De escucharse pitos en el Reale Arena a rompernos las manos. Del Omonia al Espanyol van tres días. Se ha pasado de denunciar que el ... equipo «no juega a nada», a lamentar que «no tenemos fondo de armario» y su juego es «previsible y lento», a una Real que va en cohete y juega como los ángeles. Incido en ello porque leo y escucho en tertulias que la Real poco menos que tiene que golear y bordar el fútbol en cada partido. Y, claro, entre unos y otros hay un término medio.
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Entre los aficionados, la opiniones suelen estar divididas en dos grandes grupos. Por un lado, los que comparten su teoría de que en el fútbol lo único que importa es el resultado y todo lo demás son milongas. Por otro lado, los que creen que la forma de conseguir los resultados es algo fundamental a la hora de valorar a un equipo. La discusión es estéril, como todas aquellas en las que es imposible llegar a un acuerdo. Son cuestiones de gustos, de percepciones, incluso de formas de ver la vida. Cada uno es muy libre de disfrutar de este juego como le venga en gana. Faltaría más.
En lo que seguro coincidimos unos y otros es en que esta renovada Real nos vuelve a hacer disfrutar. Pese a los cambios habidos (son unos cuantos), la Real se siente segura de sí misma, fuerte y feliz, con ganas de competir otra vez por objetivos ambiciosos. A ratos, con buen juego. Así que entiendo la satisfacción y el alivio que tenía Imanol al acabar el partido ante el Espanyol. Es justo la sensación que se tiene cuando hay alguna cuenta pendiente porque seguro que a él tampoco le contentó del todo el juego de su equipo ante el Omonia. Él es el primero que lo sabe.
¿Qué equipo no se resiente en las rotaciones? Que no se noten es el principal reto de Imanol
Es obvio que a la Real le cuesta cerrar los partidos, le cuesta materializar sus ocasiones, le cuesta encontrar grietas en equipos que plantan el autobús atrás y le toca sufrir en los minutos finales cuando el rival se tira arriba a la desesperada. Pero ¿a qué equipo no le pasa? El Villarreal y el Betis –con los que últimamente nos equiparamos en esa pugna por los mismos objetivos– sufrieron entre semana ante equipos de medio pelo en Europa y el fin de semana en Liga, más de lo mismo. Emery hizo once cambios de jugadores del partido de Liga al de Europa y Pellegrini dio entrada a ocho. Saben que es imposible tirar siempre de los mismos y hay que dosificar al grupo. Es raro que las rotaciones no sean un problema. Suelen resentirse de ellas incluso los equipos que disponen de plantillas tan extraordinarias.
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Por eso las victorias de la Real –la última y las anteriores– hay que valorarlas no solo como una noticia feliz sino como algo todavía más importante: como la confirmación definitiva de que la Real sigue siendo realmente competitiva demostrando ser un equipo valiente, con personalidad y verdadera fe en sus posibilidades.
A partir de ahí, la Real tiene que seguir evolucionando a la vez que dosifica su plantilla. Debe encontrar soluciones a días en los que sus mejores hombres no están o no tienen el día. Porque a Brais, a Kubo y a Cho cada vez les va costar más aparecer y desequilibrar. Es ahí cuando tendrán que aparecer otros.
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Eso sí, la influencia de Merino y Silva continúa siendo muy grande. Son jugadores únicos que proyectan a su alrededor un campo magnético en esta Real. Como Silva ya no puede jugar a ritmos altos durante fases largas, se dosifica y juega por rachas, que siempre coinciden con los mejores momentos de fútbol de la Real. En el caso de Merino sucede lo contrario. Lo suyo es para hacérselo mirar porque no descansa. ¿Se les va a poder rotar con naturalidad o habrá que resignarse a que cada cuatro o cinco partidos se produzca un centrifugado del once con la posibilidad de tropezar?
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