«Nuestros hijos han perdido el placer de aprender porque están hiperestimulados»
En su libro 'Bajo presión' describe una generación de niños protegidos y presionados en exceso con la realización de múltiples actividades
CRISTINA TURRAU
Domingo, 26 de octubre 2008, 03:09
Publicidad
Los hijos del escritor y periodista británico Carl Honoré han sido su fuente de inspiración. De su vida como estresado redactor económico que leía con prisas el cuento nocturno a su hijo salió , un éxito traducido a 25 idiomas. Publica ahora un texto acerca del peligro de sobreestimular a los hijos. «Con una agenda tan llena, las actividades han perdido para ellos el jugo, la magia y el placer», dice.
- Los padres buscan el éxito para sus hijos. De momento es usted quien lo ha encontrado con sus libros.
- Estoy a favor del éxito. No me parece algo negativo. Ni para los mayores ni para los hijos. El problema es que, como padres, nos hemos obsesionado con una definición muy limitada del éxito. Es algo siempre cuantificable: las buenas notas. O los resultados que se pueden llevar a un curriculum.
- Parece reivindicar el éxito como satisfacción personal.
- Despreciamos los éxitos sencillos. El juego de un niño con un palito en el jardín. Es un momento mágico de desarrollo cognitivo y humano. Pero es muy difícil de trasladar a un curriculum. Despreciamos ese momento mágico y lo inscribimos en una clase de ballet o de judo.
- La estimulación infantil parece una idea aceptada. Pero usted habla de sobreestimulación. ¿Nos hemos pasado de rosca?
- Creo que se nos ha ido la mano. No afecta sólo a los niños. Es un problema global en una sociedad hiperestimulada. Y la infancia lo refleja. Sobre todo en los primeros años de vida de nuestros hijos, estamos buscando cómo aumentar la estimulación. Se parte de la idea de que como un poco es positivo, el doble será mejor. Y multiplicarlo por cuatro, aún mejor. Vivimos en la cultura del 'más'. Hemos caído en el exceso.
Publicidad
- Conseguimos un efecto contrario al pretendido.
- Lo irónico es que los hijos nacen programados para buscar la estimulación que necesitan para desarrollar su cerebro y su cuerpo. Ocurre desde hace siglos. Y pueden encontrar lo que necesitan en la vida cotidiana, haciendo cosas muy sencillas y en contacto con los padres y los amigos. Pero eso lo vemos como algo insuficiente. Y entramos en estimulaciones excesivas y artificiales, como los juguetes electrónicos que prometen desarrollar el coeficiente intelectual. Cuando es una mentira.
- Los padres aceptan el engaño.
- Estamos tan enloquecidos como padres y tenemos tanto miedo al fracaso que aceptamos cualquier oferta que nos promete más estimulación.
Publicidad
- Querer lo mejor para los hijos es una aspiración natural. ¿Hemos llevado esta idea al extremo?
- Vivimos en una paradoja, cuyo punto de partida son nuestras mejores intenciones para con los hijos. El impulso natural de querer lo mejor para ellos ha caído en la caricatura, en el extremo. Nos está haciendo daño a los padres y también a los niños.
- Lejos de ayudarles, les perjudicamos.
- Podemos imaginarnos una vida perfecta para un chico. Está en un colegio perfecto. Nunca sufre dolores. Está siempre feliz. Las circunstancias de su vida están perfectamente ordenadas. Puede parecer muy bonito. Pero cuando el hijo sale de las manos de sus padres, le va a costar mucho salir adelante. Porque el mundo es imperfecto. Y es muy raro encontrar una situación donde todo esté bien y ordenado. Les estamos negando así la capacidad o el espacio para desarrollar una habilidad mucho más importante: saber sobrevivir o manejarse en una situación imperfecta.
Publicidad
- Hay que dejar a los hijos lidiar con las dificultades...
- Con 16 y 17 años hice el bachillerato internacional en Canadá, un diploma que se consigue en los últimos dos años del colegio. Odiaba al profesor de esa asignatura. Pensé dejarla. Pero no tenía opción, si quería obtener el diploma. Me quedé. Odiándole todo el tiempo. Pero cuando ahora miro atrás me doy cuenta de que en aquella clase aprendí muchísimo: a manejarme con alguien que no me gustaba.
- Un buen ejercicio...
- Son situaciones que surgen en la vida cotidiana. En el trabajo es bastante habitual encontrar un jefe o un compañero que no te gusta. Si siempre tienes profesores perfectos y muy simpáticos no tendrás experiencia para abordar momentos más complicados.
Publicidad
- Huyamos de la perfección...
- Hay un pensamiento de Voltaire que ilustra el momento que estamos viviendo: 'Lo mejor es enemigo de lo bueno'. En esta búsqueda frenética de perfección estamos sacrificando cosas muy valiosas e importantes para los hijos.
- A veces parece que los niños pueden con todo. Inglés, francés, piano, yudo...
