Foto de familia de los sanitarios en el Teatro Victoria Eugenia. Jose Mari López/Borja Luna

22 meses entre la vocación y la saturación

Sexta ola ·

Profesionales sanitarios trasladan su fatiga y empeño en cuidar a una población a la que piden que no baje la guardia ante el virus pese al beneficio de las vacunas

Oskar Ortiz de Guinea

San Sebastián

Domingo, 26 de diciembre 2021, 07:39

Se les había rogado puntualidad al encuentro con DV a fin de poder acceder al teatro Victoria Eugenia todo el grupo a la vez, y hasta quienes habían avisado de que llegarían justos del trabajo, están presentes a las 16.00 horas. Tal vez sea porque son profesionales sanitarios y suman ya 22 meses cumpliendo a rajatabla los protocolos covid. Pilar Gracia, que ejerce de anfitriona como técnico de producción del escenario, alaba la labor de estos sanitarios a los que este periódico eleva al escenario por Navidad como gesto de reconocimiento. Los artistas, en cambio, parecen dar todo el protagonismo a la majestuosidad del histórico teatro.

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  1. Farmacia

    «Hemos ejercido muchas veces de psicólogos»

Junto al personal de atención primaria, las farmacias se han convertido en un excelente observatorio para calibrar la incidencia del coronavirus a cada momento de la pandemia, antes incluso de que su impacto en los hospitales sea tal que alcance el nombre de ola. Y esta sexta la vieron venir en las boticas según fue en aumento la demanda de test autodiagnósticos. Llevan un tiempo sin dar abasto. «En realidad», apunta Amaia Unamuno, de la farmacia Unamuno y Martínez en el barrio donostiarra de Bidebieta, «siempre ha habido una razón para estar desbordados. Primero fueron las dudas por un virus desconocido, luego las mascarillas, después los guantes y el gel hidroalcohólico, y finalmente los test de antígenos, que ahora andan escasos».

«Nos movemos rápido contactando con mil proveedores para conseguir test, pero se agotan», añade Óscar López Lanchares, del establecimiento Ana Viejo y Lanchares. Junto a Asun Aranguren, colega en el Hospital Donostia, subrayan que «desde el primer día, los farmacéuticos hemos estado dando la cara», en primera línea del frente. Y ya van casi dos años de trajín, en los que han «aguantado mucho» y ejercido «muchas veces de psicólogo para informar o dar tranquilidad a alguien».

Se sienten «agradecidos por una mayoría», pero ruegan no bajar la guardia. Como profesionales de los medicamentos, avalan el espaldarazo que las vacunas han significado para proteger a la población del virus, lo que, al mismo tiempo, ha generado una «peligrosa relajación» en el cumplimiento del resto de medidas preventivas al margen de los pinchazos, lo que ha disparado la transmisión del covid. «Aunque ahora hay muchos menos fallecimientos, la situación vuelve a ser compleja y hay que ser prudentes», coinciden.

  1. Atención primaria

    «Desbordados» desde antes de la saturación hospitalaria

A los trabajadores en atención primaria no les salen las cuentas para hablar de seis oleadas. Sostienen que en la primavera de 2020 se subieron a la primera ola, y ahí siguen. Aún en la cresta. Sacan fuerzas de flaqueza para sostenerse en pie. «Es un escándalo», opina un médico de un centro de salud que prefiere no salir en la foto, pero que ve cómo «hay bastantes compañeros de baja porque no pueden más, y muchos seguimos a rastras». Pese a su vocación fuera de toda duda, «es como para cambiar de trabajo», enfatiza. «Estamos desbordados», conviene la enfermera Edurne Lizarazu. Ese 'estamos' engloba a «todo el equipo sanitario: administrativos, enfermeras, profesionales médicos... Llevamos varios días otra vez hablando de la saturación en hospitales y UCI, pero para llegar a esa situación, la atención primaria ha tenido que estar y está saturada». En su opinión, se le iban viendo las costuras bastante antes. «Teníamos ya una de las ratios de enfermeras más bajas de Europa, y la pandemia nos ha desbordado».

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Además de en el sistema, esta escasez de medios humanos que reflejan «repercute» en el paciente. «Tenemos las agendas repletas -constata el galeno-. Junto al trabajo habitual en consulta, hoy por ejemplo tengo programadas 48 llamadas. El covid nos ha acaparado y casi no tengo tiempo ni para pensar en el mejor tratamiento para un enfermo crónico o un paliativo». Las enfermeras también comparten esta realidad. «El seguimiento que hacemos a los pacientes crónicos para evitar agudizaciones lo tenemos bloqueado por el covid. Muchas veces la atención de un paliativo la debemos hacer fuera de las horas de trabajo. El virus también nos ha quitado tiempo para la formación u otras actividades en comunidad».

