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Aitor y su padre, Iñaki, en un partido de la Real Sociedad en Mestalla. DV
Real Sociedad

Iñaki, padre del pequeño txuri-urdin de Benetússer: «Se derrumbó cuando vio el campo destrozado»

El Diario Vasco habla con el padre de Aitor, hijo del encargado del bar del mítico cine Savoy en Donostia y de madre beasaindarra, que como consecuencia de la DANA ha tenido que dejar a su pequeño y a su hermana Ane con sus cuñados en Valencia: «Se me rompe el alma»

Beñat Arnaiz y Ángel López

Enviado especial a Valencia | San Sebastián

Jueves, 7 de noviembre 2024

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Es una de las cientos de historias y de los decenas de dramas que se viven estos días en Valencia, tras la riada de barro y muerte provocada por la DANA el martes de la semana pasada. El tierno relato de Aitor Arnal, forofo de la Real Sociedad de sólo siete años, pidiendo encarecidamente a los responsables del club de su corazón que reparen su campo de fútbol de Benetússer, se hizo viral y El Diario Vasco se desplazó hasta esa castigada localidad al sur de Valencia para hablar con su aita, Iñaki Arnal Esnaola, hijo de una beasaindarra y del responsable durante varios lustros del bar del mítico cine Savoy, ubicado en la donostiarra calle San Francisco desde 1962 hasta 1996.

«Él no quiere nada más que arreglen su campo para seguir jugando». Las palabras del padre transmiten emoción, la que sintió al escuchar el reclamo desesperado de su hijo en 'X', grabado por Beatriz, la prima de su mujer. «Me gusta mucho el fútbol y quiero ganar una Champions con la Real, para que sea la primera de la Real Sociedad, pero no puedo hacerlo porque mi campo de fútbol se ha destruido por la DANA», decía apenado pero orgulloso Aitor, enfundado en su camiseta txuri-urdin de esta temporada: «No es broma. Él dice que va a ganar la primera Champions con la Real. Es su sueño. Y yo le digo: 'Aitor, estudia por si acaso'«, le replica su padre. 

Sobre los restos de ese campo del Unió Benetússer Favara CF, en el que milita el pequeño Aitor, Iñaki relata la historia de su familia hasta la llegada de esta gota fría que ha destrozado su casa y el terreno de juego de los sueños del jovencísimo 'realzale' y ha dado un vuelco de pesadilla a sus vidas. «Mi padre se fue a vivir a San Sebastián. Él se dedicaba a la hostelería; se fue soltero y volvió casado y con cinco hijos. Yo soy el sexto», cuenta, Iñaki. Tanto su aita Carlos, conquense, como su ama, Mari Carmen, a la que conooció ya en territorio guipuzcoano, se encargaban del bar del cine Savoy: «Mi padre era de la Real a tope y toda mi familia de allí arriba, también. Y eso se ha transmitido. Yo tenía olvidado el fútbol, pero a mi hijo le encanta y es un acérrimo seguidor de la Real». Tanto es así, que no se pierde un partido. De hecho podría participar en el ritual previo al inicio de los encuentros en Anoeta: «No sabe euskera, pero el himno de la Real te lo canta tal cual», proclama su padre, que añade: «Luce los colores allá donde va y le encanta».

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En el tuit desesperado de Beatriz, en el que pide ayuda a la Real para remodelar el terreno de juego de Benetússer, notifican a algunos de los ídolos de Aitor como Silva y Oyarzabal, además de Xabi Alonso. Al gran capitán actual, que seguro que se implica en esta iniciativa en cuanto sepa que le pide auxilio un hincha de siete años, pudo verle in situ este mes de agosto. Fue en el encuentro ante el Alavés en Anoeta, en el que, además, fue expulsado. Aitor estaba tan emocionado por el partido, por ver de cerca a su equipo y por respirar el ambiente, que ni se alteró por la derrota. «Fuimos con el primo de mi madre, que tiene más de 70 años y casi me lo cargo, porque habíamos aparcado en Illunbe y luego para subir con el hombre, con toda la gente que había...».

Conoció a sus ídolos en Manises

La familia Arnal Antón la forman el aita Iñaki Arnal Esnaola, de 41 años, su mujer, Mari Carmen Antón, de 41, Aitor, de siete, y la pequeña Ane, de cuatro. El verano pasado fueron a visitar los restos de la amona, enterrados en el caserío de Astigarreta, barrio del municipio de Beasain, y a su «familia del norte», tíos, primos, sobrinos... todos ellos de corazón txuri-urdin.

No obstante, su gran momento con la Real llegó en febrero del año pasado, cuando, «aburrido» de hacer compras en un centro comercial de Valencia, Iñaki se percató de que esa noche jugaba la Real y comenzó a mirar vuelos, por si podía ocurrir 'el milagro' de poder recibir al equipo el aeropuerto de Manises. Vieron que despegaba uno de Pamplona y fueron a ciegas. Y allí Aitor explotó de alegría cuando vio que estaba el autobús de su Real. Pudo saludar y hacerse fotos con todos sus ídolos, a los que además luego vio conquistar Mestalla.

«La gente que sabe que somos de la Real, los que tienen el pase del Valencia nos lo dejan y conseguimos ir al campo, porque para muchos de aquí no es muy interesante», dice Iñaki. Para Aitor, «el regalo perfecto» sería volver a Donostia a ver de nuevo a su Real, pero no es eso lo que pide: «Él lo que quiere es arreglar su campo», indica su aita. El progenitor apenas podía contener las lágrimas cuando escuchaba a su vástago realizar su petición en el vídeo: «Por favor, si me podéis hacer un arreglito para mi campo de fútbol, que era muy chulo, 20 categorías, muchos balones, césped artificial que ya no se ve, a ver si lo podemos intentar y hacemos un campo de fútbol nuevo. ¡Aúpa Real!».

Así quedó el campo del Benetússer tras el paso de la DANA

Aitor juega en el Bentússer y le llaman 'el pequeño Zubimendi'. Hasta que la DANA redujo a escombros ese campo. Para hacer su llamamiento, el joven futbolista apeló al sentimiento y a la esencia txuri-urdin, inculcados por su progenitor: «Mi aita me dijo que un club humilde como la Real te lo puede dar todo», dice en el tuit. «¿Sabes lo que dice ahora? Que si lo arreglan, que lo arreglen con hierro para que no se rompa con el agua». Lo señala Iñaki, que, nueve días después, sigue sin poder ir a trabajar porque no para de limpiar su casa y su calle. Ocho días después, por fin les llegó una pala. Ahora tiene rota el alma. Sus dos hijos, Aitor y Ane, están viviendo con sus cuñados, en Valencia, a salvo. Ellos no pueden abandonar el pueblo, entre otras cosas porque quieren evitar que también intenten ocupar sus casas, como han hecho con algunas vecinas: «Hemos visto mucho mal por aquí», lamenta Iñaki.

Aitor se derrumbó al ver el campo

Aitor tuvo que presenciar escenas muy difíciles de digerir para cualquier persona, pero mucho más para un niño de siete años con escaso bagaje. Tuvieron que aguantar los dos primeros días sin luz ni agua, pero su pasión futbolera y su fortaleza quedaron patentes cuando vio por primera vez su campo destrozado. Su padre y su madre les llevaban en brazos a él y a su hermana Ane fuera del pueblo, para que fueran recogidos por sus tíos, residentes en Valencia: «Aquí es donde Aitor se me puso a llorar. Ya lo estaba viendo, veía que no hablaba y en esa esquina se me derrumbó, cuando vio que no había pared y el campo estaba destrozado». El padre trató de consolarle explicándole que había cosas más relevantes, pero no hubo manera: «Sabíamos que había muerto gente, le dije que lo más importante es que los niños tengan colegio, que tengamos un centro de salud, farmacias, tiendas donde comprar... pero los niños necesitan jugar».

Aitor volvió este miércoles al cole y está feliz porque le han apuntado a los extraescolares de fútbol sala. Pero cada noche a sus padres se les «rompe el alma» al despedirse de ellos. Iñaki tocó fondo esta semana: «He perdido la noción del tiempo. Fue el primer día en el que sentí un bajón muy grande, de decir, ¡hostia!, igual necesito un psicólogo». Celebran, en todo caso, que todos los niños del pueblo están bien y ruegan por que puedan recobrar cuanto antes su normalidad, que es su felicidad, los entrenamientos martes y jueves y los partidos el fin de semana.

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