlo a los 80 cambió todo, con padres que se habían quedado en el paro y no saben cómo actuar, y las madres son las que tiran de la familia. Esto me ayudaba a hablar del contexto histórico y de que ellos no se van a transformar como padres de un día para otro, pero al menos empiezan a cambiar. Introducir Bilbao como un personaje también se ha enmarcado en esa idea de una película para mí y así redondeo la experiencia.
– ¿Ha tenido que rebajar la acidez respecto a otros trabajos?
– Creo que sí he rebajado mi habitual grado de acidez, pero porque lo pedía al ser una comedia triste. Cuando recibí el encargo pensé que, tras ser padre, era hora de comenzar a tratar el tema de la paternidad y se ha abierto un grifo que a veces es dulce y otro todo lo contrario. De hecho, se acaba de terminar de rodar 'Altas capacidades', que la he escrito con Víctor García León, que también la dirige, y es el reverso tenebroso de 'Los aitas'. Trata de unos padres buscando colegio para sus hijos y es de una mezquindad impresionante. Ahí en dejado toda la acidez que no incluí en 'Los aitas' donde he potenciado la ternura que comenzó en 'No me gusta conducir'.
– De todas formas no faltan esos toques Cobeaga como la de comparar París con Barakaldo o la aparición de unos posibles etarras.
– O decir que Ramón Barea inventó el kalimotxo.
– Hablando de Ramón Barea, ¿se ha inspirado en algún cura del colegio de los jesuitas de Donostia donde estudió?
– Totalmente. Yo tenía una visión hasta tierna del cura retirado que se le va la mano con el alcohol. Curas que venían achispados a clase después de comer eran el pan nuestro de cada día. En cambio, a Valentina Viso, que es la coguionista, le parecía una barbaridad. El personaje de es una mezcla de las dos visiones, del que perdona porque piensa que es fruto de su tiempo, y de la que está completamente horrorizada. Espero que lo vea algún compañero de clase y pueda identificar en quién me he inspirado.
– ¿Ramón Barea es su musa?
– Absolutamente, aunque Juan Diego Botto también va camino, en 'Los aitas' es mi padre tal cual. Con Ramón hay un nivel de entendimiento total, humaniza mucho a los personajes que interpreta. Cuando un personaje me ha quedado un poco mezquino o gris y quiero aportarle un lado más humano llamo a Ramón. Lo hace todo muy de verdad, y como también es director es muy compresivo.
– ¿Ha sido fácil rodar con niños?
– Sí, gracias a la 'coach' Olatz Beobide, porque yo nunca había rodado con niños. Sofía Otero tiene mucha experiencia, pero para otras era la primera vez que se ponían ante las cámaras. Estar presente en ese momento es una de las cosas más chulas que he vivido en esta profesión
– ¿Cómo era Borja Cobeaga con 12 años?
– Ya estaba haciendo cortos. Intentaba convencer a mis amigos y eran muy generosos porque me acompañaban y no les interesaba nada. Tenía un objetivo claro, quería ser mayor para hacer cine.
– Han pasado ocho años desde 'Fe de etarras', su última película
– Esa película fue para una plataforma y por tanto no dependes de la tensión de la taquilla del primer fin de semana… En el cine tiene más encanto. Además es comedia, más o menos triste pero comedia, y vives para que haya un público que se contagie de los chistes y se ría en comunión. La cuestión no es el éxito o el fracaso sino la irrelevancia.
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