Juan Lecea y Gemma Saldias homenajearon a su hija Ane con un ramo de flores y una foto en su butaca de Anoeta en el partido contra el Villarreal Lobo Altuna

El enorme vacío en el asiento de Ane en Anoeta

Sus padres homenajearon con flores y una foto el pasado domingo a esta 'realzale' de 30 años que se quitó la vida el pasado 21 de agosto

Ángel López

San Sebastián

Miércoles, 3 de diciembre 2025, 12:53

Muchos 'realzales' que acudieron al partido ante el Villarreal el pasado domingo, accedieron por la puerta 17 y se ubicaron en la esquina de la ... Grada Zabaleta más próxima al velódromo pudieron comprobar que sobre una de las butacas azules, en la fila más alta del anillo inferior, había un ramo de flores y una foto enmarcada de una chavala jugando a fútbol. Era el asiento que hasta el último partido de la pasada temporada siempre ocupaba Ane Lecea, una joven 'realzale' de Villabona que, con 30 años, se quitó la vida el pasado 21 de agosto en un caserío de Leitza. Sus padres, Juan y Gemma, quisieron acudir de nuevo al estadio para homenajear y recordar con emoción y mucho dolor a su hija. Esa imagen la recogió una cámara de DV.

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«Ese asiento tiene que seguir siendo de Ane, pero ahora ya no puedo venir al campo porque no lo puedo ver vacío, me consume», relata su aita. El pasado lunes se acercó a las oficinas del club para cambiar la titularidad de ese abono y domiciliarlo en su propia cuenta: se lo ha transferido a Joane, 'realzale' de seis años, ahijada y sobrina de Ane, hija de su hermano Ion. Ya nada es igual sin ella. Ni el día a día, ni la vida, ni la Real. Juan Lecea acompañaba siempre a su hija a la cita en Anoeta. Ella se sentaba cerca con amigos; él, junto a familiares, pero siempre se miraban y se hacían un gesto antes de todos los partidos y charlaban al descanso. Además, durante muchos años el aita la acompañó con toda la ilusión a varios desplazamientos cercanos a Mendizorrotza, El Sadar y San Mamés. De hecho, fueron testigos directos de cómo Griezmann, Agirretxe y Vela demolieron con sus goles el viejo campo bilbaíno antes de que las grúas hicieran el resto allá por 2013.

Central y seguidora de Ansotegi

Ane sentía pasión por los deportes, por la Real y por el fútbol. Fue jugadora del Tolosa durante seis años, «los mejores de mi vida» para su progenitor, en los que la acompañaba por todos los campos de toda Euskadi. Su realista favorito era Ion Ansotegi, ahora técnico del Sanse, y por eso lucía el '15' con las urdiñas, que también era el dorsal del defensa de Berriatua. Y es que Ane también era central. Muy fuerte físicamente, contundente, sin cortarse a la hora de hacer faltas o «pillerías como levantar la mano para pedir fuera de juego», relata su padre, con un incontrolable deje de emoción y nostalgia.

Todo cambió en un partido en el campo de Fadura, en Getxo, cuando Ane tenía 19 años. «De repente, se quedó estática en el campo, como un poste, no se movía, aquello no era normal», evoca 'Juanito', como le llaman sus amigos de Berastegi. Llegó el descanso y trató de continuar, pero era imposible. Al volver a Gipuzkoa, se sometió a las pertinentes pruebas médicas en Tolosa y le diagnosticaron esclerosis múltiple. En ese momento no podía ni escribir y tuvo que aplazar los exámenes de la universidad, pero luchó para sacarse su carrera y salir adelante. Se pinchaba una vez cada dos días y continuó desarrollando su vida, en la que incluía paseos por montes como Txindoki o Uzturre y preciosas etapas de ciclismo junto al aita en cimas míticas como el Tourmalet, el Hautacam o el Peyresourde. «'Xuabe', 'xuabe', nos pasaban todos», recuerda Juan. Se tenía que privar de practicar su pasión, el fútbol.

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Ane, muy contenta con su bici en San Miguel de Aralar. Cedida

Ane llevaba una vida normal. Trabajaba como administrativa en una oficina de Zizurkil y vivía sola en Villabona. No obstante, desde hace dos años algo se fue deteriorando. El tratamiento cambió a pastillas y se sentía más cansada, con una notable fatiga mental y cierto hormigueo en la pierna y el brazo derechos. Y ya en los últimos meses sí la veían más apagada, algo triste, sin deseo de hablar ni de jugar con sus sobrinas. «Podía ser una depresión», comenta su padre. No obstante, fue inesperado el desenlace fatal. Su aita estuvo con ella esa misma tarde comiendo almendras para merendar.

Visitar todos los lugares donde fue feliz Ane

Pasado el duelo de los primeros meses, Juan y Gemma, progenitores de Ane, han decidido visitar aquellos lugares donde su hija era feliz. Por eso fueron a Anoeta, donde «lo pasamos bien dentro de lo que cabe y nos arroparon un montón» en ese partido ante el Villarreal. Llevaron flores y una fotografía enmarcada de Ane jugando una final de Donosti Cup en el viejo Anoeta. Y en breve colocarán un ramo de flores en la parte más cercana del campo de Fadura donde esta voluntariosa central comenzó a notar que algo fallaba hace once años. «Nos pegaremos otra llorera», afirma Juan, de 71 años, jubilado desde hace nueve.

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Una vez por semana y por separado, los padres de Ane se desplazan de Berastegi a Donostia para someterse a terapia. Son sesiones de cerca de una docena de personas que se desarrollan en Matia Fundazioa. Les toca escuchar historias durísimas, como la suya.

Ane se fue el 21 de agosto y tres días después jugaba la Real su primer encuentro del curso en casa, ante el Espanyol. Fue desolador para los compañeros de esta joven abonada, que la semana siguiente iba a cumplir 31 años. Un par de días antes habían visto su esquela en el periódico. Se quedaron atónitos porque tras el último encuentro de la pasada campaña, ante el Girona, se habían despedido con total normalidad y el cariño habitual. «Me va a costar, me gusta el fútbol y soy de la Real, pero ahora pienso: 'Qué pinto yo aquí si no está ella'», solloza Juan Lecea.

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