Iñaki Ceberio
Bibliotecario
«La biblioteca es un oasis en un contexto social cada vez más saturado de estímulos»Desde Ikust-Alaia al CBA, Ceberio defiende el valor del equipamiento como «un centro cultural de referencia en la ciudad»
Al frente de la biblioteca desde el año 1988, Iñaki Ceberio repasa la transformación que supuso el traslado a San Juan, una evolución que no ... implicó perder la esencia del espacio.
–¿Qué supuso para la dinámica de la biblioteca el traslado al CBA?
–Más allá del reto logístico, de las dificultades inherentes y de la enorme ilusión que despertó el proceso, exigió un ejercicio profundo de reflexión y replanteamiento. Fue necesario revisar la estructura funcional del centro, su movilidad interior, la accesibilidad y, en definitiva, facilitar de forma más eficaz el acceso a las personas usuarias en un equipamiento completamente renovado. La ampliación de los espacios, la mejora en el acceso a los fondos documentales y la propia circulación por las instalaciones supusieron un giro en la forma de concebir la relación entre biblioteca, colección y ciudadanía.
–¿Qué ha cambiado en el CBA respecto a Ikust-Alaia?
–Conviene subrayar una diferencia esencial: la dimensión. La superficie se duplicó, permitiendo una reestructuración del servicio, nuevas formas de operar y un significativo incremento del equipo profesional. Sin embargo, no se trató únicamente de una cuestión de espacio: en Ikust-Alaia ya entendíamos la biblioteca no como un mero depósito de libros ni como un lugar de tránsito académico, sino como un centro cultural de referencia en la ciudad. Seguimos trabajando con la misma dedicación y entusiasmo, si bien es cierto que en Ikust-Alaia pudimos dar vida a aquellas palabras que Cicerón pronunció hace más de 2.000 años: 'Si cerca de la biblioteca tienes un jardín, ya no te faltará nada'. Ese ideal, que enlaza naturaleza y conocimiento, se encarnaba allí con naturalidad. En nuestra ubicación actual nos hemos esforzado por conservar ese espíritu, tratando de introducir un pequeño soplo de naturaleza en el interior.
–El número de socios de la biblioteca sigue aumentando. La percepción de que Irun es una ciudad lectora, ¿es correcta?
–Es cierto que el número de personas usuarias no ha dejado de crecer, lo cual es sin duda un dato esperanzador. Sin embargo, esto no implica necesariamente que nos encontremos ante una ciudad con hábitos de lectura especialmente elevados. Lo que sucede, más bien, es que la biblioteca pública se ha consolidado como un espacio imprescindible en una sociedad que demanda lugares accesibles, inclusivos y versátiles. La biblioteca, en tanto que institución democrática por excelencia, garantiza el acceso universal al conocimiento, promueve el aprendizaje a lo largo de la vida y siembra las bases para la creatividad, la innovación y el pensamiento crítico.
–La digitalización, ¿ha influido en la forma de trabajar de la biblioteca?
–La irrupción de las nuevas tecnologías ha modificado, sin duda, tanto los procesos internos como la relación con los usuarios. Durante la pandemia, en particular, se intensificó el uso de recursos electrónicos por parte de determinados sectores de la población. No obstante, el soporte impreso continúa siendo el preferido por la mayoría de las personas usuarias, tanto para el ocio como para el estudio. Así lo demuestra también el auge del sector editorial, con un notable incremento en la publicación de títulos, en las ventas y sobre todo, en los índices de lectura entre la juventud.
– La biblioteca sigue siendo un espacio en el que instruirse y entretenerse de forma sosegada en medio de un mundo cada vez más 'ruidoso' y vertiginoso.
–La biblioteca se ha convertido en un verdadero oasis de calma en un contexto social cada vez más saturado de estímulos, donde el silencio se ha vuelto un bien escaso. Como siempre ha sido y seguirá siendo, representa tanto un ágora como un lugar de encuentro. Debe ofrecer, y ofrece, espacios propicios para la lectura reposada, el estudio concentrado, el pensamiento profundo y la conversación reflexiva. En un mundo que corre a ritmo vertiginoso, estos espacios constituyen un auténtico lujo. El silencio y las flores son, en efecto, símbolos de lujo. De ambos, afortunadamente, disponemos en la biblioteca Carlos Blanco Aguinaga.
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