La vida inventada de mujeres que 'cambiaron' de sexo
El escritor Antonio Calvo arroja luz en su nuevo libro sobre la verdad que se esconde tras los grandes impostores de la Historia
P. M.
Miércoles, 10 de junio 2015, 07:55
La fascinación, la conquista de más libertades o la necesidad de ser otra persona ha llevado a hombres y mujeres a lo largo de la historia a convertirse en otra persona. Aunque hoy convertirse en otro es algo que está a la orden del día en las redes sociales, los motivos por los que algunos lo han llevado a cabo en la vida real resultan sorprendentes. Es en esos casos del pasado en los que ha investigado Antonio Calvo para su libro 'Impostores. Sombras en la España de las Luces' (Ed. Cátedra).
Aunque la obra da buena cuenta de ejemplos en ambos sexos, nos centraremos aquí en los protagonizados por mujeres, no solo porque en ellas se duplicaban los motivos para querer ser otra persona, sino porque, en no pocas ocasiones, se veían obligadas a 'cambiar' de sexo. Así, convertidas en varones a ojos de los demás, podían huir de matrimonios no deseados, viajar evitando los peligros a ellas reservados, participar en sublevaciones y, en el caso de las más románticas, seguir a su amado.
Y aunque esto resulte curioso, sobre todo por el tiempo en el que pasó, aún es más interesante la legendaria historia de una papisa llamada Juana. En el siglo IX, esta mujer se disfrazó de hombre por amor a un estudioso. Así pasó a llamarse John Anglicus. Pero fue tal la sabiduría que alcanzó gracias a su misión que llamó la atención del papa León IV, quien la nombró su secretario. A la muerte del pontífice en el 855, le sucedió en el trono de San Pedro con el nombre de Benedicto III o Juan VIII. Uno o dos años más tarde, Juana (embarazada) habría sido descubierta públicamente cuando se puso de parto en mitad de una procesión. «Dependiendo del cronista, ella murió lapidada por la multitud o dando a luz», señala Calvo Maturana.
Por extraordinario que parezca, no fue este último un fenómeno aislado. Solo en los Países Bajos entre 1550 y 1839 se conocieron más de 119 casos que revelaban que había mujeres ejerciendo oficios reservados a los hombres. Desde el descubrimiento, en 1747, de que el verdugo de Lyon era una mujer, hasta los cuerpos que, al final de las batallas, daban cuenta de la presencia de ellas entre las tropas. Algunas de estas soldados llegaron a ser tan reconocidas como Catalina de Erauso, la 'Monja Alférez'.
Los pechos y la falta de genitales masculinos podían delatar a las impostoras. Sin embargo, y según los expedientes judiciales, algunas, como la alemana Catharina Lincken, lograron hasta engañar a sus esposas. En este caso, gracias a un cuerno forrado de cuero que siempre llevaba pegado a su cuerpo y que también le servía para orinar, así su postura tampoco podía delatarla. Eso sí, aquellas que desvirgaban a otras sufrían un castigo con una importante carga ejemplificadora para hacer desistir de la idea a otras 'corruptas'. Tal fue el caso de Mary Hamilton, quien en 1746 fue públicamente azotada en cuatro localidades inglesas por haberse casado como hombre hasta con catorce mujeres.