Curiosamente, y por separado, ambos sanitarios aluden a los meses de confinamiento en los que se les aplaudía cada tarde a las ocho. Era algo que «no necesitábamos» aunque «podía ser bonito», pero ahora se preguntan dónde quedó aquel espíritu. A la consulta del ambulatorio «llega gente hablando de la conspiración de las farmacéuticas, cuando las vacunas son la única solución. Muchas son personas que han puesto a sus hijos sin pestañear todas las vacunas que les han dicho o que no te cuestionan ningún medicamento que les recetas». Y con la obligatoriedad del pasaporte covid, «me ha venido alguno a que le prescriba la vacuna porque le urge para el trabajo. Estas situaciones te minan cuando ves cómo está el sistema sanitario y que no abarcas más». «El problema va más allá del debate sanitario -aporta Edurne Lizarazu-. Quienes gestionan y los políticos tienen su cuota de responsabilidad, y los ciudadanos tenemos la nuestra. Debemos ser conscientes de que nuestras decisiones tienen consecuencias. Y muchas de ellas afectan tremendamente a la comunidad sanitaria», remarca la enfermera.

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  1. Ambulancias

    Una labor invisibilizada, «en continuo riesgo»

La preocupación general y los focos de la atención mediática se han dirigido mayormente a ambulatorios, hospitales y residencias de mayores. Pero muchas personas contagiadas, aquellas más graves o dependientes, no son teletransportadas a estos centros por arte de magia. Ahí están los trabajadores de emergencias y ambulancias. Su labor resulta a veces tan poco visible que fueron 'olvidados' cuando se decidió las profesiones que eran esenciales y, por tanto, había que priorizar en los primeros protocolos de vacunación. Hoy, ya inmunizados, siguen «en continuo riesgo» aunque lejos de la «enorme incertidumbre» inicial, expone el grupo de empleados de Ambulancias Gipuzkoa, empresa concertada con Osakidetza.

Los siete coinciden en que la mayor información, los equipos de protección y la vacunación les confieren ahora cierta tranquilidad, lejos de la «tensión» de la primera ola, «la más dura psicológicamente», recuerda Jon Ander Eceiza. A la tensión por tener que cohabitar en su furgoneta o una vivienda con aquella guadaña invisible, se añadía el componente humano de ver cómo sacaban «a una persona mayor de su casa para evacuarla, y se despedía de su familia sin saber si volvería a verla porque no podían acompañarla» ni en el traslado ni en el hospital, rememora Juan Pando. Todo en jornadas a veces de 8 de la mañana a 5 de la madrugada.

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Personal de emergencias llegó a dormir 10 meses en el garaje para no contagiar a su familia; hoy no han perdido el respeto al virus

Aquellos meses siguen vigentes en sus mentes y «da rabia cuando ahora ves a personas sin mascarilla en un centro comercial o un bar. ¿Y les vas a decir algo cuando ves cómo reaccionan algunos si les llaman la atención en el bus o el metro?», reflexiona Heiko Callens. «Con la vacunación, hemos bajado la guardia», observa Manuel Sánchez Romero. Sin embargo «prácticamente todos los días -cercioran- hay uno o dos traslados a hospitales de Bizkaia y Álava (Cruces, Basurto, Galdakao, Txagorritxu...)» debido a la saturación hospitalaria que padece Gipuzkoa.

No aciertan a explicar por qué vuelve a estar desatado el covid en el territorio. Sin llegar a los niveles de Xele Camino, que los diez primeros meses de la pandemia durmió en el garaje «para evitar el riesgo de contagiar a la familia» -otros compañeros optaron por una habitación aislada-, nos piden a todos «responsabilidad». El enfermero David Martín Casigos entiende que «haya cierto escepticismo, pero para salir de esta debemos estar unidos y ser solidarios. Todos querríamos una cama de UCI libre para un familiar o un amigo». Shandra Chamadoira pone el punto final. «Yo me cuido para cuidarte a ti, pero si tú no te cuidas... Difícil».

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Galería.
  1. Residencias

    «Sabemos cómo combatirlo y ahora tenemos los medios»

Si hubiera una escala para medir el drama causado por el covid, las residencias de mayores estarían en lo más alto. La mayor vulnerabilidad de sus usuarios debido a su edad y otras patologías posibles más la propia estructura de los centros con espacios comunes para sus residentes son carnaza para el bicho. Pero el virus ha perdido aquella capacidad de sorpresa que arrasó unas residencias indefensas. «Hoy sabemos cómo combatirlo» y, sobre todo, «tenemos medios», agradecen varios profesionales: mascarilla y vacunación, porque el metro y medio de seguridad es imposible de respetar en el cuidado de personas.

Con todo, los gerentes de los centros Uzturre (Tolosa) y Residencia San Ignacio y Hermano Gárate (Donostia), Álvaro Martínez y Borja Gómez Usabiaga, y la directora de enfermería de Aita Menni (Arrasate), Irune Galarraga, recalcan «la incertidumbre» con la que viven el día a día. La amenaza del virus sigue latente y «no te puedes relajar». No lo hacen, porque algunas residencias no han tenido ningún positivo este año -Uzturre, por ejemplo, no los tuvo en 2020, sin vacunas-.

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Pese a la vulnerabilidad de sus usuarios, varias residencias llevan un año sin positivos gracias a la prevención y las vacunas

Estos tres gestores alaban «la implicación» de sus trabajadores y «la comprensión» de sus familias para ayudarles a sobrellevar la tensión. Debe de ser tanta que encuentran «muchos problemas» para cuadrar turnos. «Nos faltan enfermeras», dicen. Estas saben que trabajar en una residencia es hacerlo en la boca del lobo. Lo constatan trabajadoras de los centros citados y otros como Txara II Biharko Gipuzkoa y Zorroaga. Son Joana Uranga, Ana Bienzobas, Pablo García, Elena Marzo, Arantza Barea, Lourdes Freire y Sonia Vélez. Afrontan varias realidades: el virus que «sigue ahí», la «relajación» social, el «hastío» e «incomprensión» de residentes y familias tras 22 meses de protocolos, y su propia fatiga. La física y la emocional. «Pero solo queda persistir. Esto no ha acabado».

  1. Hospitales

    «Muchos no entienden las medidas, te sientes policía»

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Llegados a este punto, casi no hace falta estar ahí para imaginar cómo están lidiando con el virus en una planta o una UCI de hospital. «Llevamos mucho tiempo muy cargados de trabajo, y cuando llega otra ola, pesa. Pero a todo el mundo se nos está haciendo largo», expresa el enfermero Manuel Carrascoso, quien vuelve a ver demasiados pacientes en el servicio de Urgencias del Hospital Bidasoa. En su mayoría son «personas mayores que aun estando vacunadas tienen otras patologías y pueden acabar ingresando» y «también mucha gente sin vacunar de 20 a 50 años. A menudo vienen con una sintomatología leve pero con mucha preocupación y ansiedad por que puedan empeorar».

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A los hospitales acuden no vacunados de 20 a 50 años, con síntomas leves, pero con ansiedad porque pueden empeorar

Las enfermeras Naiara Sorondo, Amaia Genua y Nacho Orama pertenecen a Policlínica Gipuzkoa -adonde Osakidetza deriva enfermos covid- y coinciden con Carrascoso en que «los que más están ingresando son no vacunados» y asimismo aluden a ese punto de estrés que provocan la impredecibilidad del virus y ciertos comportamientos. También tienen claro los tres que «la sociedad ha perdido el respeto al virus» y casi a diario deben recordar a algún paciente que se ponga la mascarilla o que solo puede haber un acompañante por cama. «Te sientes un poco policía», cuando «muchos no entienden estas medidas y te dicen que 'yo estoy vacunado' o que 'pasé una PCR negativa hace cinco días'. Andar así cansa» casi más que su propia labor. Y les preocupa ver cómo la nueva avalancha de pacientes covid obliga a Osakidetza a aplazar algunas cirugías no urgentes. Aseguran que «vamos a salir de esta» pero en el camino, esta sexta ola, en plena Navidad, «va a ir a más» pese a «todo el esfuerzo que realiza todo el sistema sanitario».

El arrepentimiento de una negacionista en su traslado de Irun a Basurto

Dos años de covid dan para miles de anécdotas, muchas tristes o divertidas. Otras simplemente reflejan una realidad, como la que Xele Camino vivió el domingo pasado en su ambulancia. «Llevamos a una mujer de Irun al hospital de Basurto, una hora de traslado. Se arrepentía de no haberse vacunado, pero ya era tarde y, además, contagiando a su familia. Claro que tienes el derecho a no vacunarte, pero no te das cuenta de que los que están a tu alrededor también tienen el derecho a que no les contagies». Camino va más allá. «Como sociedad, no hemos avanzado mucho. Falta solidaridad. Si te vacunas, igual te contagias pero seguramente pases un covid leve y no cargues más un sistema sanitario que no estaba preparado para una pandemia. Ninguno lo estaba».

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