Exitazo de voces
EMECE
Miércoles, 18 de mayo 2011, 05:53
Después de haber escuchado el pasado sábado la ópera 'Lucia di Lammermoor' y asistido al éxito que su representación ha supuesto en el cierre de la temporada lírica de ABAO 2010/2011, este crítico de pro (de provincias) se pregunta cómo puede el jacobino gantés, el barón monsieur Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real, sostener que Gaetano Donizetti es un compositor de segundo orden. El buen hombre debe de tener un sentido muy peculiar de lo que es el arte. ¡Qué se le va a hacer! Raritos siempre ha habido en este mundo de Dios.
No solo es siempre un gozo escuchar esta ópera, por la belleza de su partitura y por el gusto en el tratamiento de las malodías y de la exigencia para las voces, sino que, como en el presente, caso se disfrutó de un elenco vocal de absoluta calidad. Pocas veces en el auditorio Euskalduna se ha aplaudido y braveado tanto.
Dejando a un lado la producción escénica, un tanto simplista y con detalles impropios de la indiscutida calidad artística de Emilio Sagi, sustituido en este caso por el joven Pablo Viar, es de destacar el excelente trabajo musical de dirección y de concertación de la batuta del italiano Montanaro, que llevó a la Sinfónica de Pamplona por planos de sutiles sonoridades, permitiendo a las voces difíciles lucimientos.
La Damrau fue una Lucía de lujo, con un registro agudo poderosos y bien templado, aplicando una excelente técnica en la media voz y en los pianos; poderosa en volumen y generosa en expresividad. Una pena que en la famosa escena de la locura (impecable) se le marcaran tantos movimientos y no se le dejara una más ajustada quietud. ¡Fantástica!
Otro tanto ha de decirse del muy joven tenor Fabiano, poseedor de una tesitura lírico/ligera de bellísimos colores y que nos ofreció un Edgardo pletórico. Hizo un gran esfuerzo y algo se le notó en los dramáticos últimos momentos, al no apoyar bien una nota de paso para ir al agudo. Es un Edgardo de referencia.
Espléndido en su Enrico, como barítono belcantista, el francés Tezier, con un centro hermoso, debiendo de cuidar el agudo para que su vibrato natural se elimine mediante un mejor uso del canto legato. Un estupendo trabajo el del bajo Orfila como Raimondo (fue muy aplaudido), cumpliendo muy bien el resto del elenco. El coro tuvo ciertos desajustes que ensombrecieron su buen trabajo. Como se suele decir en los toros: ¡Va por usted, monsieur Mortier!