Ansotegi, Mikel González, Loren y Xabi Prieto, a su llegada ayer al aeropuerto de Pamplona. Sus rostros eran expresivos del estado de ánimo de la expedición.

Un arranque que ha ido de mal en peor

El desconocimiento de la plantilla de Moyes, la falta de un estilo que potencie las virtudes colectivas, una preparación física errónea y los malos resultados han hundido a la Real

MIGUEL GONZÁLEZ

Domingo, 8 de noviembre 2015, 21:44

La Real ha tocado fondo. La derrota en Las Palmas dejó al descubierto todas las miserias de un equipo que arrancó mal la temporada y que, lejos de enderezar el rumbo, va hundiéndose poco a poco. Cuando merece ganar, empata; cuando debe empatar, pierde; y cuando se hace acreedor a la derrota, lo hace sin paliativos. Así las cosas, y llegados a la undécima jornada, la situación es más que preocupante y ya no sólo está en juego cumplir los objetivos marcados para este ejercicio, sino romper una dinámica que nos lleva al sumidero.

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La imagen del vestuario realista en el Estadio Gran Canaria fue el mejor ejemplo de que esta aventura ha tocado a su fin. Así como en otras derrotas, como la sufrida la semana pasada contra el Celta, los gritos de rabia y los juramentos de los jugadores se entrecruzaban a la hora de desvestirse y quitarse las botas, esta vez el silencio era sepulcral. Nadie era capaz de articular palabra y las miradas se dirigían al suelo. El reflejo de un equipo que está muerto. Sólo Moyes realizó algunos comentarios del partido como le gusta hacer siempre. Nada más.

Lo peor de todo es la impotencia que transmitieron y vivieron los futbolistas sobre el césped canario. Alguno de ellos admitía en privado que no se veían capaces de dar la vuelta al marcador por mucho que lo intentaban y esta situación es alarmante. Sobre todo cuando se trata de una plantilla comprometida como pocas en la categoría. Pero la cabeza juega cuenta mucho y esta Real también se halla hundida en el aspecto mental. Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?

Moyes no ha dado con la tecla. En lo bueno y en lo malo es difícil establecer responsabilidades únicas individuales, porque los actores son muchos y las circunstancias también. Pero en esta ocasión el problema ha estado en el banquillo y cuanto antes se asuma, antes se saldrá del agujero. El Consejo, con la dirección deportiva al frente, ha realizado un gran esfuerzo en verano por confeccionar una plantilla de garantías que devolviera la ilusión.

Su primer gran reto fue mantener a Rulli y alejarlo de los 'tiburones' que le pretendían. Se dilató en el tiempo pero se logró una empresa que no resultó nada fácil. En defensa se trajo a Reyes, un central de indudable proyección sobre el que el Oporto no quiso incluir cláusula alguna de posible compra por la Real, lo que demuestra que entra en sus planes de futuro. En ataque aterrizaron Bruma (Galatasaray), un futbolista rápido y vertical de 21 años que venía a aportar la profundidad que faltaba, y Jonathas, el mejor delantero centro de la Liga al que se podía aspirar. El regreso de Illarramendi a cambio de 17 millones de euros fue la guinda del pastel, una operación que redondeaba una gran plantilla.

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Pero con el arranque de la competición se comprobó que el técnico no conseguía poner en valor un plantel como pocas veces ha tenido la Real, origen de la situación actual. Tres han sido sus principales problemas. Por un lado, su desconocimiento de las posibilidades del grupo ha mermado el rendimiento colectivo. Los ejemplos de Agirretxe y Zurutuza, inéditos en las primeras jornadas, son buena muestra de ello. Por otro, su estilo de juego, que pretende estar basado en una buena situación defensiva para desde ahí evolucionar, no es el que mejor puede hacer progresar a unos futbolistas con unas características más ofensivas y que si pueden marcar diferencias respecto a los rivales es con un buen trato al balón. Por último, su adaptación a la Liga no ha sido la mejor y ha dado la impresión de que los rivales nos tenían siempre mejor estudiados que nosotros a ellos.

En una competición tan igualada como ésta los detalles son los que acaban definiendo las posiciones y la Real ha dado tantas ventajas, como se puede ver, que ha acabado condenada.

