La influencer Andrea García devuelve el color a Paiporta pintando un mural en un colegio
Solidaridad ·
Con131.000 seguidores en sus redes, la guipuzcoana cumplió el sueño de una niña valenciana y pintó, hace unos días, un mural sobre la esperanza en un colegio de Paiporta (Valencia)El arte puede nacer del dolor, pero también del deseo de volver a ver color donde solo hubo barro. Así lo ha demostrado la artista ... eibarresa Andrea García, conocida en redes sociales por su estilo vibrante y su cercanía con el público, al viajar a Paiporta (Valencia), una de las localidades más afectadas por el paso de la Dana, para cumplir el sueño de una niña llamada Lluna que quería pintar con la artista.
Publicidad
Lluna, seguidora de Andrea en redes, -la eibarresa cuenta con 131.000 'followers'-, le había confesado en alguna ocasión a su madre Alba que «ojalá algún día pudiera pintar con ella». Su madre no lo pensó dos veces: escribió una carta a la artista sin demasiadas esperanzas, pidiéndole que ayudara a su hija a cumplir ese pequeño sueño. «Su madre me escribió un mensaje muy sentido, casi sin esperar respuesta. Pero lo leí y no lo dudé. Le respondí que por supuesto que sí», explica Andrea. «Cuando alguien te pide algo así, no puedes mirar a otro lado. Había tanto amor y tanta necesidad de esperanza en sus palabras que supe que debía ir», se sincera.
Desde aquel primer mensaje, la artista y la familia de Lluna mantuvieron contacto durante meses, ideando una acción simbólica que uniera arte y reconstrucción. Un año después de la DANA, el encuentro se hizo realidad en el colegio Jaume I de Paiporta, donde Andrea trabajó tres días junto a los niños para crear un mural colectivo que hoy ilumina una de las paredes del centro.
El mural, explica la artista, «representa el resurgir, la vida que vuelve a brotar incluso cuando todo parece destruido. Es un gran árbol que nace del barro, un símbolo de la fuerza de la comunidad y de la esperanza compartida». Andrea todavía emocionada de la experiencia señala que «queríamos transmitir que del barro también puede resurgir la vida. Que la esperanza tiene raíces profundas, incluso en los lugares más devastados».
Publicidad
«Calles levantadas»
Durante su estancia en Paiporta, la artista se alojó en casa de la familia que le había contactado. «El ambiente fue precioso. En el colegio se respiraba ilusión. Los niños llenaban de luz cada espacio con su energía. Pero también me impresionó ver que, un año después, el pueblo sigue muy atrasado. Hay calles levantadas, el puente principal destruido, y las obras van lentas. Desde fuera parece que todo se ha solucionado, pero no es así», relata.
Aun así, la artista subraya que «la gente ha sido maravillosa, muy agradecida y cariñosa. Había mucha emoción en el aire. Sentías que cada trazo del mural era también un pequeño paso hacia adelante para todos».
Publicidad
Los niños fueron parte activa de la creación. «Ellos son la verdadera luz de todo esto, -dice-. Su risa, su curiosidad, su forma de disfrutar sin pensar en nada más… Me recordaron que, pese a todo, la vida sigue teniendo color». El mural no solo es un gesto artístico, sino un símbolo comunitario. «No borra lo que pasó, pero sí llena de color lo que quedó en silencio», resume Andrea. «El arte puede ser consuelo, puede sanar. En Paiporta sentí que pintar con ellos era mucho más que crear una obra; era reconstruir, aunque fuera un trocito del alma del pueblo».
Durante esos tres días, entre pinceles, risas y abrazos, la artista eibarresa encontró también una enseñanza personal. «A veces, las redes sociales te alejan de lo humano, de lo que realmente importa. Pero allí, con Lluna y los demás niños, comprendí de nuevo por qué pinto: porque pintar es compartir vida».
Publicidad
Hoy, el mural se ha convertido en símbolo del renacer de una comunidad golpeada por la tragedia. Las familias del colegio lo visitan cada día, los vecinos lo fotografían, y muchos dicen que ha devuelto algo que hacía tiempo faltaba: la alegría. «El arte no puede reconstruir un puente, pero puede reconstruir un ánimo» dice Alba, la madre de Lluna. «Ver a mi hija pintando con ella fue como verla recuperar la sonrisa que la DANA le había quitado».
Por su parte, Andrea, conmovida, confiesa que este mural «quedará siempre en mi memoria, no como una colaboración artística, sino como una lección de humanidad» Y al marcharse, dejó una promesa. «Volveré cuando el puente esté reconstruido. Volveré para ver cómo florece todo lo que empezamos con un pincel y un sueño».
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión