Crítica a 'Godzilla y Kong: El nuevo imperio': Pisoteando ciudades
Ver a bicharracos gigantes peleando a muerte mientras pisotean ciudades será un placer tan culpable como básico, pero siempre proporciona buenos ratos de entretenimiento. Uno ... más uno no siempre es dos, aunque la saturación suele jugar a favor en este tipo de descacharrantes productos comerciales, con lo cual la suma de Godzilla, el vetusto monstruo radiactivo japonés, y el simio gigante procedente de la isla Calavera funciona.
Adam Wingard ya formó la extraña pareja en 'Godzilla vs. Kong' (2021), de la que este 'nuevo imperio' es continuación. En su extraño mundo, los humanos monitorizan (y cuando hace falta, hasta les arreglan un diente) a algunos 'titanes', monstruos gigantes prehistóricos, que habitan un doble mundo. En la superficie, el líder es Godzilla y bajo ella, en la 'tierra hueca', Kong. Hará falta un enemigo común para que se unan (tras una pelea amistosa en la que destrozan las pirámides de Egipto, daños colaterales).
Aunque el título coloque a Godzilla en primer lugar, el ambiguo bicharraco nuclear es casi una estrella invitada frente a un King Kong más presente, expresivo, ¡con barba! y que se hace querer. Los humanos no estorban demasiado porque aquí hemos venido a lo que hemos venido, a un trepidante espectáculo de destrucción, violencia, ruido y acción aumentado por el tamaño XXL de sus protagonistas.
'Godzilla y Kong: Un nuevo imperio' no ofrece nada excepcional ni es recomendable para quienes no busquen este tipo de evasión. Pero dentro de ella, resulta eficaz, estimulante y tiene un par de detalles memorables: el puño de hierro de Kong o el hecho de que Godzilla utilice el Coliseo de Roma como cuna para dormir. Ah, y que salte desde el peñón de Gibraltar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión