«Tenemos una enfermedad mental y ya no nos escondemos»
Yolanda, Cristina y Sandra buscan concienciar sobre la salud mental y «romper con los estereotipos asociados a nuestros diagnósticos. Porque no, no estamos locas»
Les miran. Les juzgan. A veces incluso les tienen miedo. Nadan contracorriente en un mar bravo, golpeadas por años de depresión, ansiedad, ingresos hospitalarios, diagnósticos - ... a veces erróneos-, prejuicios y estigmas que azotan como olas, intentando hundirlas. Contra viento y marea enfrentan los altibajos de su propia mente para salir a flote. No están locas. «Tenemos una enfermedad, como cualquier otra. En nuestro caso es mental», explican Yolanda Barreiro, Cristina Pérez y Sandra Martins que, con motivo del Día de la Salud Mental que se celebra hoy, lanzan un mensaje claro: «queremos que se nos vea y sobre todo que nos comprendan».
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A Sandra le diagnosticaron Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) en su ciudad natal, Torrevieja, después de estar «muchos años hundida en una depresión aguda y ansiedad crónica», recuerda con algo de esfuerzo, ya que echar la vista atrás a esos años tan críticos nunca es fácil. Intentó quitarse la vida una primera vez antes de mudarse a Donostia, donde fue ingresada «tres veces más, algunas de estas en la Unidad de Agudos, por nuevos intentos de suicidio». Fue en uno de estos ingresos donde le detallaron que tenía un «TLP no especificado»; esto es, Sandra presenta los síntomas de la enfermedad pero no se le puede encasillar a un único tipo.
Ella lo describe como un árbol del que crecen muchas ramas diferentes. Por ejemplo, «como las personas con bipolaridad, mi humor puede cambiar muy rápido y varias veces en un mismo día. Paso de reírme a carcajadas a estar enfadada y vuelvo a estar contenta. Estoy aprendiendo a vivir con la enfermedad y aunque intento cambiar el chip cuando me doy cuenta, la mayoría de veces es imposible. Es agotador, una tortura», confiesa.
«En un día puedo pasar de estar riéndome a estar enfadada y luego feliz otra vez. Es algo agotador que la gente no entiende»
Sandra Martins
Trastorno Límite de la Personaldidad no especificado
«La gente, además, no lo entiende», lamenta. Sandra subraya un encuentro que tuvo con una enfermera «cuando estaba de baja. Pasé la inspección médica y lo único que me repetía es que tenía que aprender a controlarme. Yo le decía que 'si supiera cómo, no estaría aquí, no tendría esta enfermedad'. Su respuesta fue: 'aprende, verás cómo se te pasa'», cuenta todavía incrédula.
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Yolanda Barreiro asiente. No solo le escucha, le entiende. De manera similar, los ataques de ansiedad y la depresión llegaron antes que su diagnóstico; mucho antes de saber siquiera qué le estaba pasando. Se acuerda perfectamente del día que cambió todo. «Estaba haciendo recados, iba caminando por la calle y sentí un cosquilleo en las piernas. Era como si se estuviera abriendo un agujero en el suelo y me iba a caer». Se dirigió rápidamente al médico y le indicaron que «como había sido un día muy caluroso, probablemente había sufrido una lipotimia por un golpe de calor. Me dijeron que me tomara una manzanilla y me metiera en la cama». Y así hizo. Pero el hormigueo en sus piernas y la angustia no cesaban.
Las visitas a emergencias se volvieron rutina y la depresión se convirtió en un pozo cada vez más oscuro. También «comencé a tener comportamientos extraños. Mi cabeza iba demasiado rápido». Fue entonces cuando le pudo poner nombre y apellido a tantos años de sufrimiento: Trastorno Bipolar Mixto. Pero recibir el diagnóstico fue el comienzo de otro largo recorrido. «Estuve ingresada un mes y cuando salí tuve que aprender y adaptarme a muchas cosas nuevas», como a los efectos secundarios de los medicamentos. «Me dejaban los ojos como platos. La gente me decía: '¡Menudos ojos llevas!', y yo no entendía por qué», detalla.