Problemas en la fase ofensiva. Desde pretemporada se advirtió de la escasez de ideas de los blanquiazules en ataque. La pasada campaña la responsabilidad de Moyes quedó reducida porque cogió al equipo en marcha y se entendió que en unos meses era complicado que le pusiera su sello. Se mostró eficaz para escapar de los puestos de abajo gracias a una mejora en el aspecto defensivo consecuencia de mantener las líneas juntas y no arriesgar en la salida del balón. La lesión de Vela a finales de enero en el Bernabéu le obligo a realizar una apuesta más fuerte en el centro del campo para dotar de mayor creatividad a la zona ancha, ya que si no iba a ser difícil hacer goles arriba si el balón no llegaba en mejores condiciones. Juntó a Granero y a Pardo en la medular y la Real cogió una buena racha en marzo que le llevó a ganar cuatro partidos en cinco jornadas que le hicieron pensar incluso en Europa, un sueño que se desvaneció en un mal final de liga.

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Esta temporada existía la confianza de que haría un conjunto competitivo al trabajar desde el primer día con él pero ha vuelto a tropezar en la misma piedra, su incapacidad para hacerle evolucionar en la fase ofensiva. Y eso ha matado al cuadro txuri urdin, que no va a marcar diferencias con los adversarios en fuerza, potencia o resistencia. Ahí se defenderá como siempre lo ha hecho, pero el éxito reside en potenciar las virtudes y ocultar los defectos, y con Moyes lo primero no ha llegado.

No hacía falta ser un lince para ver que la cosa no marchaba en los primeros amistosos. La Real no marcó en seis de sus nueve partidos de preparación ante el Celtic, St Johnstone, Real Unión, Rayo, Atlético y Zaragoza. Era verdad que no había llegado ninguno de los cinco fichajes de verano y que Vela estaba con México, pero en realidad se notaba una falta de ideas en campo contrario que luego, desgraciadamente, se ha repetido e intensificado con el arranque de Liga.

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Demasiadas lesiones musculares. El escocés habló en su llegada a San Sebastián de que el equipo tenía que mejorar físicamente para ser competitivo. En junio afirmó que el grupo había mejorado en ese aspecto y que ya podía disputar con intensidad noventa minutos, y no sólo sesenta como creía que lo hacía antes. Aun así, la Real sumó diez puntos de los últimos treinta en Liga.

En verano se trajo a David Billows como supervisor de la parcela física para dar un salto de calidad en este apartado y el resultado ha sido el contrario. El británico es un profesional de prestigio en su país pero sus métodos parecen haber hecho mella en la musculatura de unos jugadores acostumbrados a trabajar de otra manera. Desde julio han sufrido problemas musculares Chory, Mikel, Oyarzun, Zaldua, Iñigo, Granero, Markel, Illarramendi, Zurutuza y Jonathas. Algunos de ellos en varias ocasiones, como los casos de Iñigo, Illarramendi o Zaldua.

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Esta semana la Real llegó muy mermada físicamente a Las Palmas. Zaldua, Zurutuza y Jonathas, éste a última hora, se quedaron en casa e Illarramendi jugó al 50%, como admitió el entrenador la víspera del partido. Si a ello le unimos que Vela estuvo mareado desde el minuto quince sin que hubiera reacción desde el banquillo, el resultado fue un equipo superado y con los brazos caídos.

Arrastrados por los resultados. Si se unen todos estos ingredientes el resultado final da un cóctel que ha terminado siendo explosivo. Y el detonante han sido los malos resultados. Como decía anteriormente, las diferencias en la Liga son mínimas entre la mayoría de los equipos y los marcadores se deciden por pequeños detalles. Lo que Moyes ha llamado 'mala suerte'. Es cierto que en Riazor tuvo opciones de ganar, que contra el Espanyol el partido estaba controlado cuando llegó la expulsión de Rulli que lo cambió todo, que en Málaga hubo ratos de buen fútbol y ocasiones para empatar en la primera parte, o que contra el Celta la derrota fue un castigo excesivo. Es así, pero no fue por mala suerte.

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Quizás si algunos de estos resultados hubiesen sido favorables la situación actual sería distinta, porque las dinámicas en el fútbol influyen mucho, especialmente en el plano mental. Pero no ha sido así y la consecuencia es un equipo paralizado que necesita un revulsivo para frenar su caída libre.

La Real cuenta con tres activos muy importantes para dar la vuelta a la situación: un vestuario comprometido con la causa, a pesar de que la confianza en el técnico se ha visto mermada por los resultados y ahora es mínima; una gran plantilla que puede ofrecer grandes prestaciones a mínimo que se confíe en ella; y una afición a prueba de bomba que se vuelca a poco que se le ofrezca -el partido ante el Celta fue el mejor ejemplo-. Por eso el futuro no pinta mal a medio plazo, pero a corto hay que detener cuanto antes esta hemorragia antes de que sea demasiado tarde.

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