- Las actividades extraescolares pueden ser fantásticas. Es una cuestión de equilibrio y de grado. Ocurre que los chicos, en general, tienen un exceso de ellas. Están sobreprogramados. Y eso tiene varios efectos negativos. De entrada, el cansancio. Es muy común que se duerman en el coche rumbo a la siguiente actividad. Están al límite. Y las agendas están tan abultadas que muchos no tienen espacio entre las actividades.
Noticia Patrocinada
- Hay que darse prisa...
- Muchos padres sacan a sus chicos diez minutos antes del final de una clase para llegar a tiempo a la otra.
- Y los niños necesitan tiempo...
- Igual que los mayores, necesitan tiempo para procesar y comprender lo que significa la actividad para ellos. Pero la realizan sin pensar, para agradar a los padres, para su curriculum o para estar con sus compañeros. Pero no porque exista un fuego o una pasión por ella.
Publicidad
- ¿Hay que reivindicar las actividades que se hacen por placer?
- Cuando los chavales tienen 14 y 15 años y controlan su agenda se van, dejan las actividades. Es lo triste. En mi generación jugábamos a todos los deportes, pero de modo muy informal. Jugaba en un equipo de fútbol, con camiseta y árbitro, eso sí. Pero con mis amigos, sin ningún adulto a la vista. Y hoy en día sigo jugando por placer. Pero si se miran las estadísticas, los chicos de hoy dejan los deportes, porque se les ha sacado todo el jugo, la magia y el placer.
- Hoy los padres asisten a los partidos de fútbol. Y se enfadan con el entrenador...
- Se pierde una oportunidad trascendental de alimentar pasiones duraderas. Nuestras acciones pasan a engrosar una larga lista en la que vamos tachando. Pasamos por la superficie de las cosas sin engancharnos profundamente a ellas.
Publicidad
- Hay quien ha empezado a alertar de las consecuencias del problema.
- Las Universidades más poderosas del mundo envían el mismo mensaje: hay que hacer menos para hacerlo mejor. Para que las cosas tengan un significado. Con tiempo entre las actividades para estar solo, tranquilo, dormir la siesta o estar con los amigos sin prisas, sin agenda y sin objetivos.
- También se aprende en esos momentos...
- Uno de los objetivos de la cultura de agenda apretada es el entrar en una Universidad como Harvard. Y es esta Universidad la que dice '¡Basta! No puedes hacerlo todo'. Hay que gozar y disfrutar.
Publicidad
- Qué recomienda a los padres para 'dejar crecer a los niños a un ritmo más lento'.
- Reservar una hora cada día para que los chicos jueguen solos. Sin adultos ni ordenadores. Dejar momentos vacíos, capaces de albergar aburrimiento. Es un lugar natural y mágico para el juego. Y cortar con la tecnología. Desenchufar a los chicos de la para que creen su propio juego.
- Alerta del poder de los expertos...
- Hay que olvidarse de los manuales para padres y de las páginas sobre crianza. Todos tenemos una voz dentro que hemos dejado de escuchar. Hemos perdido la confianza en nuestra capacidad como padres. Eso hace que nos sintamos angustiados y aislados. Para recuperar la confianza hay que mirar hacia adentro, en vez de fijarse en lo que dice un experto o lo que hacen los vecinos.
- No hay receta para educar a los hijos, dice usted.
- Tenemos que desarrollar una fórmula propia. Siempre vamos a tener dudas. La incertidumbre es un ingrediente esencial del ser padre. Y hay que aceptarlo para no caer en el pánico o en un control exacerbado.
- El estrés, ¿ha llegado a los colegios y a su insistencia en el rendimiento académico?
- No echo la culpa a los padres ni a los maestros. Es la cultura quien pone la presión. De ahí el título del libro. Los profesores también se sienten estresados. El sistema educativo que hemos heredado es del siglo XIX. Es muy rígido, orientado a la fábrica y a los obreros. Pero el mundo ha cambiado.
Publicidad
- ¿Qué necesitamos de los colegios?
- Una enseñanza menos rígida, capacidad de desarrollar su propio programa y dejar atrás la obsesión por las notas. Hay que abrir un espacio para que los chavales trabajen en equipo y sin competitividad. El mercado hoy está basado en el trabajo en equipo y la creatividad. Y ésta nace cuando los chicos tienen tiempo para explorar y desarrollar sus pasiones.
- Son los momentos mágicos, dice usted.
- Sí. Cuando los profesores y los alumnos se olvidan de las notas y de los exámenes y están profundamente metidos en el momento del aprendizaje. Es un momento explosivo y fértil. Algunos colegios ya están tratando de incluir este espíritu como algo cotidiano, como el eje del aprendizaje. Debería ser la meta del sistema educativo. Quitaría presión a los maestros y les daría confianza. Pero hay que entrenarles bien, darles una buena formación.
- ¿Qué ha aprendido con su tarea de padre y con sus libros?
- Que no hay una única forma de hacer las cosas. Hay un abanico de posibilidades, velocidades y caminos. La cultura del perfeccionismo ha pasado a ser una cultura monótona, porque concibe una única forma de hacer las cosas. Idea común a los dos libros es la del esfuerzo por liberarnos de las tiranías de la uniformidad. Para crear algo más amplio, rico y placentero.
cturrau
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión