América grande, otra vez
Un nuevo Museo de los Presidentes pretende sacar de la ruina los parques temáticos de los mandatarios de EE UU
Los legados de todos y cada uno de los 44 presidentes que han dejado su huella en la historia de Estados Unidos (desde Washington a Obama; el de Trump está por ver) suelen ser un camino de ida y vuelta, a caballo entre la fascinación inicial, el fracaso y la redención final. Algo muy parecido le sucede hoy al fantasmagórico Presidents Park, que reúne los enormes bustos de sus primeros 43 mandatarios.
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Hace 17 años, el escultor David Adickes quiso hacer una versión corregida y aumentada del famoso Monte Rushmore. En este promontorio situado en Dakota del Sur se esculpieron hace 90 años los rostros de los presidentes Washington, Jefferson, Roosevelt y Lincoln. Fue un homenaje al origen y consolidación del 'sueño americano'. Cada uno de esos cuatro colosales bustos tallados en granito alcanza una altura de 18 metros.
Consciente de que el binomio patriotismo y capitalismo (o sea, negocio a la vista) van siempre de la mano en EE UU, a Adickes no le costó demasiado lograr inversionistas para su propio 'american dream'. Se puso manos a la obra.
Durante dos años esculpió esos 43 rostros. Como su trabajo empezó casi con el nuevo siglo, los últimos inquilinos de la Casa Blanca los fue incorporando sobre la marcha. Creó imágenes de seis metros de alto que, a pesar de estar huecas, pesan 18 toneladas cada una. En 2004 inauguró su primer Presidents Park en Lead, también Dakota del Sur, lo que convertía a este estado en el 'corazón' de la imaginería patriótica.
Se acabaron los dólares
Tanto gustó la idea, que Adickes logró fondos para abrir dos nuevos centros de adoración presidencial en Williamsburg (Virginia) y Houston (Texas), su ciudad natal. Sin embargo, los problemas financieros llegaron pronto. En 2010, una deuda de 3,3 millones de dólares (unos 3 millones de euros) obligó a cerrar los de Lead y Houston.
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Los bustos iniciaron su particular viaje al destierro. Unos fueron vendidos a coleccionistas, otros destruidos e incluso alguno acabó en el jardín de algún hotel.
Con el Presidents Park que quedaba en Virginia, el escultor trató de vender sus esculturas. No le compraron ninguna. Ni por el precio de coste (100.000 dólares). Ahogado en sus finanzas, David Adickes no podía ni pagar el traslado de sus piezas fuera de la finca, por lo que se las regaló al contratista Howard Hankins, encargado de hacer lo mismo que los talibán hicieron con los bustos de Bamiyán (Afganistán): destruirlos.
Repentinamente, esa labor se le hizo muy pesada. «Simplemente no podías aplastar esas cabezas», reconoció Hankins, un hombre de negocios con su propia empresa de construcción. Entonces, decidió llevarse las piezas a su granja en Croaker. Está apenas a 16 kilómetros del parque abandonado, pero fue una complicada labor de ingeniería.
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El resultado es visible hoy en Croaker. Por allí andan John Adams, Ulysses S. Grant, 'Ike' Eisenhower, John F. Kennedy... y otras insignes cabezas de la historia americana con la nuca abierta para meter los ganchos de las grúas en el traslado. Sin pedestales. El polvo, las manchas y el inexorable avance de la naturaleza han erosionado los altivos rostros que han esculpido la historia del planeta de los dos últimos siglos.
Solo falta Barack Obama, el anterior presidente jubilado, pero «alguien se escapó con la cabeza de Obama en miniatura», dijo un enfurecido Hankins.
Para acabar de complicarse la vida, la finca empezó a recibir la visita de curiosos, gamberros y 'frikis' que le obligaron a gastar aún más dinero en proteger el lugar y firmar un costoso seguro.
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Las malas noticias empezaron a cambiar la pasada primavera con la visita de John Plashal, un fotógrafo cautivado por los enclaves en desuso. Le pidió permiso para traer al lugar a docenas de fotógrafos y curiosos. Pagando, claro.
El recorrido nocturno
El 'ojo fotográfico' de Plashal ha dado nueva vida al paraje. Ahora organizan todo tipo de recorridos y charlas temáticas. El más popular es el que se realiza de noche. «Las estatuas asumen un nivel completamente nuevo y espeluznante bajo los cielos nocturnos». El retratista lanzó el nuevo reto en forma de reflexión: «Es desconcertante cómo a nadie le importaba ver estas estatuas cuando eran accesibles en un parque público y ahora todo el mundo quiere verlas ya que están en descomposición y en gran parte inaccesibles».
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Así que entre ambos han ideado un renacimiento de las piezas. Pretenden recaudar al menos 1,5 millones de dólares para financiar la mudanza y preservar sus estatuas. El constructor Hankins sueña cómo «diseñar y construir un nuevo Museo de los Presidentes».
Y como todo 'ave fénix' con sello comercial americano, el objetivo es superar lo anterior. Porque Howard Hankins ha tenido «una visión», como explica en su web (www.thepresidentialexperience.com). El nuevo santuario se ubicaría en Urban Crescent (Virginia) y en él se han embarcado ya unos cuantos inversionistas.
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El renacido parque histórico pretende incluir como pieza central una réplica de la Casa Blanca, construida a escala y con material de época, que además funcionaría como hotel para las visitas. Los huéspedes podrán dormir en las habitaciones como las que ocupa el inquilino del inmueble más poderoso de la Tierra. Incluso poner los pies encima de la mesa del Despacho Oval al más puro estilo George W. Bush (el último busto erigido por el escultor David Adickes). O celebrar enlaces o bailes en su salón de bodas.
En su sueño, Howard Hankins se compromete a recrear lo que llama «una versión convincente de la historia de la Casa Blanca», incluyendo a todas las personas que han trabajado allí en sus 220 años de existencia. Le fascinan las grandezas del poder. Aunque ni una palabra de sus miserias.
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