Detrás de la magia de los fuegos
Los pirotécnicos trabajan desde el amanecer para que cada noche en este 60 aniversario del concurso en Donostia sea un espectáculo sin errores
Miércoles, 13 de agosto 2025, 02:00
En Donostia sucede algo curioso durante la Semana Grande: cada noche, miles de personas miran al cielo mientras formas y colores iluminan la bahía. Sin ... embargo, pocas personas sabrán que la función más importante para este espectáculo empieza al despuntar el sol.
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A las siete de la mañana, cuando unos se van a dormir y otros empiezan a desperezarse, un camión –o varias furgonetas– accede a la zona del montaje de los fuegos artificiales en Alderdi Eder. Dentro del vehículo viaja todo el material necesario para el espectáculo de esa noche. «Parece el armario de Narnia», bromea Laura Ferreiro, responsable de coordinar el montaje. «Nunca deja de salir material», añade.
Ese primer momento de la jornada es de memoria: descargar, colocar los morteros y tubos en posiciones muy concretas, distribuir y jugar con la inclinación del tubo. Los grandes fuegos artificiales, que dibujan lo más alto del cielo donostiarra, ocupan siempre la misma zona, mientras que los elementos más pequeños o de efectos especiales se ubican en otras posiciones predeterminadas. «Es así todos los días para todos», explica Ferreiro. «Es lo justo y lo seguro. No se puede dar más espacio a una empresa y menos a otra», añade.
Cada noche de pirotecnia es responsabilidad de una empresa distinta, seleccionada meses antes en un largo proceso. Donostia no recibe solicitudes, sino que es la propia ciudad la que invita a las empresas.
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Esto significa que cada mañana un nuevo equipo llega para levantar su propio espectáculo, que será desmontado y retirado en la misma noche para dejar el espacio limpio al siguiente. «Hoy lanza Italia y mañana será el turno de Peñarroja. Y el año que viene ya está en preparación», concluye.
Detrás de cada quince minutos hay meses de trabajo previo: diseño del espectáculo, selección y –en muchos casos– fabricación artesanal del material. Muchas de las empresas invitadas producen sus propios fuegos, algo que, según Ferreiro, da lugar a un resultado de que «sabes exactamente lo que estás lanzando».
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Uno de los encargados del montaje para ayer martes es Andrea Parente, pirotécnico italiano . Con un marcado acento, relata mientras organiza cuidadosamente todo el material: «Todo lo que utilizamos es producto italiano y lo hacemos nosotros».
Andrea y su equipo de Parente Fireworks, compuesto por él y cuatro personas más, trabajan desde las siete de la mañana. A las nueve y media ya han descargado el camión, colocado los tubos y asegurado las posiciones con sacos que sirven para amortiguar y fijar los morteros. «Ahora empezamos a poner las referencias de las bombas», explica. «Así, sabemos exactamente dónde va cada una cuando las saquemos del cartón».
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En total, manejan unos 360 kilos de pólvora y composiciones químicas para dar color, que se transformarán en quince minutos de espectáculo visual. La cifra impresiona. Cada tubo es un lanzamiento, y en una noche pueden llegar a verse más de dos mil en total.
Cinco personas pueden parecer pocas para preparar este tipo de espectáculo pirotécnico . «En nuestro sistema de trabajo todo está organizado para moverse rápido. Ponemos el material en pallets y así lo trasladamos con facilidad. No necesitamos más», comenta el italiano convencido de su labor.
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El factor lluvia importa
El montaje no siempre se desarrolla en situaciones cómodas. Este año el calor aprieta, pero la lluvia podría producir un riesgo mayor. «Si llueve, cambia la forma de montaje», afirma Ferreiro. «No puedes dejar que entre agua en el tubo. El proceso en días así es poner la carga y taparla inmediatamente antes de pasar al siguiente», añade.
El riesgo, en realidad, no es de explosión, sino de que un fuego no llegue a salir. «Es raro, pero puede pasar que de dos mil disparos uno falle». Además, cada noche a partir de las 22 horas se desaloja al público de una amplia zona periférica al lugar de disparo.
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Protagonistas casi invisibles para el público, los pirotécnicos y responsables de montaje conviven con la presión de que todo funcione. Andrea Parente y su equipo miden cada paso: las bombas numeradas, las referencias en los tubos, las medidas... un esquema que pocos entienden pero que provoca que la playa de La Concha se convierta en un escenario brillante y colorido. A partir de las 22.45 cada disparo seguirá una trayectoria pensada milimétricamente.
A las tres o cuatro de la tarde esperan tenerlo todo listo, aunque no se podrá bajar la guardia hasta la última comprobación. Después, un descanso... y, a la hora marcada, darle al «start» y empezará la magia. Unos segundos después la bahía se llenará de la magia de los fuegos.
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