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ORDIZIA

El adiós de la tienda de María Dolores

Tras 40 años al frente del popular establecimiento de la calle Urdaneta, se despide una tienda que, en sí, es centenaria

PPLL

Miércoles, 27 de marzo 2013, 04:13

Cualquier día de éstos, en cuanto salga la mayor parte del género que queda en las estanterías, María Dolores echará el cerrojo de manera definitiva a ese local que adquiere la condición de tienda centenaria, ubicada en el actual número 33 de la calle Urdaneta, empeño del que se ha ocupado a lo largo de los últimos 40 años. Un negocio familiar de los de toda la vida, que reúne todas esas características que han definido al comercio tradicional que ha perdurado a lo largo del pasado siglo, centuria de la que han sido fiel reflejo.

Un establecimiento en el que no reza en el exterior cartel identificativo alguno, al que su titular le da el nombre como referencia y denominación popular, la tienda de María Dolores, a la que en segunda acepción se conoce por el apelativo que le cayó tras los esponsales; 'la tienda de Muño'.

María Dolores Urretavizcaya reseña que en su Legorreta natal le tocó, de bien chavala, arrimar el hombro y trabajar en la panadería pasando a paquetitos todo el género, que durante mucho tiempo siguió llegando a granel, garbanzos, fideo, café, etcétera.

Con 26 años, y siendo ya novia del que poco después sería su marido, Javier Albisu, miembro de la saga Muño, con sede en la vecina casa solar al establecimiento, le surgió la oportunidad de pasar a hacerse cargo de la tienda de comestibles que hasta entonces, y durante medio siglo, había regentado, Félix Arregi. Corría el año 1973. «Nos casamos enseguida», apunta.

De todo en 80 metros

Y nada, María Dolores le dio su toque personal al negocio. Aquel mismo año hizo obra y renovó toda la tienda, amplió la gama de productos y casi sin saberlo hizo de ese tipo de tiendas, que sin duda alguna, eran grandes superficies de 80 metros cuadrados en las que se podía encontrar de todo, alimentación, droguería, charcutería, etc, un inicial delicatessen.

«Pasé a ampliar la gama de productos y a dar entrada a numerosas marcas, recuerda. Fui la primera en Ordizia que empezó a vender turrón de Gorrotxategi, o la única que tenía productos 'El Navarrico', por ejemplo. Al poco empecé, -destaca-, a vender productos congelados. Y en esa exclusividad, -añade-, creo que soy la única que tradicionalmente me he abastecido cada miércoles en la feria, y si me faltaba algo iba los sábados a Tolosa».

Echaba a andar la década de los 70, llegaban con fuerza ya los productos envasados y a los que la marca les otorgaba un prestigio. Además, el nivel de vida comenzaba a mejorar posiciones.

Eran días en los que no había grandes superficies o centros comerciales, lo que propiciaba, -recuerda-, que solo en la calle Urdaneta, sin ir más lejos, hubiera seis tiendas de comestibles. Tiempos de compra al día en fechas en las que poco a poco el frigorífico doméstico comenzaba a ganar terreno.

Y desde entonces han pasados 40 años, testigo además del paso del granel al envase, de la proliferación de marcas, de días en los que la compra era cosa de mujeres, «cuando ahora no solo vienen los hombres, sino que con toda naturalidad compran para llevar a casa productos de higiene femenina», destaca.

De aquellos días de trabajo de sol a sol, María Dolores comenta que pronto optó por cerrar los sábados por la tarde para abrir el domingo por la mañana. Modo de vida en el que la palabra baja no existía, ni tampoco el término vacaciones.

Tiempos de mucho remango y más dedicación. Remango para apañárselas, sola, a la hora de colgar la ristra de plátanos, que por término medio venían a pesar 22kg. Para coger el coche, la furgoneta, o el Land Rover. «De los vehículos de casa, afirma, he conducido todo menos los camiones».

Más horas en la tienda que en casa, siempre con una clientela asidua y fiel. El local, -reconoce-, en algunos casos, adquiere cierto aire de confesionario. «Sin haber estudiado psicología, con cada cliente ya sabías lo que había. En ese sentido, la relación y el trato es sin duda lo que más valoro». Y entre tantos, y aquellos días difíciles, no falta al que se le echó un capote, superó la mala racha, pero algo quedó por cobrar.

Pago a cuenta

Hablando de pagos, una de las costumbres que pervive desde hace 4 décadas es el abono a cuenta, es decir, ese pago pospuesto que en la mayoría de los casos se liquida a la semana y queda apuntado, no en el ordenador ni en nada parecido, sino en papel de estraza. Nada de máquina registradora, la suma, por supuesto de cabeza, o en su defecto con papel y lápiz. Sin problemas del paso de la peseta al euro.

«Siempre hemos tenido dependienta, reseña María Dolores. La que más tiempo ha estado, en concreto 32 años, ha sido Chelo Peláez, la madre de José Javier Cuadro 'Karratu'. Hoy son costos que una tienda de estas no puede soportar por lo que el futuro se les presenta muy difícil», afirma.

«Cumplidos ya los 67 años, concluía, me voy con mucha pena. No tengo el menor trauma por haber pasado mi vida entre estas cuatro paredes. Al revés, no solo he estado muy a gusto en este ambiente de compra y venta, en el trabajo cara al público, sino que puedo decir que a lo largo de estos 40 años he venido todos los días a la tienda supercontenta».

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