Un vaivén de medidas al son que marca el virus

El tercer cierre perimetral en menos de seis meses ilustra la incapacidad de Gipuzkoa para contener la pandemia

Miguel Ángel Mata

San Sebastián

Miércoles, 14 de abril 2021, 07:06

No hay dos sin tres', 'el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra', o incluso el 'a la tercera ... va la vencida' para los más optimistas. El refranero ofrece variadas alternativas para definir la situación en la que entró ayer Gipuzkoa. El tercer cierre perimetral en menos de seis meses al no ser capaz de controlar la expansión del Covid-19.

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Tres cerrojazos que coinciden con las tres olas que se han producido después del último verano, el momento de menos contagios y más libertad para el ciudadano, y que siguió al confinamiento estricto de primavera. Lejano queda aquel 10 de junio en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, proclamó eufórico en el Congreso aquello de 'hemos vencido al virus'.

Poco después, a mediados de julio, mientras la población disfrutaba de la entonces llamada 'nueva normalidad', la cifra de contagios empezó a subir hasta alcanzar guarismos descomunales a finales de octubre. Una recaída que forzó al Gobierno a decretar un segundo estado de alarma que permitiera a las autoridades recuperar un panorama de restricciones para tratar de contener la sangría de contagios. La decisión del Ejecutivo central anuló de facto una serie de medidas que ya había aprobado una semana antes Euskadi, donde el 5 de noviembre se marcó el récord de positivos detectados hasta la fecha, con 1.547 en una sola jornada.

Un paso atrás

En ese contexto, fue a raíz de aquel 25 de octubre en que se declaró el segundo estado de alarma cuando los ciudadanos volvieron a verse sometidos a condiciones de vida que eran inimaginables unos meses antes. El confinamiento de marzo a junio se concibió como una medida excepcional ante una situación insólita y de alcance temporal limitado. Pero tras cinco meses de tregua relativa, entraron en vigor el toque de queda, la limitación de grupos, la prohibición de salir de la región e incluso del propio municipio, los aforos, las prohibiciones y suspensiones de actividades deportivas, culturales y sociales...

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No era un confinamiento estricto pero al ciudadano de a pie le tocó aprender a vivir de nuevo bajo medidas restrictivas y pendiente de cómo evolucionaba la pandemia y, al albur de esta, de las decisiones que iban tomando las distintas administraciones.

Pedro Sánchez proclamó el 10 de junio que se había «vencido al virus» y pocas semanas después repuntaron los contagios

el primer error

El segundo estado de alarma, del 25 de octubre, introdujo el marco en el que aún vivimos, con toque de queda y otras limitaciones

vuelta atrás

Porque, además de la constatación de que no se ha sido capaz de controlar la expansión del virus, lo más ilustrativo de los últimos cinco meses y medio ha sido el vaivén de medidas que se han ido aprobando y descartando. Un carrusel de restricciones, relajaciones, endurecimientos, aflojamientos y adaptaciones que ha desorientado a gran parte de una sociedad que, además, ha asistido desconcertada a cómo estas diferían entre unas comunidades y otras, como si el virus entendiera de regionalismos.

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En Euskadi, las medidas para tratar de frenar la segunda ola entraron en vigor el 27 de octubre, dos días después de aprobarse el nuevo marco de excepcionalidad. El Gobierno Vasco no tardó en darse cuenta de que la situación estaba ya para entonces descontrolada y apenas una semana después decidió endurecerlas.

El 7 de noviembre se amplió en el País Vasco una hora el toque de queda (de 22 a 6 horas), se suspendió toda actividad de deporte en grupo no profesional, se limitaron aún más los aforos en espacios públicos, se limitó el horario comercial hasta las 21 horas y, sobre todo, se decretó un nuevo cierre total de la hostelería, salvo para servir comida para llevar o reparto a domicilio.

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Ha quedado claro que las infecciones bajan cuando hay restricciones y suben cuando se producen relajaciones

experiencia

Euskadi llegó a apagar el semáforo Covid en marzo al creer que lo peor había pasado. Un mes después la cuarta ola es una realidad

fallo de diagnóstico

El efecto Navidad

Medidas extremas trajeron un descenso de los contagios, y el 12 de diciembre se flexibilizó la situación con la reapertura de bares y el levantamiento de los confinamientos municipales. Gipuzkoa en su conjunto siguió candada hasta el 23 de diciembre, cuando las restricciones se relajaron aún más de cara a Navidad.

En aquellos días no hubo cabalgatas ni otros actos típicos navideños, pero sí quedadas, comidas de empresa, visitas a familiares... Tras el periodo festivo, con los test dando muestras de que los excesos se traducían ya en repunte de contagios, Gipuzkoa (como Álava y Bizkaia) volvió a quedar confinada. El Gobierno Vasco decidió recuperar buena parte de las medidas que se levantaron por Navidad, pero no pudo evitar la tercera ola, que no aflojó hasta ya entrado febrero. De hecho, hubo un nuevo endurecimiento el 25 de enero, con la entrada en vigor de un nuevo confinamiento municipal y la rebaja del límite de reunión a cuatro personas.

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Estas medidas se prolongaron hasta el 9 de marzo, un día después del Día de la Mujer, cuando se recobraron la movilidad interna dentro de Euskadi o el deporte escolar entre otras medidas. Además, se apagó el semáforo Covid, con la confianza de que lo peor ya había pasado gracias, entre otras cuestiones, a la llegada de las vacunas. Nada de eso. Ha bastado un mes de relativa libertad, y con la Semana Santa por medio para entrar en una cuarta ola y tener que volver a cerrar Gipuzkoa.

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