Crítica de 'Gloria': Una mujer, un niño y N. Y.

Uno. La presencia de la Rowlands, por supuesto, en uno de sus papeles icónicos, como mujer que debe elegir entre el mundo de la mafia al que ha pertenecido o un niño del que, a su pesar, se hace cargo. Qué bien le sentaban a sus cincuenta años los cigarrillos, las pistolas, la mirada entre cálida y «muy dura» de mujer vivida...

Dos. El arranque de la película, tenso y dramático como pocos. Una mujer portorriqueña que llega a su casa tras ver a unos mafiosos en la escalera. Su marido les ha puesto a toda la familia en el punto de mira. Nerviosos, desesperados, aguardan su llegada mientras apenas consiguen salvar a su hijo dejándoselo a su vecina Gloria...

Tres. New York, New York. En la muy callejera película, Cassavetes nos lleva por una urbe imponente, agresiva, multirracial, casi inhóspita. La recorremos a pie, en taxi, en autobús y en metro, mientras Gloria y el niño tratan de escapar de esta ratonera o descansan agotados en hoteles de mala muerte...

Cuatro. La banda sonora de Bill Conti. El compositor de las músicas de 'Rocky' juega con los sonidos urbanos y los ecos hispanos (hasta unos rasgueos aflamencados asoman por ahí). Saxofones y guitarras se suman al universo de 'Gloria'...

Cinco. Phil, el personaje del niño, tiene una complejidad que acaso no le hubieran otorgado hoy. Al mismo tiempo pequeño necesitado de aferrarse a una mayor, chaval chulito que se hace el hombre y ser desconcertado que está creciendo rápido...

Seis. La bonita idea de despedirse de los seres queridos en cualquier cementerio, ante una lápida aunque no sea la suya...