El órdago navarrista
ALBERTO SURIO
Domingo, 12 de octubre 2008, 03:53
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LA ruptura tácita del pacto entre Unión del Pueblo Navarro y el Partido Popular consuma un inesperado movimiento en el seno del centro-derecha de la Comunidad foral que sorprende por su virulencia y que tendrá efectos si se materializa en la votación de los Presupuestos Generales del Estado, lo que aún está por ver.
Miguel Sanz ha conseguido el apoyo del 90% de UPN a su decisión de abstenerse en torno al proyecto del Gobierno de Zapatero, pero es dudoso que los dos diputados y los tres senadores de UPN, la mayoría más afines a las tesis del PP, le secunden en su estrategia, lo que acarrearía un problema de indisciplina interna.
No se trata, en principio, de la imagen de un brindis al sol. El desmarque puede terminar con un desenlace traumático pero a la vez parece encerrar cierta letra pequeña más propia de una negociación entre bambalinas. Sanz ha preferido mantener una relación de no agresión directa contra el Gobierno de Zapatero, consciente de que su situación de minoría y su permanencia en el poder depende del PSOE. Hay quienes sospechan que esta actitud adoptada por la dirección navarrista es la otra cara de la moneda de la estrategia en su día avalada por la dirección del PSOE de impedir al PSN llegar al poder de la mano de Nafarroa Bai, desbaratando por orden de José Blanco la posibilidad de una coalición entre socialistas y nacionalistas que amenazaba con dejar fuera del gobierno a los regionalistas.
Sanz ha preferido no indisponer a la ejecutiva federal del PSOE en contra de la estabilidad de su gobierno foral, mostrando a su vez la fragilidad de su Ejecutivo y su dependencia de los intereses tácticos de Ferraz más allá de las cuestiones concretas que pueda conseguir para Navarra en una negociación presupuestaria en la que la sombra de la crisis va a conllevar recortes en las inversiones y acentuar la rivalidad territorial. Resulta paradójico que quien en su día levantara la bandera más beligerante frente al proceso de paz y acusara a Rodríguez Zapatero casi de poner en venta al territorio foral por su diálogo con ETA se haya convertido ahora en su implícito aliado.
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Lo más extraño de esta crisis es el desgaste que puede precipitar en el centro-derecha navarro, que había construido un espacio ideológico en el que un determinado sector sociológico se sentía cómodo, entre otras cosas por estar sustentado en un hábil tejido de poder que no ha podido ser desactivado por las malogradas experiencias de gobiernos «de progreso» alternativos. La continuidad de UPN en el gobierno ha dependido hasta ahora también de la debilidad del socialismo navarro y la necesidad de que cualquier alternativa pasase por una alianza transversal entre el PSN y los partidos nacionalistas cuya viabilidad ha tropezado siempre con serios escollos ideológicos alrededor de las relaciones institucionales entre la Comunidad foral y el País Vasco.
Sin embargo, el modelo de funcionamiento entre el PP y UPN, basado en el reconocimiento de dos partidos distintos y en el 'hecho diferencial' navarro, parece que puede saltar por los aires en los próximos días. Asistimos a la voladura de un engarce que había sido hasta ahora un ejemplo casi modélico en el modus operandi, ya que combinaba el respeto a la autonomía en la toma de decisiones con su coordinación en aquellos asuntos que afectasen al «interés general de España».
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El riesgo de esta división interna en el centro-derecha navarrista es que puede llevar con el tiempo a este proyecto político a perder la hegemonía y el poder al frente de la Comunidad foral o al menos le puede condicionar de forma determinante. Si se fragmenta en dos opciones, es evidente que el juego de las alianzas se abre en un futuro no demasiado lejano.
Los tiempos también son nuevos en el PP vasco, en donde la llegada de Antonio Basagoiti puede servir al centro-derecha vasco a conectar mejor con un sector de la sociedad, templado, moderado, que hunde sus raíces en la tradición liberal, no estrictamente ideologizado y que se siente más cercano a un estilo menos áspero y más flexible. Es cierto que la posibilidad de voto útil no nacionalista hacia Patxi López plantea al PP vasco un problema de competencia. Pero a la vez puede existir una franja sociológica conservadora que no se sentía atraída del todo por el discurso de dureza representado por María San Gil que ahora mire con mayor atención los movimientos de Basagoiti.
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Y es que el líder del PP vasco puede comenzar a moverse en el tablero vasco sin determinados prejuicios ideológicos en algunas cuestiones. El mapa político que reflejen las próximas autonómicas despejará estas incógnitas. Quien piense, desde luego, que el PNV mantiene su apuesta por el tripartito con EA y Ezker Batua con el mismo entusiasmo que tiene hacia este «cauce central» el lehendakari Ibarretxe es que no conoce los entresijos de la formación jeltzale y su proverbial pragmatismo cuando necesita aliados.
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