Javier Fernández, zapatero de barrio: «¿Oficio en extinción? No lo creo, la industria del calzado innova a tope»
Javier Fernández Alcalde está al frente de Jafer en la calle Larramendi de San Sebastián
Se siente muy donostiarra. No es para menos, nacido en San Roque, vivió con sus padres en Balleneros, estudió en el Carmelo, estaba continuamente en la plaza Easo con sus abuelos Ángel y Rosi, trabajó en Adecu, la carpintería, cerrajería y más de Esterlines y también en la carpintería Zabaleta, al lado del Burunda. Un tiempo pensó en hacer Biológicas pero le cogió el tranquillo a trabajar con las manos. Arregló zapatos al momento en Garbera y Urbil. Jugó al fútbol con los amigos, va al gimnasio Cross Fit Easo y desde hace nueve años resuelve los problemas de calzado del barrio, aunque propietario y autónomo lo es desde el 14 de noviembre de 2022. Vivir vive en Morlans.
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– Reivindicas que eres, te sabes y te sientes donostiarra al 200% pero tu paraíso está a unos 700 kilómetros de Morlans y de este Jafer, 'reparación de calzado y duplicado de llaves' en Larramendi, cerca de A Granel y del restaurante coreano mongol...
– Verdad, el paraíso, al menos durante quince días de verano, lo encuentro en Castromil, la aldea gallega de donde son mis abuelos. Pequeña, pequeñísima: un bar y una carnicería que es a la vez colmado. Soy muy feliz allá. Tengo familia, libertad, recuerdos.
«¿Milagros? Muchos. Un profesional es capaz de resucitar zapatos, de ponerte cuero o serraje para que bailes un tango y de arreglar 'pies de gato'»
– Feliz también cuando 'chove' aquí. Nos juntamos el lunes, llovía fuerte. Para las 12 habrías vendido...
– ... Cinco, seis, siete paraguas. Me gusta vender muchas cosas aunque no sea a precios muy altos. Mira esos cinturones, huelen a cuero porque son de cuero. Desde hace años los vendo al mismo precio. Valen más pero sé que si los subiera me comprarían menos. No me renta, no es mi idea de negocio; prefiero vender muchos pocos continuamente que ganar un pico cada mucho tiempo.
– Insisto, se diría que la carga de felicidad que pillas en Castromil te dura todo el año. Pocos reparadores de calzado dicen que su oficio tiene futuro.
– Yo pienso que sí. En mi caso me quedan 20 años de trabajo pues tengo 47. Cierto que no hay cursos de formación ni para la reparación de zapatos ni en el duplicado de llaves así que tienes que aprenderlos haciendo. Y, en eso les doy la razón a mis colegas, no hay jóvenes que quieran ganarse unos euros de aprendiz en los talleres de oficios artesanales. También hay otra cosa cierta...
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– ¿Cuál?
– Hoy por hoy, a los profesionales no nos sale a cuenta coger un aprendiz. A mí no me importaría, es más, hasta me gustaría enseñar a alguien mis dos oficios (zapatería y cerrajería ligada a las llaves) como me los enseñaron a mí. Incluso carpintería, calibrado de máquinas. Pero no hay alicientes fiscales ni en la Seguridad Social para estos empleos. Aparte, no es siempre un trabajo que dé para alimentar al maestro y al alumno. Sin embargo...
– ¿Sí?
– Muchos hombres jóvenes que han venido de fuera, de Latinoamérica, por ejemplo, están abriendo este tipo de negocios. Acaso, como en otros ámbitos de la vida, la renovación la traigan ellos. Además piensa que si la reparación del calzado no tuviera futuro...
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– ... La industria no lanzaría continuamente al mercado nuevos materiales para la reconstrucción de los zapatos. Se habla ya de la revolución 5.0 en el sector.
– Si te metes en las webs de algunos de los productos que yo comercializo verás que hablan de polímeros avanzados, mezclas de TPU, filamentos flexibles, mediasuelas con entramados/microestructuras o híbridos impresos en 3D. Materiales orgánicos y cueros naturales, incluso algunos hechos con hojas o algas. Sin olvidar los reciclados. Todo eso implica que artículos que cuando se estropeaban había que tirarlos, puedan ser totalmente reconstruidos.
– 'El resucitador de zapatos' te llaman por los alrededores.
– Se intenta. Me acuerdo de una señora que vino con un par que había pertenecido a su madre, ya fallecida. Le traían muchísimos recuerdos y quería usarlos. ¡Conseguimos darles una nueva vida! Pero también hay que encargarse de calzado cuyo arreglo 'oficialmente' no merecería la pena pero como el cliente se ha hecho a ellos (el juanete ya ha encontrado su hueco...), no los tirará por nada del mundo.
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– Lo bueno de ser un resucitador es que puedes revivir tus propias zapatillas. Lo hiciste, ¿no?
– Sí. Me gustaban mucho unas que utilizaba para jugar a fútbol sala así que cuando dejé de hacerlo, cambié la suela (suelen incorporar una media que ayuda a amortiguar las pisadas). Se las puse más trotera, más urbana...
– Ha venido una clienta y ha dicho que su hijo, escalador, acabó aprendiendo a coser sus zapatillas 'pies de gato' porque no encontró quién se las reparase.
– ¡Qué bueno. Tenemos un aprendiz! Podemos reparar pies de gato. Y botas de trail. De monte. De moto. Pero hacedles vosotros un buen mantenimiento. La humedad cuartea las de montaña, por ejemplo. Proteged el ante de la lluvia. No traigáis zapatos cuando ya el tacón está totalmente comido. Aplicadle crema a la piel...
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– El oficio tiene futuro. ¿Y el barrio? Desaparecerá la estación...
– Viviremos algún bache, sí, pero la urbanización de la playa de vías nos insuflará nueva vida, seguro.
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