Carla Emazabel, dando las vueltas frente al arco de La Hermandad. ALTUNA
Hondarribia

Escampó para las vueltas de la Kutxa

Hondarribia. Carla Emazabel fue la protagonista del día de Santiago y dio 40 vueltas sobre sí misma llevando en la cabeza el arcón de dieciocho kilos de peso

Sábado, 26 de julio 2025, 02:00

Carla Emazabel Amunarriz dio ayer 40 vueltas sobre sí misma, frente al arco de La Hermandad, con los dieciocho kilos que pesa la Kutxa sobre ... su cabeza y al ritmo de 'Bajo la doble águila', de Josef Franz Wagner, interpretada una y otra vez por la Banda de Música Ciudad de Hondarribia.

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Fue la culminación de una jornada intensa, la que cierra en Hondarribia la trilogía de festividades relacionadas con el mundo arrantzale desde el día de San Pedro y pasando por el día del Carmen. Precisamente en la primera de esas jornadas se hizo oficial que esta joven hondarribiarra, hija de arrantzale, sería este año la protagonista de la Kutxa Entrega.

El guion fue el de todos los años, sin salirse ni media línea. Encabezaron la comitiva el abad mayor Norberto Emazabel, el alcalde Igor Enparan, la diputada general Eider Mendoza y la consejera de Alimentación, Desarrollo Rural, Agricultura y Pesca Amaia Barredo

La Banda de Música arrancó con 'Oquendori', de Ramón Roig Torné, a las seis de la tarde en La Hermandad y siguieron los mencionados, los patrones de los barcos de la flota local, los 'txotxuas' (grumetes) portando remos, y la propia Emazabel, en dirección hacia el casco histórico entre los aplausos de los presentes, que también aguantaban la inoportuna lluvia.

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Desde la calle San Pedro hasta el burgo hay una pendiente importante, que puso a prueba la destreza de la protagonista llevando sobre su cabeza el viejo arcón con alhajas y las cuentas de la Cofradía. Para eso ha estado ensayando las últimas semanas, primero con el arcón vacío y añadiendo peso hasta realizar alguna sesión incluso con más kilos que los que llevaba este viernes. Ella fue quien más agradeció llegar a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y del Manzano y descansar en la sacristía mientras se leían las cuentas de las capturas obtenidas por los arrantzales hondarribitarras en la anterior campaña.

Superado el trámite, Carla Emazabel volvió a cargar con la Kutxa sobre su cabeza y se dirigió hacia La Marina, donde cada vez había más gente, sobre todo en el tramo final. Y es que allí iba a producirse el momento más esperado de la jornada, el de las vueltas. Dice la leyenda que cuantas más vueltas, mejor será la siguiente campaña pesquera. Ya había parado de llover y pudo disfrutar de ese momento rodeada por una multitud y, en primera familia, familiares y amigos.

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«Ni he notadola lluvia»

Al acabar su tarea, entre foto y foto en La Hermandad, Carla aseguró que «ni me he enterado de la lluvia. Ha caído un buen chaparrón, pero yo iba feliz, no me ha molestado. Me preocupaba más la gente que estaba viendo».

Hay varias partes en el recorrido y «creo que lo más emocionante ha sido la subida y la llegada al arco». Explicó que «en la calle San Pedro, a la altura de casa de la amona, estaba toda la familia y cuando me han gritado, me han emocionado muchísimo, ese momento ha sido increíble. Y al llegar también, ver a toda la familia en el arco, a la amona sentada, empezar a dar vueltas y ver al atta detrás ha sido espectacular».

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En cuanto al número de vueltas, 40, son «los años que lleva el atta en la mar. Había pensado algún otro número, pero era bastante más alto. Me he quedado con cuarenta. Suficiente, estoy contenta».

Un mantón con historia

La protagonista tiene una bonita anécdota referida al mantón que llevaba ayer: «Hace treinta años los attonas cumplieron las bodas de plata y se fueron a Sevilla, un viaje que les regalaron las hijas. Paseando, en un escaparate vieron un mantón y el attona Melchor le dijo a la amona, 'Ade, lo voy a comprar por si acaso algún día tenemos nietas y alguna sale con la Kutxa'».

Hasta el día en el que fue elegida «nadie había visto ese mantón. La amona lo tenía guardado. Siempre nos decía que tenía un mantón que compró el attona hace años, pero no nos lo enseñaba. Nos decía no lo íbamos a ver hasta que algún día, a ver si había suerte y alguna salía con la Kutxa». En la familia sorprendió que «estaba en súper buen estado a pesar de haber pasado ya treinta años».

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