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«No somos un peligro»
Cristina Pérez no es la primera persona de su familia en tener que hacer frente a problemas de salud mental. «A los 20 años, más o menos, empecé a tener síntomas de depresión. Fui al psiquiatra, que también trataba a mi hermano de una esquizofrenia, y me diagnosticaron erróneamente, pensando que yo también tendría esquizofrenia».
«La gente no sabe lo que es una enfermedad mental y algunos creen que les voy a hacer daño. Pero no soy un peligro»
Yolanda Barreiro
Trastorno Bipolar Mixto
Pero pasaban los años y Cristina no mejoraba. Es más, «cuando tenía unos 38 años intenté suicidarme», cuenta algo cabizbaja. Se sometió a una terapia electroconvulsiva -procedimiento en el que se aplican pequeñas corrientes eléctricas en el cerebro para intencionalmente causar una breve convulsión-, pero «el electroshock no funcionaba. Nada funcionaba». Porque realmente sufría un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). «Poder saber con certeza qué me pasaba fue un paso muy importante para poder aprender a vivir con ello», afirma. Pero todavía se le hace difícil. «Vivo dándole vueltas a todo constantemente, de manera obsesiva. Son ideas que te petardean la mente, te machacan y te impiden hacer vida normal».
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El TOC, además, no es siempre como en las películas de Hollywood. «No por tener este trastorno voy saltándome las líneas de las baldosas del suelo ni enciendo el interruptor cinco veces antes de salir de casa. Habrá gente que sí, pero no es mi caso y se tiende a generalizar, porque hay mucha falta de información», conciencia. También admite que «lo he pasado mal, muy mal, pero me atrevo a decir que estoy mejor que nunca».
«Le doy vueltas a todo de manera obsesiva, son ideas que petardean mi mente y me impiden hacer vida normal»
Cristina Pérez
Trastorno Obsesivo Compulsivo
Estas tres mujeres tienen algo en común, más allá del sufrimiento, los ingresos médicos o sus diagnósticos. Y es que han encontrado un pequeño espacio que «nos ha devuelto las ganas de vivir». Se conocieron en los talleres de Why Not, la fundación guipuzcoana que busca mejorar la calidad de vida de las personas con problemas de salud mental y acompañarles en el ámbito de ocio y tiempo libre. Para Sandra, Cristina y Yolanda, Why Not es «un lugar seguro y una zona de confort» donde realizar actividades como pintura, teatro o idiomas pero, sobre todo, un espacio de «entendimiento donde no solo haces amigos, sino que encuentras una familia». Saben que allí «nadie nos va a mirar raro. No piensan que les vamos a hacer daño, ni que estamos locas».
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Como cualquier otra persona que pasa por una enfermedad «tomamos medicación, sí. Vamos a terapia, sí. Pero no somos un peligro para la sociedad, como piensan algunos. La gente está muy equivocada, no saben lo que es una enfermedad mental, pero ya no nos escondemos. Queremos que se nos vea y nos entiendan. Las enfermedades mentales están dormidas y un día se despiertan; le puede pasar a cualquiera y tenemos que aprender a vivir con ello. Nosotras lo hacemos lo mejor que podemos».
Una gran marea rosa recorre Donostia para reivindicar la inclusión
Una iniciativa llena de color. Más de 200 personas de la fundación Why Not, dedicada a mejorar la calidad de vida de las personas que padecen una enfermedad mental, salen hoy a las calles de Donostia para celebrar el Día Mundial de la Salud Mental. El mensaje es claro: «visibilizar la salud mental y reivindicar la inclusión». Desde el paseo de La Concha hasta el Kursaal, una marea de camisetas rosas inundará la capital guipuzcoana, en la que también participarán usuarios y profesionales de distintos centros de salud mental y hospitales colaboradores de Why Not. Además, la batucada de Aukera llenará de ritmo y alegría la cita como broche final a una jornada para visibilizar los problemas de salud mental.
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