El día que Churchill aterrizó en La Concha

El relevo de Goia abre en canal un debate sobre el modelo de ciudad que nunca se ha planteado en serio

Alberto Surio

Jueves, 16 de octubre 2025

Winston Churchill se convirtió en el gran referente del debate donostiarra de ayer en el que el alcalde Eneko Goia presentó su renuncia. De forma ... sorprendente, la guerra de citas del histórico primer ministro británico planeó sobre una discusión en la que la oposición –EH Bildu, PP y Elkarrekin– intentó remachar una idea: el cambio en la alcaldía no va a implicar un cambio de modelo. Pero sí puede implicar determinados movimientos novedosos. Los jeltzales y los socialistas avalaron la gestión del alcalde saliente frente al 'club del no'. Pero el PNV necesita que se visualice que algo se mueve en Alderdi Eder. Y no solo el avión de Churchill sobre La Concha. El ejercicio del poder retrata fatiga de materiales. No afloró aquella frase de Churchill de 'sangre, sudor y lágrimas' para ganar la Segunda Guerra Mundial. Pero sí se presagiaban en la sesión algunos 'tambores de guerra' de la futura contienda municipal.

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El guion del pleno fue el previsible. Tanto Juan Karlos Izagirre (EH Bildu) como Víctor Lasa (Elkarrekin) retrataron a una alcaldía que ignora a la mayoría social donostiarra y privilegia a las élites económicas. La socialista Ane Oyarbide reivindicó el papel del PSE en la transformación de la ciudad en una sintonía progresista y de pluralidad, con la movilidad sostenible –el nuevo Topo– como gran emblema. Y el PP –con Borja Corominas de portavoz– se empeñó en situar al PNV en el espectro de la izquierda, dejando huérfanos a los 'votantes de orden'. Esa es la pugna ideológica que se avecina con la vivienda, el turismo y la seguridad como piezas centrales del relato que viene. El gobierno municipal PNV-PSE, acosado por los grupos de la oposición, en teoría podría situarse en la 'centralidad'. Pero es una narrativa más frágil de lo que parece en estos tiempos acelerados en los que lo moderado no vende y las soluciones simples se ofrecen como la mejor terapia a los problemas más complejos. Hablar de la Donostia metropolitana puede ser un ejercicio de imaginación prospectiva y un revulsivo en el imaginario de la ciudad, pero si no se abordan soluciones concretas a los problemas reales, el desgaste irá in crescendo. La sucesión abre en canal una reflexión sobre el modelo de ciudad que nunca se ha tomado en serio.

Goia hizo un descargo de su gestión, sin ataduras, como si se estuviera quitando una carga pesada de encima. Habló de la necesidad de asumir riesgos para que la ciudad no se quede en la inacción, en una crítica implícita al riesgo de la comodidad y de la autocomplacencia. La tesis es clara y sonaba como un legado personal en una época de cambios acelerados que impiden que las cosas reposen: San Sebastián tiene que sacudirse el síndrome del 'marco incomparable', salir de la zona de confort para ser fuerte en el futuro y convertirse, con 350.000 habitantes, en la 'Donostia metropolitana' (la ciudad y su cinturón urbano) para competir con suficiente masa crítica en la Champions.

Una conclusión. Se habla mucho de la pérdida de sentido de comunidad y de la incertidumbre democrática que provoca el miedo al futuro y a los problemas viejos y nuevos. Pero si hay algo que permanece sólido es ese sentimiento de orgullo donostiarra que ya no es suficiente para frenar la erosión del poder. El nacionalismo local sí que es transversal. Rebasa las siglas y penetra en todas las ideologías. Jon Insausti, el futuro alcalde, defendió la 'revolución silenciosa' de una Donostia «tan discreta como efectiva». El espíritu donostiarra llegó a media tarde. Fue en el minuto final de su mandato cuando Eneko Goia se liberó de la coraza de alcalde y se emocionó. Salir de la Alcaldía es, sin duda, más difícil que entrar.

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