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Karl Eliasberg al frente de la orquesta el 9 de agosto de 1942.

La hambrienta orquesta que desafió a Hitler

La Orquesta de Radio de Leningrado, la única que quedaba en la ciudad, tocó una sinfonía durante todo el asedio por las tropas nazis

EL DIARIO VASCO

Lunes, 18 de enero 2016, 16:58

El trágico y cruento asedio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial dio lugar a terribles historias humanas. Corría el año 1942 y la ciudad rusa, conocida actualmente como San Petersburgo, llevaba un año cercada por los intensos bombardeos de las tropas nazis. Sus habitantes se morían de hambre ante la escasez de alimentos. Como consecuencia del corte de suministros se vieron forzados a comer ratas, caballos, gatos y perros. También se produjeron casos de canibalismo. Era habitual ver cadáveres en la calle, sin nadie que los enterrara.

En este dantesco escenario una orquesta fue capaz de interpretar durante un año y medio una nueva sinfonía del compositor ruso Dimitri Shostakovich,que la compuso durante la invasión de las tropas de Hitler, y transmitirla por toda la ciudad. Fue una forma de demostrar que la música también desafió al dictador alemán, que quería ver arrasada totalmente la ciudad de Leningrado.

Sin fuerzas para tocar

La historia comenzó cuando el director de orquesta Karl Eliasberg recibió instrucciones de ensayar la Séptima Sinfonía de Shostakovich. Pero no lo tenía nada fácil. Desgraciadamente, tras interpretar unos meses antes la Obertura 1812 de Tchaikovski, que presenta la victoria rusa sobre el ejército invasor de Napoleón, se había disuelto la Orquesta de Radio de Leningrado, la única que quedaba en la ciudad.

Eliasberg no cejó en su empeño y logró reunir para el primer ensayo a quince músicos. Estos se hallaban en pésimas condiciones anímicas y económicas debido al conflicto bélico. Un ejemplo es el caso de la oboísta Ksenia Matus, quien reparó su oboe a cambio de un gatito. El ensayó duró solo un cuarto de hora. Los miembros de la pequeña banda de supervivientes apenas tenían fuerza para sostener sus instrumentos para tocar. A diario sufrían bombardeos, inanición, hambruna.

Ante esta situación tan precaria, y a pesar de que los combates contra los nazis estaban en su pleno apogeo, las autoridades soviéticas enviaron varios mensajes al frente de batalla ordenando que quien fuera músico debía presentarse a los ensayos. Varios soldados lograron así dejar a un lado las armas y las penurias de las trincheras, y unirse a la diezmada orquesta de Eliasberg. A buen seguro para muchos fue su vía de escape para poder sobrevivir, al menos lejos de las armas del enemigo, aunque no podían evitar sus devastadores bombardeos sobre la ciudad.

Bombardeos y altavoces

El director impuso una disciplina estricta para que sus músicos se pusieran en forma. Así, los que tocaban instrumentos de viento se podían sentir mareados o desfallecer mientras tocaban, pero sabían que tenían que reaccionar, lo demás se enfrentaban a un castigo. Eliasberg retiraba la ración de pan a los músicos que tocaran mal o llegaran tarde para un ensayo, incluso si se habían retrasado por enterrar a un miembro de la familia. Los instrumentalistas trabajaban juntos seis días a la semana y, pieza a pieza, se dio forma a la sinfonía.

Cuando llegó el esperado día del concierto, el 9 de agosto de 1942, la orquesta solo había podido tocar una vez la sinfonía completa sólo una vez. Lo hizo en un ensayo tres días antes. Para acallar las armas alemanas y el evento se pudiera celebrar sin interrupciones, el ejército soviético lanzó un intenso bombardeo sobre las líneas nazis. Se colocaron altavoces en toda la ciudad, no sólo para que la población local escuchara la música, sino también para que las tropas alemanas vieran que no habían logrado vencerles anímicamente. Que la música era una prueba de supervivencia, y más en un pueblo como el ruso. Los componentes de la orquesta, encabezados por su director Eliasberg, se presentaron en el escenario vestidos de gala, aunque seguían con sus estómagos vacíos.

El final del concierto fue acogido en un principio con silencio, pero a continuación el público rompió en aplausos. Una niña entregó al director de orquesta un ramo de flores frescas. Algo increíble en pleno asedio y que a buen seguro sorprendió a muchos de los presentes.

La orquesta tocó durante un año y medio más de asedio, hasta que el ejército soviético rompió el cerco en enero de 1944. Durante esos años fallecieron más de 750.000 civiles.

Eliasberg interpretó la sinfonía de nuevo en Leningrado en contadas ocasiones. Pero su proeza en tiempos de guerra no supuso el lanzamiento de una carrera estelar como director de orquesta ni fue reconocido como un héroe de la cultura soviética. Falleció en 1978. La música que dirigió se ha convertido en una de las obras mejor conocidas de Shostakovich, y su séptima sinfonía es llamada también la Sinfonía de Leningrado.

Como bien advirtió Friedrich Nietzsche, "sin música la vida sería un error".

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