Comida en Aginaga y homenaje en casa

Orio vivió este domingo una intensa jornada que comenzó muy pronto y que finalizó cuando cada uno lo creyó oportuno. No todos los días se gana una Bandera de La Concha.

La jornada arrancó muy pronto. A las ocho de la mañana las remeras y el cuerpo técnico se subieron al autobús para poner rumbo a Donostia aunque, nada más arrancar, un grupo de aficionados, algunos de ellos provistos de instrumentos, despidieron a la expedición a la altura del puente que cruza el Oria para darles un último empujón que sin duda las remeras agradecieron. No era la primera vez que sucedía algo similar.

Media hora más tarde el autocar llegó al muelle donde las remeras comenzaron con su ritual habitual antes de una regata que desembocaría en la ajustada victoria en la tanda de honor y en la consecución de su tercera Bandera de La Concha. A partir de ahí, comenzó el desenfreno.

En la rampa esperaban cientos de oriotarras enfundados en sus camisetas amarillas que, una vez recuperada la normalidad, acudieron en masa para llevar en volandas tanto a ellos como a ellas. Así que no es de extrañar que en cuanto vieron aparecer a la Txiki con sus remeras a bordo, la rampa estalló al unísono para aclamar a sus heroínas.

Su líder y cara más reconocible, la patrona Nadeth Agirre, expresó aliviada que «era nuestro objetivo y nuestro sueño, y ya tenemos la bandera en nuestra mano, la hemos recuperado».

Preguntada por cómo vivió desde la trainera la pugna con Arraun Lagunak, admitió que «veníamos ya con la mentalidad de que iba a ser un día duro porque las diferencias eran muy cortas y hemos tenido que convivir con ello. En la ida hemos conseguido distanciarnos un poco pero al final, seguro que por la responsabilidad y la presión que teníamos de defender la renta, les hemos tenido ahí, pero la bandera ya está con nosotras».

Después de cumplir, tocaba celebrarlo y Agirre no se cortó. «Solo nos queda disfrutar con toda esta gente que ha venido a celebrar la victoria con nosotras. Comeremos todas juntas, la recepción en el pueblo seguro que será espectacular y por la noche, sálvase quien pueda». Toda una declaración de intenciones.

La celebración en la rampa fue intensa, llena de emociones y una vez finalizada la regata masculina el mismo autobús que las había llevado puso dirección a Aginaga para acudir a una sidrería donde esperaban familiares y directivos del club oriotarra.

Como manda la tradición, a su llegada a Usurbil la expedición oriotarra sacó la bandera del autobús para ofrecérsela a la localidad.

En la sidrería, las protagonistas de la jornada entraron a la sidrería entre el pasillo que formaron el resto de participantes en la comida. Fue un momento entrañable. No obstante, aún quedaba lo mejor.

El victorioso verano que ha vivido la trainera de Orio hizo que se supieran de memoria lo que venía, aunque que duda cabe de que ganar una Concha lo amplifica todo.

En Orio esperaba un mundo, un mundo vestido de amarillo que recibió a las campeonas entre gritos y aplausos. Como siempre, tocó subir al ayuntamiento para, desde el balcón, ofrecer a todo el pueblo el enorme triunfo conseguido en la bahía donostiarra. Las remeras fueron ondeando el 'trapo' ante el delirio de cientos de oriotarras para los que ganar La Concha es algo casi sagrado. La fiesta y la comunión fueron totales.

Finalizado el protocolo llegó el momento de dejarse llevar. La noche seguramente fue larga, aunque en el día de hoy algún representante oriotarra y alguna remera tendrán que acercarse hasta Donostia para recibir el premio que cada año entrega ADEGI a las mejores tripulaciones guipuzcoanas tanto en categoría masculina como en la femenina.

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