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Oyarzabal intenta salvar la entrada de Natan en el choque ante el Betis. ACERO

Una derrota que pone a la Real ante el espejo

El equipo blanquiazul pierde 3-1 ante el Betis en un partido pésimo, en el que encajó goles en el inicio de ambas partes y mostró una fragilidad alarmante

Viernes, 19 de septiembre 2025

La Real perdió 3-1 con el Betis y mira a los ojos al fondo de la clasificación. Cuando no ha hecho más que empezar ... la quinta jornada de Liga, el equipo blanquiazul ya ha gastado el comodín de tener 'más juego que puntos' tras una actuación de nivel muy escaso en el estadio de La Cartuja que le condujo a una derrota inapelable y le pone ante el espejo para encarar las preguntas esenciales. Que ya no puede esquivar.

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La situación tiene peligros y el único no es la clasificación, calamitosa ciertamente. Quizá el peor sea el riesgo de ceder a la pedagogía de quienes quieran explicar al pueblo blanquiazul que la fiesta que ha vivido el realismo en los últimos quince años no es la realidad histórica de este club. El peligro de la condescendencia de quienes traten de explicar a los jóvenes que situaciones como esta son lo natural en la Real, y que hay que asumirlo. Ante esta tentación, que puede hacer que todo se despeñe barranco abajo, se debe imponer el relato de los jóvenes acostumbrados a ganar. Ni un paso atrás puede admitirse en el relato. La educación sentimental del realismo ha cambiado en los ultimos años y carece de sentido la añoranza. El gran mérito de Imanol fue esa mirada y ahora, con un entrenador joven, de la casa, sin nombre y, por tanto, vulnerable, la tentación del derrotismo secular de quienes hicieron el traslado de Atotxa a Anoeta es un peligro mayor, que hay que evitar a toda costa.

Es verdad que nadie se lanza a la conquista de nuevos terrirorios con los flancos al descubierto y que se ha mandado a Sergio Francisco al campo de batalla con menos que nunca en los últimos años, con la exigencia de escribir un libro nuevo, nada menos. El momento es dramático (la ultima vez que la Real no ganó ninguno de los cinco primeros partidos de Liga fue en la campaña 2006/07, que mejor no recordar), pero eso no autoriza a una rendición. Si el miércoles ante el Mallorca hay una final, se juega una final. Aunque sea septiembre.

El partido comenzó como temían los pesimistas. Para el minuto 7, la Real ya perdía. Por quinto partido consecutivo, el equipo de Sergio Francisco comenzaba por detrás en el marcador. Esta vez, después de otra jugada en la que la defensa blanquiazul fue de mantequilla. Y Lo Celso, el cuchillo. El argentino se adentró en el área con el único marcaje de la mirada de los realistas, hasta que encontró a Cucho. El colombiano se giró y rompió la red de Remiro, otro partido sin poder dejar la puerta a cero.

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La zona oscura de la clasificación subía por el Guadalquivir, amenazante, pero esta vez Brais Méndez sí estaba en el campo. Enmascarado para proteger la fractura de nariz que le dejó sin el partido contra el Madrid, el gallego empezó a jugar con esa suavidad tan engañosa que le hace tan peligroso en los días buenos. Cazó un balón en el lateral del área y dibujó un arabesco con la zurda para colocar una parábola en la escuadra contraria. De vuelta de la oferta de las mil y una noches de Arabia, Brais ya está de nuevo en la Real... Al menos, un rato.

Tras la igualada, el partido entró en su fase más interesante, propositiva, con los dos equipos asumiendo riesgos para robar rápido y llegar arriba mejor. En ese intercambio, la Real fue mejor. Sin excesos, pero siendo un equipo que sabe jugar. No estuvo mal en ese tramo la tropa de Sergio Francisco, recordando viejos automatismos de equipo que juega mejor en el filo que agrupado, donde carece de seguridad. No maneja las claves del repliegue, como se vio en el primer gol, y es más seguro a campo abierto, aunque la noche sevillana desmiente cualquier afirmación que se haga.

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Esperpento con las amarillas

Antes del descanso llegó el momento esperpéntico del partido, cuando se descubrió que el colegiado Busquets Ferrer había confundido a Amrabat con Natan y dejó en el campo a este último con dos tarjetas amarillas, aparentemente. La primera se la había anotado al marroquí, que pasaba por ahí y acudió rápidamente negar su implicación en la jugada. Cuando llegó la segunda, esta vez clara a Natan, se descubrió que se había adjudicado mal la primera. Y el VAR no dijo nada. El caso es que el Betis siguió con once.

Ese incidente podría haber servido como coartada para una derrota corriente en un partido fuera de casa, pero el inicio del segundo tiempo dejó sin excusas a la Real. A los tres minutos, un córner defendido de forma pésima acabó en un gol a medias entre el cabezazo de Abde y la salida catastrófica de Remiro. El caso es que el 2-1 subió al marcador.

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La situación la acusó un tipo sensible como Brais, que cayo en la melancolía y, con su tristeza, cayó también el equipo. Trató de levantarlo Sergio Francisco metiendo a jugadores con cartel. Entraron Soler, Guedes y Sucic. También el proyecto de jugador Zakahryan. Cartel sí, pero no entró el fútbol, en un giro de impotencia muy duro para el aficionado blanquiazul. Todo fue a peor.

Desarmado, el equipo quedó a merced del Betis, que enseguida vio el panorama y se lanzó a por un adversario en la lona. El 3-1 de Fornals en el minuto 68 anunciaba, dónde y en Sevilla, un via crucis hasta el final. Los realistas no se iban a poder saltar ni una de las estaciones de la penitencia.

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Los números son pésimos: no ha ganado ningún partido, es el único equipo que no se ha puesto por delante ni una sola vez, no ha dejado la puerta a cero nunca y su juego es frágil. En una sociedad que ha acometido un cambio estructural después de unos años de incrementos presupuestarios que estaban más cerca de la huida hacia adelante que de un crecimiento sostenible, se ha entrado en un camino lógico de contención para no perder el control, lo que sería la ruina del club. Pero la Real dista de ser un modesto. Es un equipo caro y no valen excusas.

Hoy, no hay argumentos tangibles para la confianza, cierto, pero caer en el derrotismo y aceptar la condescendencia de quienes tratarán de investirse de autoridad y dictar pedagogía catastrofista desde sus tribunas antiguas sería un error. Solo hay sitio para la melancolía, porque este desastre aconteció en La Cartuja, lugar santo de la historia de la Real.

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